Capítulo 19

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Casa de Jungkook, Busan – viernes 11 de Septiembre de 2009 – 11:00 PM

Jungkook esa noche tenía guardia... Jimin estaba tumbado en el sofá viendo un programa en la tele mientras devoraba una caja de galletas Oreo. Metió la mano en la caja y descubrió que no había más... ya se había comido la última, bufó y cerró los ojos con fuerza... era la última caja. Y él seguía con antojo de ellas, no quería que sus hijos naciesen con una mancha en forma de galleta.

Se rio de sí mismo.

Sabía que eso era una tontería de las abuelas, pero de verdad le apetecía continuar comiendo oreos. Así que pensó en un modo de conseguirlas. Por desgracia su casa estaba a las afueras de la ciudad y no había tiendas cercanas, tendría que ir hasta el centro, y si Jungkook se enteraba de que había conducido hasta allí el solo y a esas horas tendría serios problemas. Además... que se había llevado el auto y en el garaje solo quedaba el Ferrari... antes muerto que conducir un auto tan ostentoso.

Bufó frustrado y se bebió el vaso de leche de un solo sorbo por si así mitigaba las ansias de una oreo... pero no sirvió. Se sentí capaz de comerse una caja entera en cuestión de dos segundos.

El timbre de la puerta lo sacó de sus cavilaciones, frunció el ceño. No esperaba a nadie y Jungkook tenía llaves. Se puso en pie con algo de dificultad, sus siete meses de embarazo ya comenzaban a pasarle factura. Además, llevaba puesta ropa de Jungkook, ya que su enorme barriga ya no cabía en ninguno de sus pijamas, y se negaba a comprar ropa nueva para solo ponérsela un par de meses y después dejarla olvidada en el armario por siglos.

Llegó a la puerta y como estaba descalzo tuvo que ponerse de puntillas para poder mirar por la mirilla. Cuando lo hizo jadeó asustado. Al otro lado había un ojo enorme, de color azul que lo estaba mirando a través de ella.

— Namjoon... no seas idiota –oyó la voz de Seokjin— aléjate de la puerta.

Jimin respiró profundamente para intentar acompasar los latidos de su corazón, ya que el susto que le había dado Namjoon lo había sobresaltado. Abrió la puerta y un muy sonriente Namjoon estaba al otro lado. Sin mediar palabra entró en la casa y lo dejó frente a Seokjin que miraba a su marido con reproche.

— No te preocupes –lo cortó Jimin cuando el abrió la boca para reprenderlo— es Namjoon... no tiene remedio.

Seokjin sonrió y se encogió de hombros.

— Yo tengo que salir con unos compañeros del trabajo –le dijo el rubio sonriendo— te dejo al niño... espero que se porte bien. No se quería quedar solo.

Jimin rio.

— No te preocupes... así voy practicando –dijo acariciándose el vientre.

Seokjin lo miró e hizo un puchero.

— Aw... estás precioso –susurró.

Se puso de rodillas y comenzó a tocar la barriga abultada de Jimin mientras le susurraba palabras bonitas.

— Eso para que cuidéis a tío Namjoon y no le tengáis en cuenta sus idioteces –le dijo mirando a su ombligo.

Jimin rio entre dientes.

— Se me hace extraño que todo el mundo le hable a mi barriga –dijo frunciendo el ceño— no sé qué esperan... ¿Qué os contesten?

— Me asustaría si pasase eso... créeme –dijo el rubio.

Seokjin se despidió de Jimin con un abrazo y de Namjoon con un grito. Jimin cerró la puerta y fue tambaleándose hasta la sala, donde Namjoon se había adueñado del sofá y estaba devorando galletas mientras miraba el mismo programa que veía Jimin minutos antes. Un momento...

Golpes y floresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora