Capítulo Veintidós

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Me arrastré a mí misma hasta el interior de la silenciosa mansión. El tercer piso estaba oscuro; asumí que Lara y Echo estaba bajo las sábanas. Pero esta no era semana de hacer suposiciones, así que subí de puntillas al tercer piso y las encontré en el segundo dormitorio en el que miré. Estaban las dos noqueadas y roncando. Cerré la puerta y volví a bajar las escaleras. Mi quité de una patada mis zapatos de tazón, tiré las llaves en la dirección aproximada de la mesita, después entré en la biblioteca y me senté frente al Libro de Los Muertos. La asquerosa cosa estaba en una repisa de caoba junto a la chimenea, abierta por Dios sabía qué página. La miré fijamente e intenté tomar una decisión. Cualquier decisión.

-Podrías muy bien hacerlo -dijo una voz horripilantemente familiar desde el otro lado de la habitación-. No puedes fastidiarla mucho más.

Levanté la mirada, y allí estaba: la madre de Waverly, el diablo, sentada tras el escritorio.

-Fabuloso -mascullé.

-Yo también me alegro de verte, querida -Satán se parecía mucho a Sandra Bullock: largo pelo marrón veteado de plata. Expresión serena, hermoso traje gris, pendientes colgantes de oro clásicos (¡con forma de alas de ángel!) medias negras, y... espié bajo el escritorio. Y gemí silenciosamente. Llevaba unas botas de cocodrilo Manolo Blahnik de cuatro mil dólares-. ¿Te gustan? -Giró el pie izquierdo por el tobillo-. Estoy segura de que podríamos hacer un trato.

-Piérdete.

-Vamos, Kara. Me necesitas. Después de todo, no estás utilizando ese pequeño y diminuto cerebro tuyo. De hecho, no lo has hecho desde que empezó todo este asunto.

-¿Y qué sabes tú de esto? Suéltalo y lárgate. -Yo no era la bombilla más brillante de la araña de luces, pero sabía que el diablo nunca daba nada por nada. Estaba loca sólo por estar hablando con ella.

-Oh, Kara. ¿No lo sabes? Puedo ayudarte. Quiero ayudarte. Él. -Señaló con el pulgar hacia el techo-. No tanto. ¿Crees que se preocupa por ti ahora que eres un vampiro?

-Creo que mientes tanto como un hombre jura ser fiel mientras habla con más de tres.

-A ti nunca te he mentido, querida. - Tenía que admitir que eso era cierto. No es que fuera a decirlo en voz alta. -Me disgusta ver a la hermana de mi hija tan preocupada. Tan sola en el mundo. Asediada por todos lados.

-De verdad.

-Te ayudaré, querida. Todo lo que tienes que hacer es pedirlo.

-¿Y si te pido que vuelvas haciendo el pino al Infierno? - Sandra Bullock soltó un resoplido y sacudió la cabeza pesarosamente, como hacia una hija desobediente.

-¿Por qué pones las cosas tan difíciles? Sabes que puedo ayudarte.

-Sé que nada es gratis contigo, eres una embaucadora.

-Déjame ayudarte. Me muero por ayudarte. Todavía está viva, sabes. No es demasiado tarde... aún. - Eso dolió. Mucho. Cerré los ojos y me mordí la lengua para no decir algo que me costaría mi alma. -Me encantará echar una mano. Porque una vez tengas de vuelta a tu amante, dejarás de pensar lo peor de mi pobre Waverly. No me gusta que discutan. - Gruñí. -Todo lo que tienes que haces es ignorarle y rezarme a mí. - Casi me caí de la silla.

-¿Rezarte?

-Bueno, ¿por qué no? Ya has visto el estado en el que está Su mundo, ¿verdad? -dijo con un gesto-. Tu mejor amiga luchando por su vida... Tu padre muerto en un accidente sin sentido... Tu hermano huérfano... Tú, sola en tu momento de mayor necesidad... Y eso por no hablar de todos los niños de los que Él se deshace a cada hora de cada día. ¿Quién sabe cuando tiempo le queda a Baby Jerry bajo su régimen? Rézame a mí, querida. Al menos yo no estoy loca.

-Es tentador -dije-. Realmente tentador. - Sonrió y se alisó el pelo.

-¿Lo intentamos?

-Bueno, intenta esto. Saca tu satánico culo embutido en zapatos de diseño por la puerta, bruja. - El diablo frunció el ceño.

-Kara Danvers, esta es una oportunidad que puede que nunca se repita, una oportunidad que debes de aprovechar.

-¡Y una mierda! Apareces cada vez que estoy en un apuro, pero no soy lo bastante tonta como para creer que te preocupas por mí. ¡Eres el diablo, dejémoslo claro! ¡Tu reputación es horrible! ¡Y ahora piérdete! - Se puso en pie. Pareció llevarle un largo rato. Parecía que tuviera tres metros de altura.

-Disfruta de los funerales, querida. Porque sin mi ayuda, habrá más. Y saluda a mi querida niña cuando vuelvas a verla. - Abrí la boca para decir algo cortante, pero estaba sola en la habitación.

Me llevó diez minutos dejar de temblar. Nunca había sido tan difícil decir que no a Satán. Claro, mi alma se achicharraría en las entrañas del Infierno por toda la eternidad, pero por otro lado, iba a vivir al menos mil años. No tendría que preocuparme por el infierno en mucho tiempo. Y le creía cuando decía que podía ayudarme. No habría aparecido aquí si no pudiera ayudarme. Incluso ahora, estaba tentada a llamarla a gritos, pedirle que volviera, hacer un trato... ¿Había dicho funerales, en plural? El supletorio del escritorio sonó, y casi salté por la ventana. ¿Y ahora qué? Agarré el receptor.

-¿Hola?

-¿Kara? Soy Mamá.

-Hola, Mamá. Estás levantada muy tarde.

-Baby Jerry tiene el sueño cambiado -dijo resentidamente-. Pero no tengo nada previsto para mañana, así que podremos dormir hasta tarde.

-Eso está bien.

-Entonces... ¿cómo estás?

-No muy bien -admití-. Las cosas están un poco liadas. -Y estoy profundamente, profundamente celosa de los zapatos de Satán.

-Lo siento -dijo al instante-. Puedo entender por lo que estás pasando, cariño, no te equivoques. ¿Te puedes creer que el anuncio del funeral no se publicó hasta hoy? Podría haber jurado que lo envié a tiempo al periódico, pero dicen que llegó tarde, se traspapelo o algo así, total que lo encontraron recién y por eso la demora.

-¿Qué? ¿Quieres decir el del funeral de Papá y Cat?

-¿No es estúpido? El caso es que he estado un poco falta de memoria desde el accidente. Y sé que fui muy dura contigo precisamente en el momento más inoportuno. Mi única excusa es... en realidad no lo sé. No es como si todavía amara a tu padre. Supongo que no estaba lista para decir adiós para siempre. No tan pronto después de tu muerte, es decir.

-No pienses en ello -dije-. Supongo que no debería haber sido tan idiota.

-Tu padre ha muerto, querida. Tienes derecho.

-Bueno, no soy yo misma. ¿Entonces como supieron los compañeros de trabajo de Papá dónde ir?

-Oh, había llamado a la secretaria de tu padre... ¿Lorraine?... el día en que oí lo del accidente. Y supongo que ella llamó a los demás. Y ya sabes que tu madrastra no era contraria a utilizar a Lorraine para sus trabajos de caridad. Así es como sus amigos supieron adónde ir. Y por supuesto, a ti te llamé yo misma.

-Sí, lo recuerdo. -Algo estaba machacando mi cerebro como un percebe picoteando un alga.

Era genial que mi madre hubiera llamado, genial que se hubiera disculpado, genial que estuviéramos arreglando las cosas. Entonces, ¿por qué me sentía tan rara? Algo así como con el estómago revuelto y excitada al mismo tiempo. Estaba llena de una especie de temor feliz, si es que existía tal cosa.

-Pienso llevar al bebé a ver a Imra mañana -estaba diciendo mamá. Apenas la oía.

Vuelve al principio. El funeral era el principio. No hubo anuncio. Así que la única gente que había allí, había sido la gente que sabía... que sabía...

-La visita será por la tarde por si quieres unirte a nosotros...

-¡Rhea! -grité y oí como el receptor se hacía trizas cuando lo apreté demasiado fuerte.

Vampira e IntranquilaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora