Capítulo 35

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Los García estaban en casa de Maggie confundidos, preocupados, desesperanzados y en llanto. Tita y Lucía lloraban tras la tragedia, por una parte, agradecían a Dios que todos estuvieran con vida y por otro lado estaban preocupados de la magnitud de las circunstancias.

Nunca se imaginaron que aquel hombre iba volver a querer acabar con la vida de todos, con quemar su hogar y mucho menos con haber contratado un grupo armado dispuesto a disparar sin temor alguno.

—Es un milagro que los primos esos estuvieran aquí —confirma Don Memo los pensamientos de todos—. De no haber sido por ellos, nos hubieran emboscado sin problema alguno.

—¿Y los animales? —pregunta Tita acordándose de ellos—. Díganme que pudieron abrir sus puertas.

—No, abuela —dice Fer con pesar—. Cuando nos acercamos al corral ya estaban muertos.

Tita solloza con tristeza, no esperaba que la maldad de esos hombres fuera tan grande. Sus dos cerdos, sus cuatro gallinas, su gallo y su vaquita, muertas.

—Cuanta maldad... —dijo en un susurro.

Zil yace con el brazo vendado y acaricia el cabello de su hija que yace dormida en el sofá.

—¿Y ahora qué hacemos? —pregunta Lucía desconsolada en los brazos de su esposo— ¿Dónde vamos a vivir?

—Se pueden quedar aquí —dice Maggie—. Mi casa no es muy grande, pero si cabemos todos. Hay dos recamaras, Zil, Tita, la niña y yo podemos dormí en la mía. En la otra se pueden acomodar usted Lucía y Don Memo. Y tú amor, pues te tocará el sofá.

Fer se acerca a su novia y la abraza para luego besar su cabeza.

—Gracias, cariño. Muchas gracias —ofrece con un nudo en la garganta—. No me regresaré a Durango. Lo mejor es que permanezca aquí con ustedes.

—Debemos presentar una denuncia a las autoridades —anuncia Don Memo.

—Como si de verdad pudieran hacer algo —recrimina Lucía—. No pudieron tomar cartas en el asunto soltando a ese maldito hombre y ahora tú tienes la esperanza de que puedan hacer algo por qué quemaron nuestro hogar... No creas que harán algo, son igual de corruptos que siempre.

Las palabras, aunque duras son totalmente ciertas.

Zil yace aguantándose las lágrimas, es mucho que procesar en todo este tiempo. Por un breve momento fue feliz junto a Andrés, pero sabe que eso yace kilómetros de distancia desde que le pidió que fuese su novia. Ahora, ya ha sufrido dos ataques contra su vida, uno directamente y otro indirectamente. Se siente culpable de poner a su familia en peligro constante e incluso la idea de acabar con su vida le cruza por la mente.

Piensa en que debe comunicarse con su novio para ponerlo al tanto pero cuando revisa el bolsillo del pantalón se da cuenta que no lo trae, se debió haber caído mientras huían o mientras cayó cuando la bala le rozó.

Fuera se escucha como se estaciona una camioneta y Fer de inmediato se asoma por la ventana divisando a los primos Rivera. Le dice a su familia que son ellos y estos guardan la calma ya que se asustaron por un momento.

Este les abre cuando se van acercando a la casa.

—Pasen, pasen —les invita. Todos notan que uno de ellos está herido—. Maggie, mira.

Ella se da cuenta al igual que todos y se acerca de inmediato a Emiliano.

—Soy enfermera, puedo ayudarte a vendar ese mal intento —advierte notando el torso desnudo y lleno de sangre de este.

Él asiente y se deja caer en la silla más cercana.

—¡Que alegría que estén vivos! —dice Tita acercándose a besarlos a todos—. Estábamos preocupados por ustedes.

Seducida por el italianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora