I

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—¿Te gusta así?

Suguru se giró hacia el espejo de tu baño privado y asintió conforme.

Dejaste el bolígrafo con el que le habías marcado el punto en la oreja para cambiarlo por una aguja afilada. Colocando dos dedos en la mandíbula de Suguru, inclinaste su cabeza hacia arriba para verlo mejor.

Era la primera vez que perforabas la oreja de alguien, y tus manos estaban un poco sudorosas. Estabas preocupada por lastimarlo o que el resultado no fuera bueno. Entrecerraste los ojos mientras acercabas la aguja a la oreja de Suguru, quien seguía allí sentado, impasible.

Estabas a punto de perforar la piel cuando sentiste que alguien respiraba en tu cuello. Un gruñido escapó de tus labios con disgusto. Satoru estaba mirando por encima de tu hombro, a meros milímetros de tu cabeza.

—¿Te importaría no respirar sobre mí? Estoy ocupada —resoplaste.

Satoru sonrió, ignorando lo que acabas de decir, y se miró en el espejo del baño. —Podrías hacerme un pendiente a mí también. Me quedaría taaan sexy.

—Dijiste que tenías miedo a las agujas —respondiste a tu amigo. Esa mañana, cuando estabas planeando esto con Suguru, Satoru había confesado que le daban miedo las agujas. No importa cuántas veces lo intentaras, el chico interpondría su Infinito cada vez que acercaras la aguja.

—Serás el centro de atención otra vez cuando terminemos, Satoru —protestó Suguru con voz monótona—. _____, hazlo de una vez.

—Da igual —agregó Satoru—. El piercing robaría la atención de mis magníficos ojos.

Miraste directamente a las gafas opacas de Satoru con incredulidad. Como si alguien pudiera verlos, de todos modos.

Te volviste hacia el pelinegro y le tomaste el lóbulo de la oreja con tacto. No se movió ni un centímetro, pero notaste que tuvo un escalofrío. Sonreíste para ti misma. Suguru sabía cómo ocultar sus emociones con gran habilidad, pero después de todo solo era humano.

Te mordiste el labio mientras colocabas la aguja justo encima de la piel.

—Inhala y aguanta la respiración. En 3, 2, 1... —clavaste el alfiler con todas tus fuerzas hasta sentir que atravesaba el otro lado de la carne. Suguru no dio señales de haber notado nada. El chico te acercó el arete que había elegido, y tú se lo pusiste obedientemente.

—Está sangrando un poco —murmuraste mientras presionabas un montón de papel higiénico sobre su piel.

Suguru se miró en el espejo con su nuevo pendiente y sonrió para sí mismo, satisfecho. —Me queda bien, ¿eh?

—Si no fueras mi amigo, te follaría en este mismo baño —respondió Satoru, provocando una carcajada del otro chico. Tú, en cambio, miraste al suelo, algo turbada por el comentario obsceno de tu amigo, y te colocaste al otro lado de Suguru con el alfiler en la mano.

—Vamos, te haré el otro —dijiste. Hiciste contacto visual con el peliblanco por un segundo y te guiñó un ojo. Inmediatamente, volviste la mirada a la oreja de Suguru, listo para perforar su piel nuevamente.

Un poco más tarde, los tres estaban de vuelta en tu habitación. Suguru estaba sentado en el suelo, con ambas orejas enrojecidas, y Satoru yacía indiferente en tu cama mientras buscaban algo en el fondo de tu armario.

—Toma esto, te irá bien para la curación —dijiste en voz alta mientras le arrojabas una botella de solución desinfectante sin mirar. Escuchaste un suave "puf" cuando Suguru lo atrapó en el aire con una sola mano.

—Gracias, _____. —Suguru dijo con una cálida sonrisa.

Vuestras habitaciones estaban en el mismo pasillo, pared con pared, pero desde los primeros meses en la escuela habíais adquirido la costumbre de reuniros en el mismo lugar cada hora libre que teníais. Shoko, la cuarta estudiante de vuestro curso, era un poco más solitaria, pero los dos chicos y tú habíais desarrollado una fuerte codependencia desde los primeros meses en la escuela.

Old Beats | Gojo Satoru x LectoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora