Capítulo Dos

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-Quítate ese harapo -dijo mi mejor amiga con voz jadeante-. Te hace parecer una puta yonki muerta.

-No exactamente muerta -se burló, Winn, mi compañero de piso, con voz de falsete- posiblemente puta.

-No es tan malo -dije dubitativamente, retorciéndome ante el espejo. Pero Imra tenía razón. El pálido nórdico de cuando estaba viva, era verdaderamente espantoso ahora que estaba muerta, y el blanco puro del vestido me hacía parecer... ¿cómo lo diría?... una novia cadáver.

-A mi me parece precioso -dijo lealmente Waverly, mi medio hermana. Por supuesto, Waverly pensaba que todo era precioso. Ella era preciosa. También era la hija del diablo, pero esa es una historia para otro momento.

Los cinco... Winn, Imra, Waverly, Cathie, y yo... estábamos en Novias Rush's, una tienda de novias megaexclusiva que había estado por ahí desde hacía años, en la que solo se podía entrar con cita previa y que había proporcionado los vestidos a la Señora de Hubert Humphrey y sus damas de honor. (Su nota de agradecimiento estaba enmarcada y colgada en la tienda). Gracias a las influencias de Imra, yo no había necesitado cita. Pero no me gustaban los sitios así. No era como en Macy's... no podías volver a las perchas y echar un vistazo. Le decías a la dependienta lo que querías, y ella te traía (¡arf!) varios costosos vestidos que tú intentabas ponerte. Encontraba esto frustrante, porque yo no sabía lo que quería. Claro, había estado ojeando el Minnesota Bride desde séptimo curso, pero eso había sido cuando tenía una tez sonrosada. Y pulso. Y ningún dinero. Pero todo eso había cambiado.

-Estoy segura de que encontraremos algo que le vaya a pedir de boca -ronroneó la dependienta, cuyo nombre había olvidado, mientras hacía que me quedara en bragas. No me importó. Imra me había visto desnuda un trillón de veces (una vez, desnuda y llorando dentro de un armario), Waverly era de la familia y Winn era gay. Oh, y Cathie estaba muerta. Más muerta que yo incluso. Un fantasma.

-Veamos como se ruboriza la novia -dijo Winn, intentando tomar secretamente el pulso a Imra. Ella le apartó la mano de un manotazo como haría con una avispa molesta.

-Gruñona -dije, y aparecieron más dependientas con brazadas de tul-. Les lo juro. Estaba absolutamente preparada para convertirme en Noviarella.

-Nosotros también -masculló Cathie.

-... pero nadie me advirtió que Lena sería tan quejica.

-Nada de blanco puro -dijo Imra cansinamente-. Te hace pálida. ¿Qué tal un Alexia con estampado negro?

-Negro no -dije firmemente-. ¿En una boda vampiro? ¿Estás desoyendo el consejo de tus médicos? -Winn frunció el ceño.

-En realidad, si.

-No importa -suspiré-. Hay un montón de tonos de blanco. Crema, leche, crudo, marfil, magnolia, concha marina...

-No tienes que vestir de blanco -intervino Waverly, enroscada como un gato en un sillón de terciopelo. Su radiante cabello estaba recogido hacia atrás en un moño severo. Se había puesto una camiseta informal azul y pantalón corto. Piernas desnudas y sandalias. Tenía mejor aspecto del que yo iba a tener el Gran Día, y me estaba costando toda mi fuerza de voluntad no localizar una escopeta en alguna parte en esta trastienda secreta de tienda de novias y volarle la cabeza. No matarla, por supuesto. Solo hacer que su cara fuera ligeramente menos simétrica-. De hecho, es inapropiado que vistas de blanco.

-Virgen -me burlé.

-Vampiro -replicó Waverly-. Podrías ir de azul. ¡O de rojo! El rojo resaltaría tus ojos.

-¡Basta! Me están matando todos con sus rarezas.

-Por cierto... ¿Cual es el presupuesto para esta cosa? -preguntó Cathie, vagando hasta el techo, inspeccionando las lámparas de araña, los primorosos accesorios, las dependientas espléndidamente vestidas aunque infravaloradas (que ignoraban toda la charla sobre vampiros, como toda buena dependienta debe hacer), y la absoluta falta de una etiqueta de precio en cualquier cosa.

Vampira e IntranquilaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora