CAPÍTULO 36

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VICTORIA SMIRNOVA.

Mi cabeza daba vueltas por la cantidad de alcohol que había entrado a mi sistema desde que volví a la vida, que prácticamente habían pasado máximo cuatro horas desde que Nicolás me sacaba el chaleco antibalas que logré colocarme antes de salir de la casa.

Sonreí cuando recordé que los idiotas de los traidores pensaban que estaba muerta.

Agarré la botella de vodka a la vez que la levantaba llevándola a mi boca mientras las lágrimas bailaban por mis mejillas, la bebida quemaba mientras bajaba por mi garganta pero el dolor en mi corazón dolía más por pensar aunque sea por una vez que Alexander en serio me amaba y que quemaría el mundo por mi porque yo lo haría por él, las veces que fueran necesarias.

De pronto la puerta de mi habitación se abrió de golpe dejándome ver frente a mí a Nicolas que se apoyó contra el marco de la entrada colocando sus brazos sobre su pecho, examinó las botellas vacías de alcohol que residían a mi alrededor al momento que me preguntaba.

-¿Qué harías por él?- me preguntó con tranquilidad.

No entendí su pregunta pero no fue necesario darle muchas vueltas a la respuesta a su interrogante, el se fue acercando a mí hasta que estuvo frente a mí estúpida presencia al mismo tiempo que me levantaba sin apuros, cuando estuve parada siendo sujetada por el me sostuvo las mejillas llevándose con sus dedos los rastros de lágrimas.

-No te destruyas Vic, no por amor ni mucho menos por un hombre- susurro.

-Sería capaz de dispararme a mi misma por el, a derribar todo lo que esté a su lado con tal que me elija pero nunca lo hará, mi amor es retorcido y me lleva a pensar la mayor atrocidad posible la cuál sería lo suficientemente capaz para realizarla solamente por ese hombre, pero no me merece y yo tampoco a él, soy una maldita trastornada que no puede controlar lo que siente y que no tiene la intención de arreglarlo- murmuré abrazándolo.

Nicolás me escuchaba atento mientras buscaba las palabras adecuadas para contestarme, sin verlo venir colocó su frente contra la mía al momento que me decía.

-Vic eres grandiosa y cuando te des cuenta que todos tenemos grietas que nos hacen fuerte serás imparable y yo estaré ahí viéndote brillar como el diamantes que eres- suspiró mientras su cuerpo sufría temblores para luego continuar- Te amo, pero no eres mía- terminó de decirme para luego correr lejos de mi.

Mi mente no respondía a lo que había escuchado, tenía noción de su pequeño enamoramiento pero nunca lograría imaginarme que su amor fuera sincero pero por más que  quisiera no podía corresponderle ya que mi corazón tenía dueño aunque no se lo mereciera.

-No puedo corresponderte- le dije con dolor.

Nicolás se quedó quieto en el momento que levantaba la mano hacía la puerta con la clara intención de irse lejos de mi, giró su cabeza con una sonrisa triste en sus labios pero trataba de no mostrarse débil en mi presencia.

-No te lo confesé porque creí que lograrías corresponderme, lo hice por el simple hecho de que se que en la mañana no lo recordarás- me respondió a la vez que abandonaba la habitación

De la nada sentí como una mano golpeaba mi nuca consiguiendo que mi cara cayera en picada sobre la mesa frente a mí, levanté mi cabeza a la vez que me limpiaba la sangre que comenzó a brotar de mi nariz y labio al mismo tiempo que veía como Miles me sonreía desde la otra punta de la mesa.

-Luces como una idiota que se paso de copas la noche anterior, nada comparado a la mujer que coloco toda Rusia debajo de sus pies, que patética muchacha la verdad- comentó colocando sus manos debajo de su mentón.

El Adiós Dorado 1LDonde viven las historias. Descúbrelo ahora