Capítulo 40

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Todo estaba organizado y planificado para la aprehensión Rogelio y sus cómplices. Nadie la avisó a Zil para que no se preocupara, sin embargo, los García y los Di Rosa estaban juntos en la casa de María en espera de las tan ansiadas noticias.

—Luca dijo que en cuanto estuviera detenido nos avisaría —informó Matteo a la familia con el teléfono en la mano—. Lo van a procesar directamente, llevaron todas las pruebas y violó su libertad condicional.

—Ojalá si lo refundan, esta vez en la cárcel para siempre —dice Fer con anhelo.

—Lo llevarán a Estados Unidos —dice Andrés como si nada, después de no haber hablado durante buen tiempo. Los García ignoraban ese hecho y voltean a verlo extrañados—. Luca nos informó que los Rivera lo asociaron con el crimen organizado, al parecer era buscado por la DEA y FBI junto a otros de sus ayudantes. Al menos sabemos que estando con los gringos no le van a perdonar nada.

Tita, que sentía un gran alivio en su corazón, eleva una plegaria interna a Dios agradeciéndole por eso.

—Dios quiera que todo salga bien y los arresten a todos —dice en voz alta.

—Así sea, Tita —secunda Lucía—. Ya verá que pronto Zil e Itzia volverán con nosotras.

Maggie que había viajado desde el pueblo hasta donde ellos para acompañarlos, también se sentía ansiosa por la situación.

Al cabo de media hora el timbre del móvil suena haciendo que todos guardan silencio.

Andrés es quien responde y pone la llamada en altavoz.

—¿Luca? Estas en altavoz, todos de oímos —advierte a su primo favorito.

—Soy Jasiel, Luca está herido, pero a salvo, lo están atendiendo —avisa a todos provocando conmoción, cuando la escucha sigue hablando para darles tranquilidad—. No hay de qué preocuparse, Luca está bien y el agresor y sus cómplices ya han sido detenidos, todos estaban en una casa de seguridad acá en Michoacán.

El alboroto y alegría no se hicieron esperar por parte de todas las familias. Lucía yacía llorando agradecida con Dios en los brazos de su marido. Fer y Maggie yacían abrazados a Tita, quien también lloraba de alegría.

—Gracias, muchas gracias. Estoy en deuda con ustedes —exclama Andrés con nudo en la garganta al mayor de los primos Rivera—. ¿Ustedes, cómo están?

—De nada, lo hicimos por Zil. Aquí todos estamos completos —dice escueto y sin humor, él aguardaba una pequeña ilusión por Zil, pero sabía que el corazón de ella le pertenecía a Andrés—. Tenemos que dejarlos, todavía hay un largo proceso que hacer. Luca se comunicará pronto con ustedes.

—¡Espera, ¿y Zil, ya podrá volver a casa? —pregunta Tita en voz alta.

—Si, Tita... pronto estará con ustedes, hasta luego —y cuelga.

Jasiel no dio más explicaciones y ellos se quedaron sacados de onda por la forma en que les dio la información. Sabían que estaban quizás exhaustos, no tenían idea de lo que los Rivera y Luca junto a otros de sus compañeros tuvieron que hacer para llevar a cabo aquella aprehensión.

Al ser agentes encubiertos, tenían que ir todos cubiertos para que nadie les reconociese. Ninguno podía hablar para que no se oyeran sus voces y eso sin contar con el plan y equipo táctico que usaron. Tenían quince días desde que supieron del paradero de los delincuentes, pero no podían hacer nada por que ocupan un orden de aprehensión. El gobierno mexicano no tenía muchos ánimos de acelerar el proceso, solo fue cuestión de que los gringos se enteraran para que todos se pusieran a trabajar.

La familia yacía feliz porque por fin ese capítulo se había cerrado. Estaban muy animados comentando eso al respecto cuando a Andrés se le ocurre marcar a Zil con las esperanzas de contactarla. Se escucha como entra la llamada, pero esta no responde, una vez más y nada.

Sale al patio trasero para una mayor recepción y nada. Su novia no coje la llamada. Mientras está en eso, no escucha que el timbre de la puerta suena, todos dentro es un alboroto, una alegría, un júbilo.

—¡Andrés, ven acá! —grita su madre desde dentro.

—¡Voy! —responde volviendo a llamar el número de Zil, el que le asignaron los Rivera.

Un timbre comienza escucharse más fuerte, más nítido, más cercano. Andrés se gira y encuentra a la mujer de sus sueños parada en el umbral de la puerta trasera con el teléfono en mano. Ella rechaza la llamada y mete el teléfono a su bolsa trasera del pantalón.

Andrés corre hasta ella y la alza en brazos del suelo. Sus corazones acelerados, lágrimas de felicidad y una sensación de plenitud son solo algunas de las cosas que ambos sienten. Zil lo abraza con fuerza mientras este la sujeta firmemente.

—¡Maldita sea, te extrañé tanto! —clama Andrés.

Zil que también llora emocionada, busca su rostro y lo besa, un beso posesivo, apasionado y en el que no puede haber más sentimiento de culpa para los corazones que decidieron amar a pesar de todo.

Seducida por el italianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora