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Capítulo veintiuno.

||Dedicación: Fer_Sunset_Men Analisa_MelanoPrieto ||

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Narra Hera Zabat.

—Hera, mi amor, ¿puedes oírme? —oí su preocupada voz.

   Mis párpados pesaban, pero nada que no pueda soportar con esfuerzo de voluntad, así que los abrí. Con confusión, observé la parte superior de la cama de Zeth. Mi cabeza dolía y mis músculos palpitaban como si necesitaran usarse ya mismo, de inmediato de hecho. Así que me impulsé hacia arriba y me senté en la cama, observando a mis costados en busca de mis zapatos para ponerme de pie, queriendo aliviar la presión que mi cuerpo imponía sobre mí misma. Unas manos recorrieron mis brazos y quise liberarme de ellas antes de saber quien era. Sólo quería ponerme de pie. Solo...

—Hera —me llamó.

   Quitando su agarre de mí y actuando con prisa, me deslicé por lo que me quedaba de cama. Mis pies desnudos tocaron el suelo de los aposentos de Zeth e inmediatamente me impulsé hacia arriba con todo mi cuerpo para levantarme de allí. Y en cuanto lo hice, los recuerdos me abrumaron rápidamente.

Ojos, cabello, acción...

No era lógicamente posible.

   Mi respiración se aceleró nuevamente, inhalando y exhalando como si el aire quemara dentro, pero recordando que lo necesito para vivir. Mis piernas temblaron debajo y lucharon por mantenerse intactas, rectas y fuertes. Mi pulso era pésimo, por lo que mis manos también temblaban sin necesidad de verlo para comprobarlo. El sudor frío caía por mi frente, deslizándose por mi rostro y cayendo al suelo en un sonido hueco. No oía nada, aunque podía sentir las palabras de Zeth golpear mis oídos, pero mi cabeza las rechazaba y estas volvían a salir. Sentía en mis venas la sangre que quemaba, esa que mi corazón a tan rápido movimiento bombeaba debido al nerviosismo y la sorpresa de mi mente, aún sin creerse lo que mis ojos habían presenciado.

Yo no podía...

Él no podía...

—¡Hera! —exclamó.

   Mi mente bajó del cielo en el que se encontraba para reconectarse a mí, o al menos a lo que restaba de mí. Sentía mis ojos completamente secos, como si no tuvieran lágrimas que soltar. Quizá estaba deshidratada. Las cálidas manos de Cristel rozaban mis hombros, intentando traerme nuevamente a la realidad. Me sorprendió verla frente a mí, con esa preocupación floreciendo a través de sus claros ojos.

—¿Qué haces de pie? No te desmayaste por nada —exigió.

   El aire continuaba faltándome, pero no tenía fuerzas ni ánimos para desafiarla y llevarle la contraria, así que dejé caer mi trasero nuevamente en la cama cuando presté atención a la terrible conversación que Cristel y Zeth intentaban mantener en mi silencio.

Mayor Verdad © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora