Capítulo 9

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Afuera Gustavo y Emil revisan alrededor luego de recargar la bicicleta sobre la pared de madera, al igual que sus primos caen en cuenta de la baja situación económica de aquella familia.

—Tranquilos, no pasa nada. Venía pedaleando bajo la lluvia y derrapé en una curva. Estaba tirada en el piso llorando de dolor cuando ellos amablemente se bajaron a ayudar —explica rápidamente por causa de los nervios. Intenta controlar sus emociones y disimular escondiendo el dolor que le causaron los golpes.

—Hija, pero tienes un golpe en la cara —dice Tita no creyendo ninguna de las palabras de su nieta—. Toma ayudará la inflamación. —Le acerca un trapo con hielo de afuera para ponérselo en la mejilla.

—No, Tita, fue cuando caí, fue espantoso. Me duele todo —asegura a la familia.

—¿Segura que estás bien?, si quieren podemos llevarla a una clínica o algo así, donde ustedes quieran —les ofrece Jasiel al ver la situación en la que se encuentran.

—¡No, no se preocupen! —se exalta Zil al oír la propuesta bien intencionada del joven—. Con un descanso y unas pastillas para el dolor, estaré perfecta...

—Niña, yo considero que el compadre debería revisarte —le sugiere su madre que preocupada se mantiene a su lado acariciando su cabeza.

—No, mamá, estoy bien... En serio.

Fer ajeno a todo lo de afuera al percatarse de las voces masculinas sale del pequeño cuarto de madera que ha sido conferido para el cuidado del desconocido.

—Disculpen, ¿puedo ayudarlos? —inquiere Fer a los recién llegados.

—Hola, solo trajimos a la chica que encontramos, estamos esperando que salgan nuestros primos para irnos. —responde el rubio.

—¿La chica? ¡Zil! —los deja ahí para correr hasta donde su familia para encontrar aquella escena que no le da buena espina.

—¿Qué pasó? —pregunta nada más llegar.

—Nada, estoy bien. Caí de la bicicleta al venir. Ellos me ayudaron...

La corta y escueta explicación de Zil, deja a la familia insatisfecha mientras que su hermano le repasa con la mirada y observa todas las magulladuras.

—Disculpa hermana, pero no parece que te hayas caído de la bicicleta —dice Fer.

—¡No tengo por qué dar más explicaciones, ya dije que me caí y eso debería ser suficiente para ti y todos aquí!. —Zil alza la voz más de lo debido, provocando que su pequeña hija, la cual separada por una cortina de tal reunión tan peculiar, yacía dormida plácidamente hasta que se despierta asustada por aquel grito imprudente de su joven madre que al oír sus quejas se disculpa y sale en la búsqueda de su amada hija.

—Sh, tranquila —le anuncia para que no se sobresalte son su presencia.

—¡Mami! —la nena al oír de nuevo a su mamá baja de la pequeña cama acercándose con brazos abiertos para abrazarla

—¡Cariño, te extrañé! —la voz efusiva y alegre de Zil le resultan agradables a la pequeña, lo que hace que olvide el anterior susto.

—Hija —le llama Lucia—, los chicos ya se retiran.

—Está bien mamá, diles que esperen un momento ya salgo —Zil envuelve a su nena en brazos y la regresa a la cama, fuera hace mucho frío y está consciente de que puede enfermar—. Espérame aquí un momento ¿Sí? Maní viene enseguida, no te salgas si no, no te daré una sorpresa que te tengo preparada.

La niña entusiasmada por la sorpresa comienza a divagar con su madre sobre lo que es, Lucia que sale a pedirles a los jóvenes que esperen, no los encuentra, pues estos yacen fuera platicando con su esposo e hijo.

Seducida por el italianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora