XXVIII

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Suguru Geto tenía la presencia de un rey.

Estaba sentado solo en la cafetería, la espalda recta y el mentón bien arriba, mirando con ojos estrechos hacia la entrada. Su traje le envolvía con pomposidad; el cabello medio recogido le coronaba la cabeza. 

La gente de su alrededor no se atrevía a mirarlo, como si fueran a quemarse mirando al sol. O como si intuyeran que, en cualquier momento, podría hacerles daño. 

Seguramente tenían razón. 

Cuando te acercaste a su mesa hizo el amago de levantarse para saludar, pero le ignoraste y te sentaste en la silla de enfrente. 

— Ey. — Saludaste con una sonrisa. — ¿Cómo vas? 

— Me has hecho esperar. — Contestó él.Te encogiste de hombros. 

— Había tráfico. 

Suguru entornó los ojos; no te creía, pero te importaba poco. Se tomó unos segundos para mirarte de arriba abajo, como si buscara algún desperfecto. Control de daños, muy Suguru por su parte. Después mudó su expresión a una de cordialidad que se tensaba por los bordes, impostada, falsa. 

— Veo que estás bien. 

— ¿Lo dices por lo de la puñalada? — Te llevaste las manos al vientre y diste unos golpecitos. — Estoy bien, gracias. — Escupiste la última palabra.

 — Estaba preocupado. — Hizo un puchero y casi te hace reír. 

— Ya, claro. 

— Es cierto. — Soltó un suspiro afligido. — Nos enteramos tarde. Si no hubieras matado tú al cazarrecompensas, lo habríamos hecho nosotros.No podías creerte que fuera tan caradura. 

— Sé que fuisteis vosotros, Suguru. 

— Sí, sé que se ha filtrado. — Levantó las palmas de las manos hacia arriba. — Pero la orden era que te tomaran viva. Ese tipo se extralimitó. 

— Bueno, es lo que pasa cuando pones precio a la cabeza de alguien. No vienen funcionarios trajeados con una orden a pedirte que los acompañes. — Respondiste. 

La camarera te cortó a media diatriba, acercándose a vuestra mesa para tomar el pedido. Habló rápida y secamente, sin querer mirar hacia tu acompañante. Debía estar captando muy malas vibraciones desde esa parte de la mesa. Pediste un té con hielo para ti, y la pobre chica se giró hacia Suguru, con la voz tensa.

— ¿Y usted? 

Suguru la miró con desprecio, los brazos cruzados sobre el pecho y el labio arrugado como si estuviera presenciando algo asqueroso. 

— Lo mismo. — Dijo con desgana. 

— Maleducado. — Lo reprendiste cuando la chica se retiró. 

Él solo te sacó la lengua. 

— ¿Por qué coño lo hiciste? — Preguntaste, cuando recuperaste el hilo de tus pensamientos. — Un día me estabas diciendo que me fuera contigo y al siguiente casi me matan por tu culpa. ¿Estás loco? ¿Te ha dado un brote psicótico o algo? 

Suguru soltó un suspiro grave y se inclinó sobre la mesa, hacia ti. 

— Tenías que ver lo realmente desprotegida que estás, _____. — Dijo con voz suave y ojos brillantes. — ¿Cuánto tiempo estuviste desangrándote en ese callejón, mmm? 

— Estuve al borde de la muerte gracias a ti, sí. No sé en qué crees que te está ayudando este argumento. — Soltaste. — Fue Nanami quien me sacó de ahí. Shoko quien me curó. Si no fuera por la escuela, no estaría aquí sentada, sino enterrada a saber dónde. 

Old Beats | Gojo Satoru x LectoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora