Capítulo 21

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Un beso puede no significar nada para quienes tienen el corazón y la mente enfocados en otras cosas, pero para quienes tienen puesto todo en alguien, un beso significa que puedes conquistar el mundo.

Andrés, quien ya contaba con experiencia en el arte de la conquista y seducción, sintió que no sabía nada a comparación de lo que sus emociones le embargaban en ese momento. Para Zil, quien era la primera vez que besaba todo era mágico, nuevo y lleno de energías que se acumulaban en sus sentidos. Es como siendo atraído a algo más poderoso, que no se puede comprender y ni explicar al intentar ser racional.

Ambos son consumidos por el momento, todo a su alrededor se desvanece tras la cortina de lo intangible, de los espirales aromáticos que se desprenden del calor de los cuerpos. Andrés pasa suavemente su lengua por los labios de ella logrando que se estremezca, le gusta lo que siente y lo hace de nuevo. Zil que creyéndose inexperta, se deja llevar entregando lo mejor de sí, sin saber que el simple toque de sus labios provoca en él un ardiente deseo.

El beso se ralentiza, no porque lo deseen, no porque lo necesiten, sino porque deben. Algunos de los transeúntes miran disimuladamente al par de enamorados y sueltan risitas en complicidad. Algunos otros rememoran varios ayeres en los que, aun contando con toda su dentadura, se entregaban a pasiones inocentes con gran deleite. Y otros tantos los miraban con morbosidad, creyendo que eso sería solo la antelación de lo que ocurriría más tarde.

Que equivocados estaban todos ellos, no solo eran un par de enamorados bajo el hechizo de una pasión inocente, ni tampoco era el preámbulo de lo que ocurre tras cortinas cerradas. Era el primer beso de una chica a la que le habían robado sus primeras veces, era la restauración de un par de corazones que no creían ser merecedores de amar y que sin buscarlo se encontraron con su igual.

Andrés la rodea con los brazos y ella acomoda su cabeza en el pecho de él. Suspiran, y respiran a la espera de que sus corazones alterados se calmen.

—Gracias —musita ella provocando que él se pregunte el por qué agradece—. Por ser gentil conmigo.

Él no se percata en primera instancia, pero lágrimas salen del rostro de ella.

—¿Qué tienes?, ¿por qué lloras? —pregunta conmocionado y preocupado, tomándola suavemente para ver su rostro—. No mereces nada más que cariño, ternura y gentileza.

Zil sobrepasada por el momento, vuelve a esconder su rostro de él y lo abraza con fuerza. Él besa su coronilla y entiende que no es fácil para ella y que debe ser especialmente cauteloso.

—No hay nada que agradecer, Zil —le vuelve a besar el cabello con olor a frambuesa—. Y si alguien tuviera que hacerlo, ese sería yo por darme la oportunidad de besarte. Sé que no sencillo para ti y aun así... Mereces ser feliz y ser querida, respetada, mereces todo.

Ella intenta calmar su llanto, pero las lágrimas tenues se deslizan una vez más, no es un llanto inconsolable, es uno liberador. En un vago instinto ella levanta el rostro y Andrés se inclina para darle un beso tierno en la nariz. Zil cierra los ojos ante el tacto y él aprovecha y de nuevo la besa, dulce y sensible.

El tiempo transcurre para el par de enamorados, que sin darse cuenta el lugar poco a poco ha ido quedando vacío. Cuando Andrés se da cuenta la invita a regresar a casa y ella accede sin que ninguno suelte la mano del otro.

—Fue una hermosa velada —dice ella mientras él maneja de vuelta.

—Cita, fue nuestra primera —confirma él haciendo que ella sonría abiertamente—. No puedo pedirte que seamos novios aun, quiero hacerlo en el momento correcto. Siento que debo terminar definitivamente con esos asuntos del pasado si quiero darle paso a esto que tenemos. No quiero por ningún motivo tener que exponerte como mi pareja ante esas situaciones —Explica siendo razonable.

—Concuerdo contigo —dice ella apretando la mano de él en confirmación—. Tita se la pasa diciendo que todo tiene su tiempo, llegará el nuestro. Mientras tanto no me molesta seguirte conociendo.

El rubor en sus mejillas delata los pensamientos de ella, la nueva forma en la que se están conociendo. Acompañado de cenas, manos tomadas, algún que otro abrazo y besos que la hacen perder la razón. A ella le gusta eso, ella quiere y desea eso.

Cuando llegan a casa se encuentran con que todos están dormidos, a excepción de Rosa y Tita, quienes esperaban a los enamorados mientras tomaban un café. Les preguntan qué tal ha ido todo, a lo que ambos responden que bien y se dirigen sin decir más a la habitación de Andrés. Dentro yace la nena de ella dormida.

—Te dejo para que descanses, cualquier cosa que necesites estaré al final del pasillo —él señala la puerta caoba al fondo—. Mañana saldremos de aquí como a las nueve.

—Vale, tengo todo listo, no desempaqué nada —aclara ella—. Que descanses.

Le da una sonrisa tierna, ella no espera besarlo de nuevo, así que se aleja un paso para cerrar la puerta.

—Tú también, que pases buenas noches —desea para ella y está a punto de alejarse cuando vuelve.

La toma de la cintura con una mano y con la otra en su cuello. Acerca su rostro al de ella como pidiendo su permiso y esta se acerca a él. El beso es más entregado, más apasionado y más necesitado. Quizás es porque ya ha sido extendida la confianza o porque simplemente se han vuelto adictos a su tacto.

Y así como sucedió se fue, impulsivamente, dejando a una chica con el corazón acelerado, con deseo de más. Andrés se mete a la vieja habitación de unos de sus hermanos y va directo a la ducha, necesita enfriar sus pensamientos y desacelerar su corazón. 

Seducida por el italianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora