CAPÍTULO 31

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VICTORIA SMIRNOVA

El sol salía desde la frontera mientras escuchaba como el móvil sonaba de una manera desesperante para ser la hora que era.

Sebastían nos había traído a una especie de cabaña que nos dio la bienvenida hace más de cinco horas, el amanecer se visualizaba desde la ventana de una de las oficinas que tenía a mi disposición desde que llegue, el mayordomo me había hecho llegar información sobre que le han impuesto a Nicolás encontrarme a como diera lugar pero el único de los Benedetti había preferido apartarse de todo y desaparecer en un auto sin matrícula que por informes de mi nuevo secretario necesitaba mi ayuda.

-Señora Victoria, Nicolás está al teléfono y el Señor Vital ha sido dormido con el somnífero que nos facilitó- explicó como un robot para luego cerrar la puerta.

Alexander se había negado varias veces a que me viera con Nicolás por lo que preferí sacarlo del juego sin muchos baches por rellenar, entre medio de los cajones con los que contaba la habitación donde estaba había encontrado una pequeña botella con un somnífero bastante eficaz que lograría dormir por más de seis horas seguidas.

Esperé con paciencia a que Sebastían fuera a buscar a la persona que hace unas cuantas horas atrás me había traicionado de la madera más indecente que alguna vez había visto en todos mis años en la mafia, de pronto escuche unas pisadas que se fueron proyectando de a poco con unos pequeños pasitos a su lado, me giré sobre mis pies a la vez que veía como Nicolás abría las puertas con fuerza dejando pasar a un niño delante de él mientras sus ojos se paseaban por la estancia con tranquilidad.

-Bienvenidos- les dije con una sonrisa que camuflaba mi interés en la presencia del pequeño niño que me observó con admiración.

Nicolás lo llevó hasta una de las sillas que se postraba frente al escritorio que en ese momento era lo único que nos separaba, logré visualizar cómo el pequeño trataba de mantenerse al margen de mí mirada.

-Dime que se te ofrece en esta ocasión Benedetti- pedí colocando mis codos sobre la mesa sin siquiera mirarlo.

El hombre que alguna vez pensé que era mi amigo y más que eso, que era mi hermano ahora mismo no sabía cómo hablarme ni mucho menos me dirigió una mirada que me diera un indicio del porqué se encontraba frente a mí con un niño que no parecía pasar los nueve años.

-Martino perdió a sus padres en el incendio que se provocó dentro de la estancia, soy lo único que tiene pero necesito tener algo estable por unos días hasta poder irme del país- explicó con la vista fija en mí.

Sonreí por pura impresión de su petición y lo que significa para todos los integrantes de la casa la presencia del traidor, analice sus facciones tratando por segunda vez en mi vida buscar la falsedad que podría estar impregnada en su rostro pero lo único que logré ver fue la aflicción que su corazón sentía que se desplazaba por todo su cuerpo, podía observar a simple vista como le había afectado la traición pero estaba aquí frente a mí, sin armas ni nada que le dijera que saldría vivo de aquí.

Confiaba en mí como yo lo hacía con él.

Antes de responder a su petición no dicha dirigí mi mirada hacía el pequeño que parecía tener frío por los pequeños temblores que se apoderaban de su cuerpo.

-Martino Sebastian te llevara al jardín para que juegues con él y un par de niños que son hijos de los empleados, cuando sea hora de comer el te traerá, siéntete en tu casa pequeño- le dije con una sonrisa.

El niño observó hacía Nicolás que asintió a mis palabras dándole el permiso necesario para correr a la puerta consiguiendo abrirla de golpe, escuché el gruñido por parte de Sebastian que lo disimulo cuando coloco una mano sobre su boca para luego toser, espere a que se alejara con Martino mientras veía como Nicolás no quería dirigirme la mirada en ningún momento.

El Adiós Dorado 1LDonde viven las historias. Descúbrelo ahora