Itzia yace parada de la mano de su mamá junto al altar adornado de luces, flores tintas, azules, follaje y cientos de diminutas luces. Ambas con vestidos similares y peinados parecidos. Zil había decidido llevar un vestido de top de encaje con manga larga y espalda descubierta, su amplia falta de sifón plisado caía en voladas por la parte trasera, pero esta era cubierta con el velo que tanto ella como él habían elegido para el momento. Un velo del mismo color blanco, como el color de seda antes de ser tintado, y con estrellas bordadas de cristal en él y la orilla adornada del mismo delicado encaje del vestido.
Había decidido usar el dije que él le había regalado casi un año atrás. Andrés por su parte decidió usar el reloj que su prometida le había dado.
Zil no podía dejar de ver a Andrés de pies a cabeza, si antes le parecía guapo, ahora ante ella se ve exquisitamente apetecible con su traje azul de Prusia, chaleco gris a cuadros y corbata del mismo color azul. En el saco de vestir, en la solapa del cuello como amuletos lleva dos broches en forma de constelaciones, una de Escorpión y otra de Leo, haciendo alusión a sus cumpleaños y el de Itzia. Junto a estos, una flor color tinto les hacía compañía.
Durante los últimos meses habían estado pasando varias noches a la semana juntos, incluso la pequeña, después de que se casaron por el matrimonio civil y se tramitó la adopción, comenzó a llamarlo papá.
La primera vez que lo hizo el corazón de Andrés sufrió un vuelco, la emoción le embargaba de tal manera que lloró. Estaba conmovido, no entendía como en algún punto esa pequeña había llegado a ser parte no solo de su familia sino dueña de su cariño y al igual que su madre, de su corazón. La amaba y estaba dispuesto a cuidarla y ver por ella en todos los sentidos. Especialmente esta noche cuando se casaba con su madre.
Una vez que el ministro presente le cedió la palabra lo primero que hizo fue agacharse a la altura de la peque. Andrés sacó una cajita con una pulsera de flores e infinitos y con su nombre grabado en ella. La frase "princesa de papá", grabada en su interior haciendo alusión al significado del nombre de la nena, así como al hecho de que él se convertía oficialmente en su padre.
—Princesa, prometo cuidarte siempre, trabajar por que tus sueños se cumplan y ayudarte a conseguir que estos sean realidad, prometo amarte junto a tu mami todos los días. Prometo ser tu papá siempre que lo necesites y protegerte de todo aquel que quiera lastimarte, siempre podrás confiar en mí, así como yo confío en ti para hacer sorpresas para mamá.
La pequeña sonreía de oreja a oreja, está contenta porque para ella, es un papá nuevo, uno que nunca tuvo y que por fin tiene. Itzia suelta la mano de Zil y con los brazos abiertos recorre la corta distancia y abraza a Andrés. Este se levanta con ella en brazos y ambos besan sus mejillas.
—Te quiero, papi —declara ella dándole un beso en la frente.
A él como a varios de los presentes se les hace un nudo en la garganta al oírla. No es una niña muy expresiva, pero cuando lo es, sorprende a todos.
—Yo a ti, princesa —responde él besando también su frente.
Lucía se acerca y toma a la niña para que prosigan con la ceremonia.
—Ahora bien, es hora de los novios —anuncia el ministro—. Por favor, los padrinos de anillos.
Fer y Maggie salen de su fila para colocarse cada uno al lado de los novios, "Can't help falling in love" de Elvis Presley fue la melodía en piano elegida para el momento en el que ellos compartieran sus votos.
—Debajo de este firmamento, con cada estrella como testigo, yo, Mauro Andrés Di Rosa Vitale, te tomo a ti como mi esposa, prometo amarte eternamente. Ser fiel en nuestras promesas, con mi alma y pensamiento. Cuidarte en los momentos de más necesidad e incluso cuando no creas necesitarme, darte mi hombro para llorar y mi pecho para tu reposo. Prometo velar, cuidar y proteger a nuestra familia y que Itzia siempre tendrá un padre que verá por ella, tanto como tú lo has hecho, prometo ser tu compañero en esta hermosa aventura. Prometo que cada día de mi vida te haré saber lo importante que eres para mí, con cada latido de mi corazón y suspiro de mi alma, sabrás que no miento. Y si ocupas tomar mi mano, te la doy, así como mi corazón para que seas amada, adorada y contemplada cada día de nuestras vidas.
ESTÁS LEYENDO
Seducida por el italiano
RomantizmÉl conduce hacia su escape, pero un aparatoso accidente le cambia los planes y el destino. Conoce la historia de este apuesto italiano y la chica que cree que no merece ser amada. Prohibida su reproducción total o parcial. Cuento con todos los der...