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Capítulo trece.

||Dedicación: its_viviaaann ||

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Narrador omnisciente.

   La expresión de la peliblanca fue una obra de arte, esa que miras y no sabes si es sorpresa, asombro o confusión lo que cruza por su pequeña cabeza. Entreabrió los labios para expulsar aire reprimido en su garganta con lentitud y cuidado, analizando lo escuchado.

—¿Qué?

   Ethilyn sonrió como jamás la había visto sonreír, al parecer tan feliz de haber encontrado lo que fue el pasado y quizá sea el futuro de uno de los protegidos bajo su ala. Pero Amerie no parecía tan feliz por la noticia, y no lo estaría porque eso solo significaba...

—Aegon se reunirá con su familia —repitió nuevamente, intentando que se le metiera a la cabeza a la chica.

   La ojos claros negó una vez, apretando los labios cuando quitó la manta de encima de ella y empujó levemente a la anciana para salir de la cama, colocándose de pie con prisa y caminar con firmeza fuera de la pequeña habitación. Su cabeza maquinaba ideas, pensaba en las distintas alternativas que podrían suceder a lo largo de los días, esos terribles que sabía que estaban por llegar. Amerie quería creer que Aegon no la abandonaría por una familia que acababa de salir de la nada. Después de lo que ambos pasaron, ninguno debería irse por ningún otro lado que no sea por el que van dirigidos, y mucho menos separados. Amerie quería creer que Aegon la apreciaba lo suficiente como para colocarla delante de un recuerdo total de su pasado. Pero quizá se equivocaba y, en realidad, él podría dejarla sola en el mundo por tan solo recordar lo mínimo de su vida pasada.

Sí, estaba asustada. Y sí, ella no le daría la noticia, porque si Ethilyn decidía no querer decirle aquello, pues ella no diría nada.

   Caminó escaleras abajo, bastante perdida en el lugar. Sólo había estado unos minutos consciente dentro de este para recordar con claridad todo. Además, no es como si estuviera prestando atención a él porque su amigo se estaba desangrando sobre la mesa.

Amigo, amigo, amigo...

   Mientras esa palabra retumbaba en su cabeza desorientada, Amerie llegó al final de las escaleras, analizando el sitio donde estaba de pie. Con prisa, encontró la sala en la que estaba anteriormente, donde Reginne colocaba tazas y servía té como toda mujer de edad tratando de ser amable. La desconfianza fue parte de ella, dando pasos vacilantes alrededor de los muebles. Los oscuros ojos de la mujer se dirigieron a su cuerpo cuando la oyó llegar, sonriendo extensamente en su dirección y tomando una taza de té para extenderla hacia su lado. Amerie, sospechosa, tomó entre sus manos la taza, dando un asentimiento como agradecimiento y moviéndose hacia la otra punta de la mesa, lo suficientemente lejos de Reginne como para simplemente seguirla con la mirada. Amerie quiso agradecerle a la mujer por salvar a Aegon, deseó poder decirle cuánto le importaba ese chico y todo lo que le debía por no dejarlo morir. Gracias a los Dioses alguien interrumpió el filosófico y sentimental momento en el que la cabeza de Amerie intentaba soltar palabra, porque hubiese sido tan vergonzoso que no sepa qué decir. Cuatro figuras se filtraron tanto en audición como vista, adentrándose al salón donde Reginne y Amerie ni siquiera se miraban, evitando una conversación que ninguna de las dos querría tener. El primero en entrar fue el padre de familia con leña entre las manos para la cocina de su esposa, a quién saludó con un casto beso entre los labios al pasar y a Amerie con un asentimiento gentil. La chica sonrió seca en respuesta, una sonrisa bastante fingida para el gusto de cualquiera. Aunque su expresión cambió cuando vió un cuerpo con músculos, cabello blanco y un par de ojos tan claros como la nieve adentrarse al salón. Se colocó de pie, intentando acercarse para recibirlo. Pero se quedó pasmada en su sitio cuando vió a la más pequeña de las niñas colgada del chico, sonriendo, riendo de una forma que ella no había podido ver jamás en él desde que se conocieron, al menos no con ella. Reía como si conociera a las niñas de toda la vida, como si incluso fueran sus hijas. Y eso fue una patada en el pecho para Amerie, porque la sonrisa que Aegon traía en el rostro, dulce, divertida, cariñosa, no la obtendría jamás para ella.

Mayor Verdad © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora