Capítulo 10-Abrazos

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Blanca estaba feliz porque había recuperado a su amiga, aunque había tenido que comenzar otra vez con el proceso de hacerle recordar que jugaba ajedrez. Las habilidades de Verónica de a poco comenzaron a aparecer:

—¿Sabes, Blanca? —le dijo en mitad de una de sus eternas partidas—. Mis padres me comentaron que antes de enfermarme y venir a parar aquí, yo estudiaba derecho. ¿Sabes algo sobre leyes?

—Absolutamente nada, Vero. Lo mío es la informática. Mi fuerte son las técnicas de desarrollo web ¿sabes? —le respondió la muchacha, que se puso a soñar despierta, recordando su pasado—. Hace tiempo que pude cumplir mi sueño de recibirme e independizarme... —dijo, pero después se detuvo: había hablado de muchas cosas con su amiga, pero nunca había podido llegar más allá y contarle el problema que la había hecho terminar internada en esa clínica.

Verónica ya sabía algunas cosas que ella le había contado, y cuando llegó a ese punto y vio que Blanca se ponía triste, le dijo que si no quería seguir podían hablar de otro tema. Pero Blanca estaba lista para confesarse. Con la mirada perdida, comenzó a hablar:

—Me puse de novia con un chico cuando estaba en el secundario. Él cursaba un grado más que yo, y cuando terminó se puso a trabajar en el negocio de su padre. Yo seguí con mi sueño, y cuando salí del secundario empecé con la carrera de informática, que me iba a llevar tres años. Me recibí hace poco, y mis padres me regalaron un apartamento, por lo que le ofrecí a mi novio que viviéramos juntos.

»Yo lo amaba, y estaba dispuesta a luchar para que tuviéramos una linda vida juntos, pero mi propuesta le cayó mal. No quería vivir conmigo, y me dijo algo horrible: que yo hacía las cosas sin consultarlo, y que había decidido por mi propia cuenta que viviéramos en mi apartamento, que estaba decorado según mi gusto y en el que se iba a sentir como un florero, otro adorno elegido por mí.

—Blanca... —Verónica no sabía qué hacer: su amiga lloraba y lloraba, y sus palabras eran como una catarata de lava que salía de un volcán en erupción: todos esos sentimientos malos habían explotado y ahora tenían que salir:

—Lo ahogaba... Me dijo que lo ahogaba, y me abandono, sin más. Un par de semanas después me enteré de que me había estado engañando; se veía con otra mujer mientras decía ser mi novio. Mi mundo se vino abajo, y no encontré otra salida más que acabar con mi vida...

Verónica corrió a abrazar a su amiga, que se deshacía en sollozos, y un recuerdo llegó a su mente: alguien también la había abrazado así, y recordó que la sostenían con cariño y sacudían sus hombros al abrazarla. Recordó una risa cristalina, aunque no pudo ver el rostro del que reía. Quedó tan confundida que no se dio cuenta de que Alter había vuelto y estaba parado a su lado, con su sonrisa de siempre:

—¿En qué estás pensando, Verónica? —le preguntó la alucinación.

—En nada... —respondió ella, en voz alta. Blanca se secó los ojos y la miró:

—¿En nada qué?

—No... —respondió Verónica mientras miraba a Alter, que se reía a carcajadas, burlándose de su torpeza—. Lo siento, amiga. Estaba pensando en voz alta.

                                                                                ***

—¡¿Se puede saber qué estás haciendo aquí otra vez?! —preguntó Verónica, a los gritos. Estaba furiosa: había tenido que esperar un rato, mientras Blanca se calmaba, para volver a su habitación y estar a solas con Alter y enfrentarlo. A la alucinación, que no se fue de su lado y cada tanto le hacía algún comentario sarcástico para distraerla, nunca se le borró la sonrisa:

—Yo siempre estoy aquí, Verónica. Estoy dentro de tu cabeza, ¿recuerdas? Salgo cuando me necesitas.

—¡Pero yo no te necesito! —exclamó la chica—. ¡Vete de una vez y déjame en paz, Alter, por favor!

—Está bien, como quieras —respondió la alucinación—. Pero recuerda que siempre estoy cerca. No dudes en llamarme.

Alter volvió a esfumarse en el aire. Era la primera vez que se iba cuando Verónica se lo pedía, y la chica suspiró, aliviada. Tomó su diario: debía escribir todo lo que había sucedido, antes de olvidarlo:

«Recordé el abrazo de un hombre, y una risa. Pero no pude ver su rostro. Alter apareció, pero se fue enseguida. Es la primera vez que se va si se lo pido».

Cuando terminó, se quedó observando una anotación que había hecho el día anterior, y que aún no había olvidado:

«Debo pedirle a mis padres que traigan mis libros y apuntes de Derecho».

                                                                           ***

—Está bueno que quieras repasar tus libros y anotaciones sobre tu carrera, pero recuerda que no puedes excederte, Verónica —opinó el psiquiatra, al que le preocupaba el súbito interés de su paciente por volver a estudiar. Si no recordaba nada de su carrera o no lograba retener lo que estudiara, podría caer en otra crisis de ansiedad o depresión.

Pero Verónica ya no se olvidaba con tanta facilidad de las cosas, y estaba segura de que iba a salir adelante:

—Solo lo haré como usted me dijo, doctor —le aseguró, confiada—. No estudiaré más que una hora por día, y trataré de ver si recuerdo algo. Me gustaría mucho continuar con mi carrera; según lo que me dijeron mis padres, me falta un año para recibirme, nada más, y tal vez repasar lo que estudié me ayude a recordar el pasado.

—Está bien, Verónica. Puedes estudiar por un par de semanas durante una hora al día, pero no más. Después evaluaremos cómo te sientes.

La chica también le contó al psiquiatra sobre el recuerdo que le había llegado, y la súbita aparición de Alter. Pero el hombre la tranquilizó:

—Eso es normal, Verónica. Alter va a seguir apareciendo cuando algún recuerdo te perturbe.

—Pero sólo recordé a un hombre que me abrazaba —le respondió la chica, confundida—. ¿Qué puede haber de perturbador en eso?

—Nada, seguramente nada. —El psiquiatra tampoco tenía todas las respuestas para un caso tan complejo como el de Verónica. No podía hablarle de su bloqueo ni decirle que Alter era, entre otras cosas, una barrera creada por su propio subconsciente para suprimir el recuerdo de Marcos. Pero, por una jugada del destino, la alucinación tenía el mismo aspecto físico de aquello que el subconsciente de Verónica quería olvidar. Su mente estaba en conflicto; una parte de ella quería borrar a Marcos, pero otra parte aún luchaba por no olvidarlo.

Mente traicioneraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora