En 1870, Marlenne Fitzgerald conoce muy bien los pros y contras de provenir de una familia en donde sólo hay mujeres.
Uno de los beneficios es que cada una de ellas conoce el poder que lleva dentro, pueden sacar a relucir las capacidades que poseen...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
____________________________
SAIGHEAD BOIREANNACH. XIV. «La mujer de Balnain» . ____________________________
Marlenne no podía creer el hecho de que Blaire estuviera invirtiendo tiempo en ella, lo estaba dedicando en hacerle atuendos y una vestimenta adecuada para presentarse en el Castillo Leoch. Luego de aquel hostil recibimiento hace unos días atrás, era algo totalmente impensable.
La mujer era realmente una artista, poseía una habilidad muy desarrollada para la costura. Caitlin no se quedaba atrás, había confeccionado los moldes que habían sido la caparazón para sus vestidos; después de unos días, las telas, blondas y encajes tomaron forma, logrando que Marlenne se sintiera como salida de un cuento de hadas.
—Ya ves, cuando estoy de humor soy capaz de hacer maravillas —comentó Blaire cuando uno de los vestidos estuvo puesto sobre el cuerpo de la recién llegada —. Luce muy lindo en tu cuerpo—declaró y sin mirarla, pues no estaba acostumbrada a dar cumplidos.
La irlandesa contempló la tela, lamentando no tener un espejo más grande en el que observar los detalles del vestido. Acarició la suavidad de las blondas y los bellos colores que combinaban en su totalidad.
—Nos hace falta un espejo de cuerpo completo —susurró observando a Blaire sin ocultar su felicidad —, de esa manera podrías contemplar el plano completo de visión de esta perfecta obra de arte.
—Sería un sueño de ser así. Pero créeme ya me siento feliz por tenerlo puesto, no quiero quitarlo de mi cuerpo —respondió Marlenne sin poder dejar de mostrar los dientes por el sentimiento de alegría que llenaba su interior.
—Bueno, no quiero arruinar tu sonrisa, pero hay que ir a dejarle estas prendas a la mujer en el mercado —,sentenció Blaire —. También hay pañuelos y bordados que estuvo haciendo Caitlin.
Marlenne comprendió el mensaje completamente y sonrió de lado. Tenía un enorme sentimiento de gratitud por todo lo que habían hecho por ella, por ende no tenía ninguna intención de reclamar porqué tenía que caminar una cantidad no menor de camino al mercado.
—Iré y volveré a la brevedad.
—Más te vale, debes estar aquí a tiempo para colocarte ese vestido.
Marlenne salió de camino sin perder el tiempo. Disfrutó del paisaje sin precedentes que entregaban los senderos y las orillas repletas de árboles, arbustos y flores silvestres. No obstante, se hallaba deseando sin querer volver a toparse con ese pelirrojo, aquel que solía ver en esos parajes agrestes y verdosos; sólo que sabía que era impensable y que no debería estar recordando ideas idílicas y fantasiosas sobre un desconocido del que nada sabía más que el nombre, el grupo de hombres con los que andaba y el distinguido acento escocés que gastaba al hablar.