Verónica estaba acostada en una cama de la clínica psiquiátrica, tan medicada que pasaba casi todo el día durmiendo. Su brazo no le dolía; la herida que se había hecho estaba sanando.
Despertaba de a ratos y recordaba como si fuera un sueño lo que le había ocurrido: su mente, que aún no estaba bien del todo, no había podido resistir la persecución de Alejandro, el miedo por sus seres queridos y la impotencia de no poder solucionar las cosas.
Recordaba que había dejado de dormir, y como en una nebulosa se acordó de su encuentro con Alejandro, y de la furia que la había dominado, al punto de terminar golpeándolo. De lo demás no tenía recuerdos: solo el de encontrarse otra vez atada a esa cama, con una herida en el brazo. Por suerte Alter no había aparecido, y sus recuerdos del pasado estaban intactos.
Luego de unos días en los que solo durmió, tuvo su primera consulta con el mismo psiquiatra que la había atendido antes:
—Verónica, ¿cómo te encuentras hoy? —le preguntó él, con su usual tono amable.
—Estoy bien... —Veronica miró al terapeuta de frente, y en ningún momento hizo pausas o miró hacia su costado.
—¿Recuerdas por qué estás aquí? —volvió a preguntar el hombre, atento a las reacciones de la chica.
—Ataqué a mi expareja en un bar —respondió ella, y suspiró con fuerza—. ¡Pero él estaba acosando a Marcos y a mi familia! ¡Nos seguía a todas partes!
—¿Marcos...? —El psiquiatra recordó que Verónica había olvidado a su pareja cuando tuvo su primera crisis.
—Sí, Marcos... ¿Ya lo olvidó, doctor? —le preguntó ella, un poco impaciente—. ¿Recuerda el último ataque que me dio aquí, cuando recordé todo? Alter apareció otra vez y prácticamente me obligó a ir a buscar a Marcos a Irlanda. Luego de que nos reconciliamos, él desapareció.
—Ya veo... —El psiquiatra anotaba en una ficha todo lo que le decía Verónica—. Pero, ¿quién es el hombre al que atacaste en el bar? —le preguntó.
—Alejandro. —Verónica mordió sus palabras como si le diera asco pronunciar ese nombre—. Cuando me dieron el alta no estaba bien, y ese tipo se cruzó en mi vida. Fuimos pareja por un tiempo, pero Alter nunca lo quiso... ¡Y qué razón tenía...! Cuando fui a buscar a Marcos a Dublín él me siguió y me atacó...
—Y aquí no te hizo nada, supongo. —El hombre conocía bien la clase de comportamiento de las personas como Alejandro: nunca se resignaban cuando eran abandonados, hasta el punto de ser capaces de destruir a su pareja con tal de no verla con otro.
—Lo único que hizo fue acosarnos a la distancia, y darme a entender que sabía todo lo que yo hacía. Cuando lo encontré frente al consultorio de mi psiquiatra vi todo rojo y ya no pude pensar... —A punto de echarse a llorar, Verónica se miró el vendaje del brazo—. ¿Yo hice ésto? —le preguntó al hombre.
—Sí, Verónica.
—No lo recuerdo... —La chica se hundió en el sillón del consultorio.
—No te preocupes por eso —le dijo el psiquiatra—. Por lo que declaró la policía, perdiste el control dentro de la celda y golpeaste tu brazo contra los barrotes. No quisiste hacerte daño a propósito.
***
—¿En serio se acuerda de todo, doctor? —le preguntó Marcos al psiquiatra, aliviado por sus noticias.
—Sí, su conducta es normal —le aseguró el doctor—, aunque no recuerda nada de lo que ocurrió después de que golpeó a Alejandro. Pero hay algo de lo usted y yo debemos hablar.
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Mente traicionera
Fantasy⭐ Historia finalista en los Wattys 2023. Verónica está internada en una clínica psiquiátrica con un diagnóstico de esquizofrenia y amnesia. Su única compañía es una creación de su propia mente que la ayuda a recordar quién es, pero le oculta, por su...