Capítulo 24- Castigo

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Alejandro había movido sus influencias para localizar a Verónica: tenía amigos que lo conectaron con la gente indicada para buscarla. Pronto averiguó que la chica había volado a Dublín, pero también averiguó su pasado: no solo supo de sus problemas psiquiátricos, sino que se enteró de la relación que había tenido con Marcos. Sus celos se desataron; ahora estaba seguro de que ese hombre tenía algo que ver con la distante actitud de su pareja. Creía que la chica era suya, y que nadie se la podía quitar.

Cuando Verónica lo llamó para terminar con él, todo lo que creía se confirmó: ella se había reencontrado con Marcos. Debía recuperarla, y tomó el primer vuelo que pudo encontrar para Dublín. No podía resignarse a la idea de que Verónica lo quería abandonar después de todo el amor que le había dado. Ella solo podía amarlo a él, y a nadie más.

Lo primero que hizo al llegar a la capital de Irlanda fue ir al apartamento de Marcos para exigirle que dejara en paz a Verónica, pero cuando ella misma le abrió la puerta, confirmando que vivían juntos después de las veces que ella se había negado a convivir con él, ya no pudo pensar en nada más que en vengarse.

Sin darle tiempo a nada, tomó a Verónica del cuello. Sorprendida, la chica pidió auxilio antes de que la poderosa mano de Alejandro se cerrara sobre su cuello y le impidiera seguir hablando. Apenas pudo escuchar el grito de Marcos, pidiendo que la soltara, pero ya no pudo verlo: había dejado de luchar, y de a poco estaba perdiendo la conciencia. Alcanzó a oír, dentro de su cabeza, una voz que le exigía:

—¡Lucha, Verónica! ¡No te dejes morir así! ¡Golpéalo! ¡Defiéndete!

—Alter... —Verónica abrió los ojos de golpe, y con el resto de energía que le quedaba pateó el estómago de Alejandro, que se dobló de dolor pero no la soltó.

Marcos aprovechó el momento de distracción y corrió hacia él, lo tomó del cuello por detrás e hizo presión hasta que lo dejó sin aire y de rodillas, sin fuerzas para sujetar a Verónica que, libre por fin, también cayó al suelo.

—¡Vero! —Marcos soltó al exánime Alejandro y se apresuró a ir con su pareja. Cuando la alzó en brazos, lo primero que notó fue su cuello, marcado de rojo por los dedos de su atacante. Verónica empezó a toser y respiró hondo, pero no abrió los ojos—. ¡Alguien llame una ambulancia! —le gritó a la gente que se había agolpado al ver el escándalo que se había armado en la calle. Unos minutos después, Alejandro, aún aturdido, fue detenido por la policía, mientras que Verónica y Marcos fueron llevados de urgencia a un hospital.

La chica recuperó el conocimiento un rato más tarde; las marcas de su cuello y las dificultades para hablar no se le iban a ir enseguida, pero no tenía daños permanentes. Después de un rato en observación, la dieron de alta.

Marcos fue interrogado por la policía, pero no había cargos en su contra porque había testigos de que Alejandro atacó a Verónica primero, y él había actuado para defenderla. Se iba a efectuar una investigación policial, por lo que la pareja no podría salir de Dublín por unos días: tenían que cancelar el vuelo a su país, pero estaban tranquilos porque el hombre mayor ya no era una amenaza para los padres de Verónica.

                                                                                   ***

—Amor... me duele.... —Verónica se había puesto demasiado consentida, reclamando los cuidados de su pareja. Habían pasado varios días desde el ataque de Alejandro, y su cuello estaba un poco mejor, aunque aún se notaban las marcas amoratadas a los costados de su garganta, que por milagro no había sido lesionada por su expareja—. Acuéstate conmigo... Necesito un poco de calor...

—Lo que tú necesitas es comida, así que déjame cocinar, Vero —respondió Marcos, con un tono severo que le salió muy mal: él también deseaba estar con ella y darle las caricias que le pedía—. Luego dormiremos un ratito juntos ¿sí?

—No tengo hambre —susurró la chica—. Ven a dormir ahora...

Marcos sabía lo que significaba ese "ven a dormir ahora", que era cualquier cosa menos dormir, y se burló de su pareja:

—Ni lo pienses, jefa. No puedes dormir con tu empleado.

—Demasiado tarde —Verónica se rió hasta que le dio un acceso de tos que asustó a su pareja. Él, arrepentido de haberla puesto así, corrió a buscar un vaso de agua y la sostuvo mientras la hacía tomar pequeños sorbos, para que se calmara.

—¿Te sientes mejor? —le preguntó.

—Sí —respondió Verónica, en un susurro—. El médico me advirtió que no debía forzar la voz. No puedo reírme, así que no me hagas bromas, amor...

El chico sonrió, pero después se quedó serio y pensativo:

—Cuando la investigación policial termine, Alejandro pasará unos meses en la cárcel —dijo, finalmente—. Pero en algún momento va a quedar libre, y para ese entonces lo mejor será que nosotros ya estemos en nuestro país.

—Tienes razón —le respondió la chica—. Cuando vuelva a nuestro país voy a ir directo a la policía para denunciarlo y pedir que le hagan una perimetral contra nosotros. No quiero que vuelva a acercarse a mis padres ni a mi empresa.

                                                                                    ***

Un par de días antes de irse, los chicos hicieron una pequeña reunión en su casa, con los amigos que Marcos había cosechado en sus más de tres años en Dublín.

—Voy a extrañarte mucho, Marcos... —Pablo, melancólico, se había abrazado a su amigo mientras le pedía que volviera de visita de vez en cuando.

—Por supuesto que voy a volver. A pesar de que pasé malos momentos aquí, también tengo muy buenos recuerdos. —Marcos observó a Verónica, sonriente—. En Dublín recuperé el amor...

—Dublín siempre será nuestro lugar en el mundo —opinó Verónica.

Estaban seguros de que en el futuro iban a volver a recorrer sus calles, y a pasear por la sinuosa orilla del río Liffey, pero ahora tenían una tarea difícil por delante: reconstruir su vida, truncada por la tragedia, en su país de origen.

Marcos temía que los errores que había cometido en el pasado, volvieran a afectarlos como pareja. Pero solo había una forma de saberlo: enfrentarse a ellos.

Mente traicioneraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora