En 1870, Marlenne Fitzgerald conoce muy bien los pros y contras de provenir de una familia en donde sólo hay mujeres.
Uno de los beneficios es que cada una de ellas conoce el poder que lleva dentro, pueden sacar a relucir las capacidades que poseen...
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SAIGHEAD BOIREANNACH XIV. «Bailarín y encantador de caballos» . ___________________________
—¡Jamie!
Por encima de la música y el ruido de las voces que hablaban, cantaban y reían; resonó la potente voz de un hombre calvo, de nariz prominente y ojos verdosos. Poseía porte y talante de un líder nato.
—Permítame un momento por favor —se excusó Jamie para con la irlandesa y se acercó al hombre, quien no apartaba los ojos de encima de la muchacha de rizos castaños.
—¿Se puede saber porqué esa desconocida que salió quizás de qué infierno, sabe tu nombre real?
El pelirrojo recibió las quejas por parte del escocés con algo de fastidio, ya no se sentía cómodo por tener que darle explicaciones a todo el mundo debido a sus condiciones políticas con la corona.
—Dougal, no te interesa. Creo que deberías poner atención en otras cosas y no realmente con quien mantengo conversaciones.
—El clan Mackenzie te puso un apellido falso con tal de protegerte de los casacas rojas, poniendo nuestro pellejo en el intento —escupió —. No sabía que todavía eras un adolescente que piensa con el pene, después de todo ¿qué es lo que sabemos de esa muchacha? ¿además de que al parecer estás muy interesado en conversar con ella?
—Es huésped del clan del bosque, de las curanderas.
—Y estoy seguro de que Blaire Paganon la tiene entre ceja y ceja —comentó Dougal volviendo sus ojos hacia las mujeres en cuestión —. No seas imbecil y cuida tu cabeza, es tu cuello el que buscan los casacas rojas.
—Sé cuidarme bien, tío Dougal. No necesito de guardaespaldas.
Se alejó del hombre con la intención de volver al lado de aquella misteriosa joven aparecida, había algo que le intrigaba de ella en profundidad. Solamente que no podía llegar y hacer preguntas como lo haría en el mercado o con cualquiera de los hombres del clan.
Cogió dos copas de vino y suspiró, pues no quería parecer un acosador insistente a la hora de hablar con una dama que apenas llevaba viendo en pocas ocasiones.
—¿Se sirve otra copa? —le susurró al oído, al verla concentrada en el espectáculo del trovador —, creo que la que tiene en la mano ya se acabó.
—Pues se lo agradecería mucho.
—¿Cómo conoce a Gwyllin El Bardo? —preguntó, sumamente interesado de la reacción de la muchacha, sus ojos no se despegaban del arpa y una sonrisa de satisfacción surcaba sus labios.