•DÁ UAIR-DHEUG

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SAIGHEAD BOIREANNACH
XI.El fugitivo
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La primera noche en el campamento que dio cobijo a Marlenne fue extraña, alerta y sorprendentemente cómoda. La cama que Grace armó para ella se sintió muy blanda y caliente para su sorpresa, pues creía que pasaría frío ya que no veía que tuvieran un gran sistema de calefacción, añoraba la salamandra en medio del salón de su casa.

Observó que cuando despertó, la cama de Grace ya estaba vacía, asumiendo que se levantó bastante antes. No tenía idea de la hora, sólo sabía que era día sábado y que ayer había vivido la experiencia más extraña que jamás habría llegado a imaginar, tampoco la hubiera creído si alguien se la contaba en medio de alguna conversación.

Se sentó en medio de las cobijas y sobó sus ojos con los dedos de sus manos tratando de espantar el sueño que aún poseía su cuerpo. Revisó sus pertenencias que yacían a su lado en un desconfiado instinto de supervivencia aprendido de Adela, sintiéndose algo avergonzada por el hecho de dudar de quienes le dieron una mano cuando no tenía idea de a donde concurrir de no ser por la mágica aparición de Grace el día de ayer.

Ni siquiera tenía la mayoría de las pertenencias, sólo un poco de dinero–dudando que sirviera en esta época– una chaqueta, sus armas y alguna que otra tontería que llevaba en el bolso de cuero, el resto debía de estar descansando en el hostal de Inverness.

Antes de salir de la cabaña de Grace, se dedicó a observar sin caer en husmear en sus cosas, pues había aprendido que aquello era incorrecto a pesar de la curiosidad que se sintiera. Habían algunos símbolos colgados en las paredes, velas en los muebles de madera rústicos y algunos inciensos de distintos colores, alfombras decorativas de diversas pieles. El ambiente era agradable.

Al abrir la puerta vio a una mujer en donde se encontraba la fogata; yacía acuclillada y al parecer cocinaba algunos alimentos en una especie de cocinilla a leña muy rudimentaria. Al verla le regaló una breve sonrisa y Marlenne se dio el valor para acercarse a donde una de sus anfitrionas permanecía dando vueltas los palos con carne insertada en ellos.

—Buenos días— masculló de forma breve—, ¿dónde están...? —dejó la frase sin terminar, pues se sintió algo intimidada en la presencia de aquella hermosa mujer.

—Asumo que Grace está recolectando murtas silvestres y bueno, Blaire jamás le dice a nadie a donde va, si no hasta que se encuentra nuevamente en casa—respondió sin apartar la vista de la comida—. Asumo que debes tener hambre.

Marlenne asintió y la joven se puso de pie para luego ofrecerle un plato de sopa que yacía sobre los leños encendidos. Sintió el delicioso aroma de la preparación y comenzó a comer, obviando por completo los detalles que habían tallados en la cuchara con la que comía. Su estómago gruñía y no era para menos, llevaba varias horas sin comer y la sopa estaba realmente buena.

Saighead Boireannach |James Fraser, Outlander|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora