Capítulo 11- Reinicio

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Los padres de Verónica le llevaron los libros de derecho y sus apuntes de primer año a la clínica, para que ella probara si podía estudiarlos. En su casa había quedado muchísimo más material de estudio, pero el psiquiatra les había advertido que su hija tenía que empezar de a poco.

Durante una hora al día, Verónica se enfrascó en el arduo pero interesante mundo de las leyes. Después de que comenzó a tomarle el gusto a su antigua afición por los asuntos legales, le pidió al psiquiatra que la dejara estudiar por dos horas, pero no logró su autorización.

Estaba un poco desilusionada porque una hora no le alcanzaba para mucho, pero su terapeuta se puso inflexible con el tema. Así fue como Blanca se transformó en su escucha principal: para no olvidarse de lo que había aprendido, se lo repetía una y otra vez a su amiga. Blanca la escuchaba con interés, y cuando no entendía algo le hacía preguntas. Durante sus partidas de ajedrez discutían sobre alguna ley rara o engorrosa:

—Pero, Verónica, ¿cómo es que en algunos países estar ebrio sirve como atenuante de los delitos?

—Es que se considera que bajo los efectos del alcohol y de las drogas la persona está fuera de sí y no es dueña de sus actos. Es muy extraño, lo sé, y en nuestro país no se aplica. Pero en otros países las penas se reducen mucho por esa causa, aunque el infractor después de cumplirla tiene que hacer una rehabilitación obligatoria.

—¡Qué locura...! —exclamó Blanca.

—Si... —concordó Verónica—, las leyes cambian mucho de un país a otro. ¿Sabías que en Corea del Sur está prohibido sacar fotos sin sonido en un espacio abierto? Y en algunas ciudades de los Estados Unidos se permite el uso de armas...

—¿Y tú tienes que estudiar todo eso? —le preguntó Blanca—. Creí que los abogados solo estudiaban las leyes de su país.

—Bueno, sí. Pero tenemos una materia que es Derecho internacional, en donde más que nada nos enseñan la diferencia entre nuestra legislación y la de algunos países extranjeros.

—Es muy interesante, pero bastante difícil. Tienen que estudiar mucho...

—Si, por eso terminé aquí: por estudiar demasiado... —Verónica le contó a su amiga lo que le habían dicho sus padres y ella no recordaba—. Parece que me excedí por trabajar y estudiar, y dejé de dormir. Pero hay otra cosa; algo que no puedo recordar —Súbitamente la chica se puso tensa—. Tengo el presentimiento de que hice algo muy malo, Blanca...

                                                                              ***

Marcos trató de reconstruir su vida: después del brote psicótico de su pareja y su posterior internación, había quedado estancado en la rutina de trabajar hasta el cansancio, llegar al apartamento que había compartido con Verónica solo para dormir, y salir huyendo de allí a la mañana siguiente. Había recuperado un poco de esperanza en el momento en que ella insistió en verlo, pero todo había resultado muy mal cuando Verónica lo vio y sufrió otro colapso.

Luego de un tiempo de incertidumbre, ya no pudo soportar más y tomó una decisión: irse lo más lejos posible. Tratando de controlar su angustia y el sentimiento de culpa por abandonarlo todo, empacó las pertenencias de Verónica y se las devolvió a sus padres. En una caja puso los regalos, fotos, cartas, y toda clase de detalles que en otra época lo había unido con su pareja, pero que ahora le resultaba doloroso ver, y también se la llevó a sus suegros.

—¿Estás seguro de lo que vas a hacer, Marcos? —le preguntó la madre de Verónica, conmovida por el lamentable estado de su yerno que, con los hombros encorvados como los de un anciano, casi no podía levantar la vista para mirarla:

Mente traicioneraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora