CAPÍTULO 28

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VICTORIA SMIRNOVA

Una semana había pasado desde que Vital me había visto la cara pero eso no le parecía ser un problema cuando de enviar cartas se trataba, justo en este momento uno de los mayordomos que tenía la casa de Nicolás se asomaba por la puerta de mi habitación con el rostro apenado por la tercera interrupción que me había provocado en el día, gire mi rostro hacía el que se convenció en entrar a mi  cuarto con una bandeja de plata en sus manos a la vez que en la charola se alojaba una carta de color blanca que carecía de color llamativo.

-Disculpe Señorita Smirnova pero ha llegado la tercera carta por parte del General Vital- murmuró con la pena siendo su mayor sentimiento.

Asentí a su información al momento que escuchaba como dejaba la bandeja sobre el escritorio que Nicolás había preparado para mí, el muy imbécil pensaba que no me daba cuenta de todas las reacciones extrañas que tenía conmigo cuando su estúpida personalidad salía en el momento él cual su móvil timbraba de golpe.

Ignoré mis pensamientos al instante que agarraba la carta en mis manos y la abría con tranquilidad, quise minimizar el pequeño sentimiento de emoción que me embargó cuando supe que él no se rendiría conmigo siendo yo tan complicada pero Alex era tan diferente a mí que me enamoraba a cada paso.

Sostuve la carta entre mis dedos al mismo tiempo que desecho el sobre porque no me importaba su color aburrido.

Querida Piccola..
Se que lees mis cartas y no dejaré de mandar estos párrafos hasta que tengas la mínima decencia de ser tan cortés conmigo para contestarme con un te amo  o un te voy a asesinar, me da igual solamente quiero saber que sabes de mi pobre existencia y que Nicolás no se haya propasado porque a la primera que me enterré lo destruiré, no quiero alertarte aunque lo dudo verificando tu historial de muertes, pero conozco más de cuarenta formas de asesinar a alguien y a veinte las puedo hacer pasar por un accidente de tráfico..

Siempre a tus pies, Alexander Vital, el próximo amor de tu vida y marido.

Sonreí por su última oración al mismo tiempo que veía como de la carta caía otro sobre más pequeño que el escrito anterior, me agache sobre mis rodillas a la vez que agarraba lo que se me había caído, al momento que lo tuve en mis manos lo abrí con cuidado para luego leer lo que contenía.

Pd: ¿Puedes abrir tu ventana?

Extrañada borre los centímetros que me separaban de la ventana, la empuje con fuerza logrando que se abriera hacía delante de mí saliendo así del marco del ventanal, si Nicolás era raro estaba claro que su casa tendría que ser igual, observé hacía afuera al momento que colocaba mis manos sobre el borde sin lograr encontrarme nada relevante pero todo eso cambio cuando un auto negro entro a toda velocidad al cesped que rodeaba la casa al mismo tiempo que ignoraba como los guardias corrian detrás del vehículo que parecía importarle poco como la gente lo seguía.

Me apoye sobre el borde admirando como dejo círculos sobre el patio delantero sin dejar de aniquilar a su paso a los guardias que se le interponen sobre su marcha, analice sus vueltas al mismo tiempo que sonreía sin ninguna importancia.

De pronto el vehículo se detuvo dejando la trompa frente a la ventana donde me encontraba yo, entré cerré los ojos al mismo tiempo que veía como el auto hacía rugir sus motores llenando el espacio con ese sonido tan espectacular para las personas que lo apreciaban diferente a mí que no me parecía interesante en lo absoluto, por lo que me gire sobre mis pies al mismo tiempo que escuchaba como el auto siguió mis pasos sin emitir esos rugidos.

Camine hacía la puerta de mi habitación, la gran mansión contaba con dos pisos que tenían tres habitación en la planta de arriba mientras que la parte del primer piso se instalan la cocina con el living que se presentaba con una gran mesa rectangular de color caoba que dejaba lugar a un televisor inmenso que tenía la función de monitorear las cámaras de seguridad de todo el perimetro fuera de la casa.

El Adiós Dorado 1LDonde viven las historias. Descúbrelo ahora