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A Lee SeokJin le hacen la propuesta de ser el asistente personal del hijo de el empresario más importante de Daegu. Sin embargo, al aceptar, acepta de igual manera el romanticismo y la pasión que le embarga cuando mira esos ojos esmeralda, tan...
❝Si con mis letras te seduzco, Imagina con mis acaricias❞
Daegu, Corea del Sur.
La luz tenue inundaba la sala de la mansión, los pequeños faroles de la mesa central le daba un toque tranquilo y elegante con el contraste de el rojo, negro y blanco de la decoración del lugar.
De alguna manera, les resulta ahora la mansión más cálida que antes.Tal vez sea porque tienen una enorme sonrisa en sus rostros, sus manos entrelazadas que encajan como piezas de rompecabezas o porque sus corazones latian con ímpetu.
El pequeño Yeontan se encontraba caminando por toda la sala, escudriñendo todo.
Taehyung y Jin se tumbaron en el sofá de cuero, ambos tenían sus mejillas rosadas.
-Jinnie...- empezó llamando la atención del castaño que estaba sonriendo.
-Es la primera vez que me llama por un apodo cariñoso- soltó una risita demasiado tierna para el pelinegro.
-Escogeré un apodo más adecuado, lo prometo- acarició su mejilla con parsimonia, disfrutando el tacto con la tierna piel.
Se retiró derrepente, dejando al menor queriendo más caricias por parte del contrario. Pero, Taehyung solo estaba empezando a superar su desconfianza y miedo.
-Lo que te quiero decir es que... no sé si es la mejor de las propuestas que te mereces, o si es demasiado pronto o...- respira hondo y mira a Jin que lo mira también con sus ojos azules que tanto ama- ¿Me darías el honor de ser tu novio?- cuestionó lentamente y apretó sus labios esperando respuesta.
El menor sonrió mordiendo su labio inferior, agarró las mejillas del de mirada verdosa y presionó sus labios con los contrarios.
El beso fue tierno y suave, se dicen todo mediante ese beso, todos los te quiero que no alcanzan a decirse en esta vida, todas las disculpas, y se besan para recompensar todas las veces que quisieron probar los labios contrarios. Como si algún día se fueran a ir y nunca regresaran.
El mayor agarró con firmeza y recelo la cintura contraria y sin romper el beso, puso a Jin en su regazo, empezando a acariciarla por debajo de la tela. Mientras que el de tez blanquecina enredó sus dedos en las hebras pelinegras atrayendolo más a él.
Las lenguas de ambos se enredaban entre sí, sin poder saciarse, en una dulce danza en donde no existen más protagonistas que ellos dos.
Se separan del beso, mirando el desastre que era el otro, su desastre, ambos con su cabello revuelto, labios hinchados y una gran sonrisa pintadas en sus sonrojados rostros.
-¿Eso le da la respuesta a su pregunta?- preguntó sonriente, el pelinegro apretó más su agarre en la cintura.
-Todas las respuestas- dijo lentamente, saboreando las palabras, intentando disfrutar el momento lo más posible.
Se dan un último beso, más breve, para luego pararse a comer la comida caliente de la cocina.
Posiblemente la comida más especial, acompañado con la persona que quieren.
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