CAPÍTULO 25

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ALEXANDER VITAL

El espejo me devolvía la imagen de un hombre demacrado por las horas de sueño que había tenido involuntariamente por medio del somnífero que estaba seguro Máximo había esparcido para que mis ojos se fueran cerrando con gran facilidad sin que yo pudiera hacer algo para detenerlo.

Me ajusté la corbata a la vez que los hombres a mi alrededor admiraban como hace media hora no me había alejado de mi reflejo, desperté hace poco para darme cuenta que me habían traído a una habitación lujosa de color blanco con demasiadas ventanas que me dieron la bienvenida apenas mis ojos se abrieron de a poco, el cuerpo me dolía pero nada que unos hombres con grandes manos para obligarme a ponerme un traje de color negro y unas gafas estúpidas que no podia quitarme sin que uno de ellos me golpeara con delicadeza la mano para dejarlas en su lugar no ayudara.

Suspiré al momento que movía mi cuello adormecido por la cantidad de collares extravagantes que también fueron unos de los regalos del imbécil de Máximo, el cuál sabía estaba seguro que estaba ideando una especie de plan para sacarme del juego, tampoco era tan idiota como para pensar que el simplemente me aceptaría de brazos abiertos siendo que el quería el poder con toda la codicia que tenía impregnada en su ser.

Observe por medio del espejo como uno de los tipos más altos se fue acercando a mí con la clara intención de llevarme a la fiesta que se haría en mi honor, recuerdo que a medida que nos íbamos acercando a la casa logré entender que se haría una clase de coronación la cual era como una tradición en la mafia como la dicha búsqueda de la bandera, un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando en mi mente se presentaron las imágenes de como Victoría caía al suelo desangrándose por mi maldita mano.

Junte mis manos formando puños, quise obviar la punzada de dolor que atravesó mi cuerpo cuando el odio hacía mí y hacía el tipo que estaba por ver en unos minutos crecía, el dolor no me abandonaba por más que supiera a ciencia cierta que ella estaba viva, que volvería conmigo.

Su rostro demostraba cómo se sentía por la muerte de ese hombre que en pocas palabras había sido su compañero de aventuras cuando su padre no tenía tiempo para ella, observe cómo me ignoró como si fuera parte del bosque o una simple piedra que tenía que cruzar para lograr su cometido pero estaba más que equivocada si pensaba que yo no podía ser más que una molestía.

Cuando quiso separarse más de donde me había dejado la agarre de sus manos al momento que la dejaba frente a mí, consiguiendo que tuviera que levantar su precioso mirar para que estuviera en mi misma posición.

Podía ver el dolor que impregnaba sus orbes cuando unas pequeñas lágrimas cristalinas se deslizaron por sus mejillas llevándose la suciedad que tenía en ellas por la muerte de Napoli, su sangre había salpicado sobre ella quedando pequeñas marcas de color rojo intenso, pero mentiria si dijera que con esas manchas no era hermosa.

-No te ocultes de mí Victoria, eres la persona más fuerte que podría haber en el mundo y eso es mucho más de lo que tendrías que estar orgullosa porque aunque no lo creas, yo estoy muy orgulloso de tí mi Piccola- le dije en susurros mientras le sostenía las mejillas que estaban bañadas por sus lágrimas de dolor.

Me observó con una pequeña sonrisa oculta entre sus labios, cerró sus ojos por unos minutos mientras disfrutaba de mi caricia sobre su rostro de porcelana que se veía manchado por la tristeza que ella tenía en ese momento, sabía que nunca me dejaría entrar más allá en su vida sin que sanará antes y yo tenía las cosas claras: La quería, en realidad la amaba a decir verdad, mi corazón tenía su nombre escrito desde que supe de adolescente de que se trataba el amor y en todas esas definiciones estaba ella en primer lugar pero nuestras vidas eran diferentes pero juntas eran la catástrofe que estaba listo para afrontar.

El Adiós Dorado 1LDonde viven las historias. Descúbrelo ahora