Capítulo Nueve

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Todo el camino a casa me lo pasé prácticamente jadeando.

Lo cual, dado que no necesitaba respirar, hizo que me mareara. Así que contuve el aliento durante cinco minutos, intentando calmarme. Funcionó. Un poco. ¿Mike lo sabía? ¿Un detective de Minneapolis sabía que yo era un vampiro, que mi novia fugitiva era un vampiro? ¿Cuántos polis más lo sabían? Incluso si era solo uno (y ese uno ya era demasiado) ¿y si averiguaba que Clarke era una mujer lobo?, asumiendo que esa jovencita vagabunda volviera alguna vez. ¿Y Lexa? ¿Y si Imra empeoraba o... Dios, por favor, no... moría? ¿Qué haría él? ¿Qué coño haría yo? Hipnotizarle quedaba descartado. Estaba claro que Lena no había tenido éxito con él. O había funcionado un tiempo y después se había desgastado. Y eso que Lena era una vampiro endemoniadamente poderosa y vieja, y además de la reina, bueno, la Reina Consorte o lo que sea.

Tomé un semáforo en ámbar demasiado rápido, y recordando que Baby Jerry estaba atado... literalmente atado... en el asiendo del coche detrás de mí, reduje hasta una velocidad razonable. ¿Por qué la rutina de Lena de "te estás quedando dormido" había dejado de funcionar? Ella podía hacer que la gente se olvidara hasta de sus propias madres. ¿Podía ser porque...? No podía ser. No. Era estúpido y peor aún, egocéntrico. Pero... bueno, no podía sacudirme la idea de que al haber, habiendo la reina de los vampiros largamente profetizada (moi), tomado a Mike primero, Lena nunca había tenido la más mínima oportunidad. La mentira había funcionado un tiempo, pero mi poder era mucho más fuerte, y finalmente Mike había recordado. No. Era demasiado engreído, incluso para mí. Aunque era lo único que tenía sentido, a menos que Mike estuviera mintiendo sobre que Imra no se lo había contado. Y sabía en mi muerto corazón que Imra se prendería fuego antes de contar mis secretos. Claro, el Libro de los Muertos había profetizado que yo sería la más fuerte, la más fría, la vampiro más cabrona en mil años, pero en este momento todavía tenía problemas para respirar, ¿verdad? Mierda, seis meses atrás era una secretaria que temía su trigésimo cumpleaños. Pero el Libro había tenido razón sobre todo lo demás. ¿Así que por qué no en esto? Lo que quería decir que quizá la forma de arreglar todo esto fuera hipnotizar a Mike yo misma. Excepto que no estaba segura de atreverme. Por una buena razón, él podría estar esperando a que lo hiciera. Otra, no estaba muy dispuesta a violar el cerebro del novio de mi mejor amiga. Y otra más, ¿qué derecho tenía a limpiar el cerebro de nadie, por peligroso que este fuera? Yo no era Dios. Solo era yo, Kara, una vez secretaria, ahora vampiro a tiempo parcial y pronto mujer casada. Entré derrapando en mi camino de entrada, cargué con Baby Jerry, me apresuré a atravesar la puerta principal y subí las escaleras hasta su habitación. Le cambié, le alimenté, le hice eructar, todo mientras intentaba decidir qué hacer con Mike. e Imra. Y Lena, Y Clarke. Y...

El timbre de la puerta sonó y salté fuera de la mecedora, ganándome otro eructo de mi hermano. Le dejé en la cuna (eran las seis de la madrugada, hora de otra de sus siestas de medianoche) y me apresuré escaleras abajo. ¡Yuuupiii! ¿Quién sería? ¿Lexa se habría vuelto a comer su llave y no podían entrar? ¿Lena habría enviado a los Bowers? ¿Estaba Mike esperando en el porche con una escopeta del doce? ¿Era mi madre? (en ese caso consideraría el oír una disculpa). ¿Winn había escapado de las garras de cualquiera que fuera el loco que le había sacado a rastras de su mierda de urgencias? ¿El ataúd de Nia había llegado al aeropuerto y tenía que firmar por él? ¿Estaba Waverly allí de pie con su acostumbrada dulzura para ofrecer sus condolencias y ofrecerse a quitarme a Baby Jerry de las manos? ¿A quién le importaba? Era alguien, por Dios. No iba a estar rondando sola por la casa ni un minuto más, y esta era causa suficiente para un ¡Aleluya, hermano! Abrí la puerta de un tirón, con un grito de bienvenida (o un "aparta ese arma, Mike) en los labios.

Solo tuve tiempo para registrar el brillo de una alianza de boda mientras un puño del tamaño de dos de los míos se estrellaba contra mi cara, derribándome hacia atrás en el vestíbulo.

Vampira e IntranquilaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora