Capítulo 27

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La noche permanecía estrellada bajo la tenue luz de la fogata, conforme avanzaban las horas los familiares se fueron marchando uno a uno a sus aposentos, incluyendo a Zil y su hija quien cansada solo dormía. Andrés las acompañó a su habitación y una vez que se aseguró que estuvieran cómodas se marchó a su habitación.

Ninguno de los dos podía dormir, él pensando en Zil y ella a su vez en él. Daban vueltas en la cama cual enamorados. Desgastada por no poder dormir salió al balcón a admirar las luces del cielo, meditaba si su reciente relación con Andrés fuera un augurio de cosas buenas. No por lo económico, sino porque cuando estaba con él se sentía distinta.

Siempre estuvo protegida por su familia, pero él le daba la libertad que ocupaba y aun así se sentía segura.

Un toque en la puerta la sacó de sus ensoñaciones, cuando se acerca a revisar por la mirilla se da cuenta que es Andrés, aun vestido elegantemente. Se veía tan sexi...

Ella abre preocupada pensando en que quizás pasó algo.

—No puedo dormir —dice él.

—Yo tampoco —confiesa ella y abre la puerta para que pase.

Cuando la cierra ella lo invita con un solo ademán a que salgan al balcón.

—Tal vez pienses que soy una boba, pero todo esto es nuevo para mí —declara sin temor—. No me puedo creer que ahora seamos novios.

Andrés la abraza y ella se acurruca en sus brazos.

—No porque no sea algo nuevo para mí, signifique que lo disfruto menos —La toma de la cara para que note que dice la verdad—. Lo que significas para mí no tiene precio, Zil. No hay nada con que compararse, me gustaría que lo entendieras. He sido más feliz en estos dos días que en toda mi existencia.

Ella se ríe al oírlo, porque también lo siente así.

—Entonces ambos somos unos bobos, porque ninguno puede dormir —ella vuelve a recargar su cabeza en su pecho escuchando el latido de su corazón—. Gracias por la sorpresa y por el collar, sé que imagen le vendrá bien.

—Puedes poner la que quieras, pensé en la niña, una foto de ella sonriendo —saca su móvil y abre la galería—. He tomado un par que te puedo pasar...

No se ha dado cuenta de lo que ha dicho, Zil no tiene un teléfono inteligente sino más bien de la década pasada. Aun se sorprende como es que tiene señal.

—¿Cuándo es tu cumpleaños? —pregunta él a sabiendas que aún no sabe ese dato.

—Temo que te lo has perdido, fue el quince de noviembre, recién cumplí los veintitrés —informa orgullosa—. Pensé que te lo había dicho.

—La edad sí, pero la fecha no —confirma para ella—. Entonces si me lo permites, déjame que te obsequie un teléfono por tu cumpleaños atrasado, creo que te debo eso y el de navidad.

—¿Qué? ¡No! —suelta la risa al notar el tono juguetón con el que él le dice las cosas—. Me gusta el teléfono que tengo.

—Vale, entiendo... no quiero presionarte, pero... imagínate que te quiero mandar una foto de algún lugar en donde esté trabajando ¿Cómo la veras?

Zil entrecierra los ojos, sabe que él está bromeando con ella... broma en serio como dicen en su pueblo.

—¿Y tú cuando cumples años? —pregunta pensativa.

—Creo, nena hermosa, que también nos hemos perdido ese festejo —se ríe al notar que su chica es reticente—. Fue el veintisiete de octubre, cumplí veintinueve añitos. Como puedes ver, soy un polluelo.

Seducida por el italianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora