XXIV

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El tiempo transcurría de manera peculiar. A veces, avanzaba tan rápido que resultaba imposible capturar el momento, o se detenía y paralizaba todo a su alrededor. En otras ocasiones, como en aquel instante, parecía retroceder, llevándote de regreso al pasado, al pasillo donde Yaga te explicó por primera vez por qué Geto nunca volvería. 

Un hilo conectaba esos dos momentos en el tiempo, en los que el mundo se había detenido por completo y parecía haber perdido el sentido. 

— No lo entiendo. — dijiste por fin con un hilo de voz. — ¿Por qué querría Suguru que me hicieran daño? 

— Sabían que yo no estaba en el país, así que lo habrán hecho para que pienses que yo no puedo... Que no soy... — Mierda, maldijo Gojo, por qué le costaba tanto explicarse.— Que pienses que no estás segura y precipitar tu decisión. 

 — No puede ser. Él nunca haría algo así, nunca me haría daño. — dijiste. — ¿Cómo sé que esto es real? — preguntaste, mirando el papel que te había entregado. 

Gojo inclinó hacia delante, sentado casi al borde del sofá. 

— ¿Piensas que te estoy mintiendo? — preguntó. 

— Se me hace tan extraño como que lo haga Suguru. — dijiste tú, devolviendo la mirada al papel de la recompensa. — Él nunca me ha mentido. 

— ¿Y yo sí? — exclamó Gojo, atónito. 

Encontraste un segundo su mirada y la apartaste enseguida, intimidada por la intensidad de sus ojos. 

— No, pero... 

Siempre has podido confiar en Suguru, ibas a decir, pero te detuviste a media frase porque no era cierto. Suguru era la persona que más daño os había hecho, y jamás se había arrepentido de abandonaros. 

 Pero seguía sin tener ningún sentido. ¿Su propuesta no vencía hasta pasado mañana, por qué te pondría un plazo y dos días después enviaría a alguien a apuñalarte? Habrías podido morir ese día si Nanami no te hubiera encontrado a tiempo. 

— No lo sé, no lo sé —agitaste la cabeza con fuerza—. No sé en qué creer. 

— ¿Sigues pensando en hacerlo? — preguntó Gojo, con la voz temblorosa. — ¿Sigues pensando en irte con él?

— ¡No lo sé! — exclamaste.

El silencio reinó en tu habitación durante unos momentos, mientras vuestros cerebros y corazones iban a mil kilómetros por hora. 

— Te diré lo que creo que está sucediendo. —Dijo Gojo finalmente. — Y no suelo equivocarme. 

Se tomó un momento para coger aire, mientras tú seguías balanceándote levemente hacia delante y atrás, buscando algo de consuelo en la repetición del movimiento. 

— Suguru te está usando para llegar hasta mí.

No pudiste contener una risotada, y Gojo arrugó la nariz ante tu reacción.

— ¿De qué te ríes?

— No lo sé, Satoru. — dijiste mientras seguías meciéndote en tu sitio. — ¿Es tan descabellado que, no sé, Suguru me eche de menos? No tiene por qué ser tan difícil.

— _____, —podías sentir la desesperación en su voz—. Casi te matan. ¿Te das cuenta? Si echas de menos a alguien, no ordenas que lo apuñalen.

Miraste de nuevo el documento de tu recompensa, y Gojo se dio cuenta de tu escepticismo. No lo estabas creyendo. O más bien, no querías creerlo.

Old Beats | Gojo Satoru x LectoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora