III

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Llegaste a la ubicación que Gojo te había enviado alrededor de las nueve de la mañana, con tu arco en la espalda. Resultó ser un parque infantil, rodeado de una alta vegetación que impedía una buena vista del interior.

Solo con poner un pie en esa calle te hizo sentir repentinamente enferma por la cantidad de energía maldita que emitía el lugar. 

Esa no podía ser una maldición de clase menor. La organización había subestimado una vez más una misión, un error que cometían demasiado a menudo. 

Y al llegar a la entrada del parque, te encontraste lo peor. 

Había rastros de sangre como si hubieran arrastrado un cuerpo por la arena en el área de juegos, aunque no se veía ni un alma.

Sacaste tu teléfono del bolsillo trasero de tus pantalones y te lo pusiste en la oreja, esperando la respuesta al otro lado de la línea.

- ¿Hola? - Respondió la voz de un hombre nervioso.

 - Ijichi, estoy en Shinjuku y tiene muy mala pinta. - Dijiste apresuradamente.

- ¿No iba Goj-? - Comenzó el hombre al otro lado del teléfono. 

- He ido yo en su lugar. - Respondiste antes de que terminara la pregunta.  - Siento la energía de una maldición de alto rango, envía a alguien cuando puedas. Hay heridos".

Cortaste la llamada sin esperar su respuesta y comenzaste a conjurar el velo sobre el área. Apenas había tocado el suelo cuando escuchaste un ruido detrás de ti, a lo lejos.

Giraste bruscamente, colocando una flecha en tu arco e instintivamente apuntando a la fuente del ruido.

Se te heló la sangre.

Había dos niños de no más de 6 años, vivos. Se abrazaban en el rincón del parque más alejado de ti, con lágrimas cayendo por sus mejillas pero con los ojos vacíos, inmóviles. Con un suspiro y el pulso latiendo con fuerza en tu sien, bajaste la flecha al suelo para no asustarlos más.

Pero en ese milisegundo, una maldición se materializó detrás de ellos. Caminaba sobre dos patas, blanco como la nieve, y sus ojos estaban inyectados en sangre. La maldición levantó amenazadoramente su brazo con largas y afiladas garras.

Con un gruñido de rabia, imbuiste la flecha con energía maldita, emitiendo un brillo azulado, y la disparaste con la precisión de un bisturí hacia el hombro de la maldición. Pero fue demasiado tarde.

La maldición se abrió camino a través del pecho de uno de los niños, atravesando su corazón, y el cuerpo del infante cayó boca abajo en la arena con la expresión de terror inmortalizada en su rostro.

Demasiado tarde, tu flecha atravesó la extremidad de la maldición, siendo seccionada por la fuerza de tu energía maldita. Aprovechando el momento, corriste hacia el otro chico y te lo cargaste al hombro mientras corrías en la dirección opuesta a la maldición. 

 - Mi mamá y mi hermano... - Sollozó el niño, a tus espaldas.

- ¿Tu mamá también estaba aquí? - Preguntaste jadeando, pensando en los rastros de sangre que estaban por el suelo.

En lugar de responder, el pequeño estalló en sollozos incontrolables. Frunciste el ceño y trataste de distanciarte de sus emociones. Había un problema que resolver primero: con el niño en tu hombro no podías usar tu arco.

Al llegar a la esquina opuesta del parque, bajaste al niño al suelo. Lo miraste detenidamente, y tomaste su mano con firmeza para tratar de consolarlo un poco.

- Escúchame con atención. - Murmuraste tratando de encontrar el tono más reconfortante. Tengo que acabar con el malo de este parque. Tu tienes que huir y esconderte, ¿vale?

Old Beats | Gojo Satoru x LectoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora