CAPÍTULO 32

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ALEXANDER VITAL

Lo aceptaba aunque me doliera el ego, Victoria me encantaba de una manera particular.

Veía como caminaba de un lado para el otro mientras Nicolas le decía los puntos claves de su plan, ambos parecían una máquina de ideas erróneas que iban descartando a medida que pasaba el tiempo.

Querían llegar a Thompson para comunicarle las modificaciones que estaban sufriendo su droga, era algo simple de realizar pero sabiendo la grandeza de su nombre podrías darte cuenta la magnitud que lograría tener una visita amistosa, no era un hombre cualquiera ya que su sola presencia conseguía alterar a más de una persona que sabía sus alcances, el tipo tenía miles si no es millones de policías detrás de él pero misteriosamente tenía la habilidad de desaparecer de la faz de la tierra sin dejar rastro alguno y eso de por sí era impresionante.

Nunca había escuchado a ningún general o teniente que haya podido comandar sin tener que cruzarse con los hombres de Thompson creando problemas pero misteriosamente nunca lo arrestaron y eso que hubieron más de una ocasión la cual él se dejaba ver frente a la muchedumbre mientras los efectivos simplemente bajaban la cabeza o miraban hacía otro lado.

De pronto las puertas se abrieron despacio dejando pasar a un cansado Sebastian que llevaba en sus brazos a un pequeño que dormía plácidamente sobre los brazos del mayordomo que no dudaba en sostenerlo sin importar que no pudiera moverse mucho por el peso que tenía encima.

-Señor Nicolás el pequeño necesita una compañía más propia- comunicó el pobre hombre que estaba a punto de desfallecer.

Parecía que había pasado una buena tarde con el niño a su lado.

Nicolás nos observó a ambos a la vez que asentía hacia el mayordomo para luego acompañarlo fuera de la estancia, escuché cómo el compañero de Victoria cerraba la puerta pero yo no podía parar de mirar a la chica que me ignoraba desde que había pisado su oficina.

-Para- me ordenó con seriedad.

-¿Parar que?- le pregunté a la vez que me levantaba de la silla para caminar hacía ella dejando que el escritorio fuera nuestro único obstáculo.

Victoria se giró al mismo tiempo que apoyaba sus manos sobre la pulida madera que rechina por la fuerza con la que había impuesto en el movimiento, me observó con los ojos entrecerrados al mismo tiempo que sacudía la cabeza hacía los lados.

-Quiero y necesito que pares de mirarme cómo si fuera lo único bueno que tuvieras en tu vida- me reclamó.

Me quedé callado por unos instantes asimilando sus palabras y sus movimientos que carecían de la gracia característica que la representaba, en este momento veía a una sombra de esa chica que había entrado por las puertas de mi oficina.

-Deberías odiarme por todo lo que he hecho a lo largo de los años, la cantidad de veces que te hice comer tierra de la manera más despreciable, las veces que arriegue tu vida para salvar la mía y lo más importante, por haberte metido dentro de la mafia de la forma más idiota posible- explicó sin mirarme en lo absoluto.

Una media sonrisa surcó mis labios al momento que levantaba su mentón con mis dedos, entre cerré los ojos analizando su orbes que parecían estar al borde de las lágrimas.

-El sentimiento que tengo hacia ti es opuesto al odio y no sabes la cantidad de veces que me he cuestionado tener esos pensamientos hacía ti pero siempre llegó a la misma respuesta, estamos destinados a estar juntos y ni tu ni nadie lo puede cambiar Piccola- le respondí.

-No podemos estar juntos- contraatacó a mi explicación.

Reí despacio mientras limpiaba las lágrimas que formaron parte de mis dedos.

-Yo te amo cómo lo dicta la mafia, éste amor es tan despiadado conmigo que me hace pensar que nunca lograría lidiar con la idea de que te pasará algo y estaría dispuesto a muchas cosas indebidas que mi trabajo prohíbe, pero lo haría por ti- confesé sin aliento.

Ella se quedó callada sin saber que decirme y ese instante me importaba poco que Victoria no sintiera lo mismo.

Estaba dispuesto a amarla cómo mi alma pedía pero mi mente me advertía que el amor no correspondido dolía más que una bala pero mi corazón se estrujaba si no la tenía cerca, estaba dispuesto a ceder ante ella pero no a destruirme.

Victoria levantó la mirada azulada a la vez que se apartaba de mí toqué cómo si le diera asco, dejé que se alejará a la vez que me separaba del escritorio, vi cómo sus ojos se dispersaron por la estancia y su mente le ganaba la jugada por lo que decidí sacarla del pozo el cual estaba cayendo lentamente.

-Me golpeaste- contraataque

-Te volví más loco por mi- rebatió

Le sonreí.

-Debo admitir que fue el mejor puñetazo que he recibido en todos mis años de Policía- contestó.

-Eso ya es decir mucho General- murmuró sentándose sobre su silla.

-Nunca es mucho cuando se trata de ti- le dije sin dejar de mirarla desde mi posición.

Me acerqué a ella al momento que apoyaba mis manos sobre el escritorio tal y cómo ella había estado hace unos minutos atrás, fui acortando los centímetros que me separaban de ella despacio mientras mi mirada iba desde sus labios hasta sus ojos que me analizaron fríos cómo un témpano de hielo que no hizo mella en mí por el simple hecho de qué deseaba volver a sentir su boca sobre la mía.

Pero antes de llegar al tan anhelado roce de nuestras bocas ella rompió la atmósfera, joder.

-El amor es una debilidad- dijo ella.

Me separé de golpe con el ceño fruncido por su brusco comentario por lo que rodeó el escritorio a la vez que ella se paraba dándome la cara sin una pizca de humanidad en sus facciones, sólo había oscuridad en ella y me di cuenta que no lograría combatir contra el odio y todo lo negativo que Victoria tenía encima.

-Y el orgullo es una condena-contraataque.

El silencio se hizo denso a nuestro alrededor, estábamos a milésimas de distancia y simplemente nos observábamos, pero no cómo en verdad éramos sino cómo nos necesitábamos.

-Entonces estaré feliz de cumplir mi sentencia, apártate de mi camino Vital si no quieres salir lastimado- expuso caminando hacía la puerta a la vez que golpeaba mi hombro con el de ella.

Pero no me quedaría callado.

-Yo estaría dispuesto a tener una debilidad con tal que seas tu pero no voy a obligarte a sentir algo que no puedes, a fin de cuentas estoy hablando con una mafiosa sin corazón que piensa muy en el fondo de su cabeza que es divertido jugar con las personas que quiere o finge hacerlo, felicidades ganaste- expuse entrando en un ataque de sinceridad.

Victoria se quedó parada en medio de la entrada a la vez que se daba vuelta sacando su arma de su cinturón y me apuntaba con el ceño fruncido, ignoré que tenía la posibilidad de matarme al momento que caminaba hacía ella sacando mi cuchillo de entre los bolsillos de mi pantalones. Cuando estuvimos frente a frente hable.

-Te destruiré a cómo dé lugar Victoria Smirnova, te detesto con cada partícula de mi cuerpo- le dije colocando mi cuchillo sobre su cuello pálido cómo la porcelana.

Mi contrincante simplemente sonrió por mi amenaza a la vez que acercaba su arma a mi sien con total normalidad.

-Me amas Vital pero no te necesito para una estúpida historia de amor cómo las que lees y nunca lo haré, así que mantente alejado de mí si no quieres contar con una bala en tu frente- dijo para luego irse.

El Adiós Dorado 1LDonde viven las historias. Descúbrelo ahora