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Capítulo ocho. 

Narra Hera Zabat

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Narra Hera Zabat.

—¡No, no, no! —gritó mi hermano. Su voz cortada me desgarró el alma que creí perder con el tiempo—. ¡Por favor, no!

   Sus pies se movieron con prisa por el suelo de la habitación, corriendo hacia la cama en la que su novia descansaba con los ojos cerrados, pero tampoco respiraba en alguna muestra de vida. Mi hermano subió sus manos a los hombros de ella, moviéndola de un lado a otro en espera a una reacción de su parte. La joven Bruja del Norte no se movía, ni respiraba. No pude moverme de mi sitio, no cuando cada pensamiento que se me cruzaba por la cabeza era de puro egoísmo.

   Hades llevó su oreja al pecho de Echo, buscando latidos. Parece que no los encontró, al menos no en los últimos minutos, porque con plena desesperación llevó ambas manos al pecho de ella y comenzó a apretarlo, intentando hacer funcionar su corazón. Cada veinte toques, cubría su nariz y entrometía aire por su boca, intentando que ella reaccionara. Su rostro desesperado, sus acciones poco comunes, el miedo que emanaban sus ojos, el terror que su corazón debía de sentir ahora mismo era increíble. Hades intentaba con todo su ser traer de vuelta a la bruja. Mi respiración se había cortado, un nudo decoraba mi garganta y me impedía hablar. Pero a pesar de eso, las lágrimas no habían llegado a mis ojos. Mi hermano continuaba moviéndose con desesperación para traer de vuelta a la Bruja del Norte que quizá haya muerto en el momento que él abandonó la habitación.

Muerto...

Ella estaba completamente estable cuando Hades la dejó, incluso Hécate nos hubiese avisado si algo ocurría con ella. Si Echo hubiese dejado de respirar, alguien se hubiera dado cuenta. Pero nada había ocurrido.

A no ser...

«Debes estar tranquila. Sin movimientos o emociones fuertes porque no sólo debilitará mi magia, sino también a tu bebé» y allí comprendí que lo que había ocurrido...

Que era mi culpa.

Echo estaba en estado crítico por mi maldita culpa.

   Y supe que mi bebé también cuando me llevé una mano al vientre por instinto cuando un fuerte dolor me presionó en aquella zona. Fue como si me hubieran apuñalado con alguna daga oxidada o algo por el estilo. Sí, así de fuerte. Y en el momento que me moví para hacer esa acción y recargarme levemente sobre mí misma, haciendo un gesto de dolor, Hades reparó en mí nuevamente. Frunció sus gruesas y oscuras cejas al verme retorcer del dolor.

—Tienes que ir a pedir ayuda —dijo él, su voz se tambaleaba en el aire.

   Apreté mis labios al hablarle.

—Necesito un segundo —pedí con toda esa tranquilidad que mi cuerpo podía ofrecer.

Porque a pesar de que una de mis mejores amigas estaba muriendo, yo no podía parar de pensar en mí.

Mayor Verdad © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora