XXV

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— Suguru cree que te seguiría porque piensa que te amo. Y tiene razón. 

Por un instante, tras escuchar las palabras de Satoru, la fuerza abandonó tu cuerpo por completo. Con tus muñecas entre sus manos, demasiado cerca el uno del otro, tu cuerpo se había convertido en gelatina.

— De qué estás hablando... — murmuraste, sin poder dejar de mirar esos ojos azules.

¿Cómo podía Gojo quererte de esa forma? ¿Si fuera verdad, cómo podrías no haberte dado cuenta en todo este tiempo? En lugar de respuestas, Satoru solo había levantado más incógnitas.

Una chispa de lucidez cruzó los ojos de tu amigo, y te soltó los brazos al instante como si le hubieran quemado.

— ¿Cómo podría Suguru saber eso? — preguntaste, totalmente perdida. — ¿También has hablado con él?

Gojo soltó una risa ronca, mirando al suelo y jugando con sus gafas entre sus manos.

— No. — contestó. — Llevo unos diez años enamorado de ti.

Un escalofrío cruzó tu columna vertebral al escuchar esas palabras, y te enderezaste en tu sitio. Gojo hizo un ruido que parecía entre una risa y un suspiro, y ladeó la cabeza para mirarte de reojo, con una sonrisa de lado en los labios.

— Suguru estaba aquí, siempre lo ha sabido.

Tragaste saliva y negaste con la cabeza.

Lo habías intentado, pero no eras capaz de imaginarte a Gojo enamorado de ti todo este tiempo. Te quería, eso seguro. Pero no podía quererte más que como se quiere a un amigo íntimo, eso estaba demasiado lejos de la narrativa que te habías contado todos estos años.

— No puede ser. — susurraste más para ti misma. — Solo quieres convencerme de que me quede.

Gojo estalló en una carcajada y se puso en pie. Si tenía que ser sincero, le tranquilizaba un poco que no le creyeras. Todo este tiempo siempre había temido que lo supieras y, que por educación o, peor, por pena, hicieras como si no te dieras cuenta.

— ¿Tengo que convencerte? — rió Gojo, dando vueltas erráticamente por la habitación. Se había vuelto a poner las gafas de sol. — Vale, escúchame bien porque no voy a repetirlo. No pienso hacer el ridículo de esta forma dos veces.

Inspiró profundamente y se giró hacia ti, y pensaste que, en ese momento, hubieras preferido verle los ojos.

— Llevo diez años evitando rozarte siquiera una mano sin querer, porque el mínimo contacto contigo me vuelve loco. — soltó otra risa que le hizo parecer demente. — El otro día, cuando habías bebido y te me tiraste encima...

— Ugh, calla... — le advertiste, tapándote la cara con las manos por la vergüenza.

Gojo se agachó delante de ti y te obligó a bajar las manos a tu regazo. Seguías sin poder verle a los ojos, pero a esa distancia lo único que podía ver era tu rostro.

—_____, si no te besé en ese momento es porque habías bebido. — Gojo seguía sonriendo como un loco. — Pero no he podido dejar de pensar en besarte ni un solo día de mi vida desde que teníamos quince años. Y créeme que lo he intentado, pero jamás he podido pensar en otra persona que fueras tú. No sabes lo que me haces.

— Pero no es cierto. — protestaste, sin poder asimilar sus palabras. — El otro día lo hablamos. Sí que pensabas en otras personas, te acostaste con Mei Mei.

Gojo estalló en otra carcajada y se puso en cuclillas delante de ti, apoyando los codos en sus muslos.

— Lo mío con Mei Mei fue solo por despecho. — dijo. — Porque aquella noche me rechazaste.

Old Beats | Gojo Satoru x LectoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora