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Capítulo catorce

||Dedicación: Leg_27 regin_1136 ||

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Narra Hera Zabat.

   Sequé las lágrimas que caían por mis pómulos con la parte trasera de mi mano, queriendo que desaparecieran. Aunque era en vano, porque cada vez que las limpiaba, más volvían a caer, lo que me dió a entender que debería dejar de hacerlo. El dolor en el pecho me ahogaba, algo terriblemente abrumador que no me dejaba respirar ni moverme. Mi cuerpo entero temblaba de solo traer recuerdos a la mente sin poder evitarlo, logrando que la escena doliera incluso más de lo que ya lo hacía. Cada fibra de mí se preguntó porqué. Pero la respuesta no estaba ahí, no cuando se trataba de mi dolor, mi destino y mi final.

   Dos semanas habían pasado desde que nació, y ya se veía tan grande y sana. Deslicé mis oscuros ojos sobre el cuerpo de mi pequeña hija, quién dormitaba en su cuna a los pies de mi extensa cama en el castillo de Arce. Su brillante mirada de ojos claros estaba cerrada, descansando de lo que claramente había sido un pesado día para ella. Sus manitas estaban a sus costados, y sus pequeños labios estaban separados, soltando saliva sobre su almohadilla. Mis párpados pesaban por tanto llorar, por no dormir al soñar, y por no parar de pensar en las distintas alternativas que tenía para que todo esto acabara ya mismo. Apreté mis labios para reprimir un sollozo cuando supe que solo había una forma efectiva para que lo que planeaba funcionara, quizá con mucho sufrimiento en el camino, pero llegaría a un buen resultado, el cuál espero ver nada más todo eso termine.

   Miré fijamente a mi hija con mis ojos llenos de lágrimas.

Mi hija, Haylee Zabat Petrov.

Todo dolía cuando la veía, cuando solo pronunciaba su nombre.

Su padre no podría conocerla jamás, sus tíos y abuelos tampoco, lo que me rompía el alma saber que no tendría una familia de verdad por mi culpa, y que lo más cercano serían todos los integrantes de este castillo y yo. Me rompía el saber que ella nunca experimentará una vida normal por todos los errores que yo cometí, incluso el de traerla a esta vida sobre un mundo que se derrumbaría mientras ella crecía. Mi corazón se incendiaba cuando pensaba en su difícil forma de criarse dentro de estas cuatro paredes y lo que se perdería por el simple hecho de estar en guerra. Todo porque a mí se me ocurrió asesinar a Aren Petrov, todo porque se enamoró de mí, todo porque acepté esa estúpida misión.

Pero no permitiría que pasara lo que yo. No permitiría que nada le sucediera. No otra vez, no aquí.

   Nuevamente sequé las lágrimas con mi mano, luchando por alejar toda la tristeza y malos pensamientos de mi cabeza. Y cuando lo hice, estaba lista para moverme. Revisé mi armario, esperando encontrar eso que hace mucho tiempo usé aquí, en mis primeros días en el castillo de Arce. Al encontrarlo, lo metí en mi bota, bastante consciente de que tenía que utilizarlo con sabiduría porque solo quedaba uno. Tomando mi capa, le dí una última mirada a Haylee sobre mi hombro, asegurándome de que siguiera dormida el resto de la noche. Cuando mi mano giró la perilla, sentí una ola de culpa recorrer mi espina vertebral, gritándome que no lo hiciera. Pero era demasiado tarde cuando pensé siquiera en retractarme, porque Myles ya estaba atento detrás de la puerta a espera de mi movimiento. Con toda la pesadez del mundo sobre los hombros de lo que hacía al respecto, salí de la habitación con inexpresión absoluta, fingiendo que nada sucedía ni sucedería, haciéndole creer que no me pasaba las noches llorando y sin poder dormir.

Mayor Verdad © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora