Capítulo 48

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El camino de regreso a casa de los García fue de una charla amena, Zil se dedicó a contarle sobre su nuevo empleo y de la posibilidad de que le den terapia a su hija en ese lugar. Internamente, Andrés está muy feliz de que ella este encontrando lo que necesita. Le hubiera gustado ayudarla, pero sabe que ella siempre ha sido independiente y quitarle esa autonomía es algo que la orilló a que terminaran.

Había pedido que la sacará de la ecuación y era claro el por qué.

—Me da mucho gusto que hayas conseguido un trabajo —dice él tomando su mano a través de la palanca de cambios.— Verás que le dan un espacio a Itzia, seguro se los gana con su sonrisa y comentarios creativos.

Dicho esto, ella sonríe, espera que así sea.

—De cualquier manera, no quiero que te preocupes en caso de que ocupes hacerle estudios y estos tengan un costo. Sé que no deseas sentirte que te mantengo o algo así, y si realmente lo necesitas, para que no te sientas incomoda puedo prestarte y ya luego me pagas ¿está bien? —pregunta él mientras sigue manejando.

—Está bien, esa idea me gusta más y no es que sienta que me mantienes, es que así es. Ya nos prestaste tu casa, y luego también estas ayudando a mis padres con lo del negocio... no quiero que piensen o que crean que nos estamos aprovechando de ti o tu familia. No quiero que las personas nos vean como oportunistas o a mí como interesada —expresa con firmeza los pensamientos que le carcomían por tanto tiempo.

Andrés la comprende, pero no está de acuerdo con que le importe lo que las personas digan.

—Las opiniones de las personas son importantes en relación al valor que le damos, en cuanto más valor tengan para ti, más importantes serán —medita él en voz alta, algo que había aprendido hace tiempo—. No puedes dejar que la opinión de personas que no son las que te aman importen más de aquellas de las que te aman con su alma entera.

Zil había vivido una vida en parte mediática cuando se supo que había sobrevivido al ataque sexual de tres hombres del ejército. Por meses, los reporteros estuvieron acampando cerca de su hogar, le seguían durante todo el proceso judicial que llevó.

Había sido una tortura por meses, ser el centro de atención, y también la comidilla de las personas. A la mala, había aprendido a que la opinión de las personas tienen un peso, más cuando estas tienen que juzgarte por lo que eres, por lo que te pasó y por lo que se espera de ti.

Sin embargo, tenía Andrés razón en algo, si bien tienen un peso, no se puede permitir que sean más importantes que la opinión de las personas que le aman. Las palabras resonaban como una revelación para ella, que ahora lo toma desde otra perspectiva.

—Gracias, tienes razón... sé que no debe importarme, solo trataré de ir cambiando eso. Mientras tanto, sé que no será fácil, pero hay cambios que quiero hacer —razona en voz alta algo que venía meditando en su corazón.

—Cuéntame, sabes que cuentas con todo mi apoyo, siempre —ratifica él en voz alta.

—Quizás no sea el momento más adecuado para decírtelo, pero, mi familia está buscando otro lugar para mudarse y bueno, este tiempo que estuve sola con Itzia y aunque estuvimos en compañía de otra familia me gustó probar que estuviéramos solas —expresa emocionada con la idea que planteará—. Nunca habíamos tenido esa conexión, madre e hija. Siempre he tenido el apoyo y compañía de mi familia, y para nosotras fue muy duro estar sin ellos, pero nos conectamos... no quiero perder eso. Quisiera irme a vivir solo ella y yo, y ahora que conseguí este trabajo y con ese sueldo, creo que podría pagar una guardería y rentar algún cuarto o algo así... solo es un idea.

Andrés la escucha muy emocionada, sabe que nunca ha tenido una independencia total. Nunca ha podido disfrutar de una vida normal, no ha tenido amigas con las cuales pudiera salir a tomar un café o de una noche de baile. Sabe por lo que le ha contado, que incluso nunca tuvo una relación formal. Le fueron arrebatadas tantas cosas y se ha dedicado al cien por ciento a su familia que las cosas ordinarias han salido sobrando; sin embargo, no porque sean ordinarias, no son importantes.

Seducida por el italianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora