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Sus respiraciones agitadas, la gente saltando a su alrededor, luces cambiando de color, música fuerte y en lo único que podía pensar era en cómo se sentiría besarlo. Su cuerpo reaccionó por sí mismo, cuando el anhelado toque iba a suceder el menor los separó frustrando sus planes. Le regaló una sonrisa y asintió en forma de disculpa por chocar con él. Caminaron hacia la barra, lo único que quedaba vació para ese momento.

—Creo que ya debería irme, la cocina necesita a gente lista para trabajar más duro que nunca.
— ¿Te llevo?
Negó con la cabeza. — Traje mi viejo auto, puedo llegar tranquilamente a casa.
— ¿No bebiste mucho?
—No te preocupes, estoy perfectamente bien.

Caminaron hacia la puerta y el frio de la noche los golpeó, acompañó al menor hacia su automóvil para poder pasar unos minutos más con él. Se despidieron y lo observó alejarse. Luego de unos minutos sumido en sus pensamientos subió a su vehículo y se puso en marcha. Agradeció llegar rápidamente a su destino, se dejó caer en el sofá y revivir esos pequeños segundos con el bailarín. La puerta se abrió de golpe y la imagen de su líder cargando al delgado cocinero casi hace que vomitara todo en el piso. Tras una rápida búsqueda de respuestas entendió lo que ocurría, el chico estaba drogado.

*****

— ¿Qué rayos acaba de pasar? — gritó el pequeño pelinegro golpeando suavemente su frente con su mano—. ¿Qué estabas pensando?

El bailarín se regañaba ante la estúpida idea de estar a punto de robarle un beso a su mejor amigo. Estar bailando, tan cómodo como Boun siempre lo hacía sentir y mezclarlo con cerveza casi provocaba una tragedia. Tuvo que utilizar toda su fuerza de voluntad para evitar lanzarse por esos labios con los que deseaba perder su primer beso. Claro que era mejor conservar esa amistad que perderla por cumplir un estúpido sueño. Sin darse cuenta en qué momento había pasado se encontraba en casa, justo en la puerta de su apartamento, sacó las llaves de su bolsillo trasero, pero una mano le impidió llegar a la puerta.

— ¿Noche divertida señor Warut?
— ¿Señor Katsaan?
—Así que los niños buenos pueden ser malos a veces. — sintió el alcohol en el aliento del asqueroso hombre.
—Disculpe, pero quiero entrar a casa. — trató de soltarse del agarre del cobrador, pero era imposible.
El hombre le sonrió de una perturbadora forma y supo que necesitaba hacer algo. — ¿No quieres divertirte un rato?

Lo golpeó directamente en la entrepierna, cuando el cuerpo pesado del hombre cayó al suelo abrió la puerta y rápidamente entró por ella. Escuchaba los gritos ahogados del hombre y un escalofrió recorrió toda su espalda. No era la primera vez que trataba de tocarlo sin su permiso, pero por primera vez en su vida sintió que no sería tocar su espalda o su trasero. Los gritos aumentaron y golpes fuertes azotaron la puerta. Se quedó temblando abrazado a las llaves, rogándole al cielo que el señor desistiera y se retirara. Los minutos pasaron y el estruendo fue cada vez más lento hasta que cesó por completo. La voz de su abuela llamó su nombre.

— ¿Ocurre algo Baba?
— ¿Qué es ese escándalo? — su abuela se enderezó en la cama como si fuese la tarea más difícil del mundo.
—Un ebrio solamente… pero ya se fue vuelve a dormir.
—Que bien que regresaras a casa, cariño.
Asintió y cerró la puerta.

Al estar dentro de su pequeño cuarto su cuerpo se calmó, era horrible tener que vivir en tan malas condiciones y peor aún tener un cobrador como ese. Sentía el agarre aun en su brazo lo cual provocó que quisiera bañarse lo más pronto posible. Abrió la llave del agua y para su mala suerte se encontró con la noticia de que el agua caliente se había terminado. Sin importarle el hecho y aun vestido dejó que el agua lo cubriera, lo hiciera sentir limpio de nuevo.

No te equivocaste - Dos vidas perfectas - BounPremDonde viven las historias. Descúbrelo ahora