Capítulo 17

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—Es Andrés... —murmura Yatzil por lo bajo, pero todos se giran a verla—. Dejen de mirarme.

La familia entera se da cuenta de su imprudencia e inmediatamente se giran. Don memo se acerca hasta donde Andrés y le saluda.

—¡Un gusto verte, muchacho! —Extiende su mano y Andrés detiene su andar para saludar.

Él yace con una sola muleta que le ayuda a caminar, ya que trae una bota férula en el pie, así que no batalla tanto al caminar como antes.

—Igualmente, Don Memo —él le saluda con tota la cortesía y modales que su familia le ha inculcado—. Hemos venido con un propósito, pero antes, permítame saludar a todos.

—Claro, pasen, están en su casa —Don Memo se acerca a los acompañantes de Andrés, que no son nada más y nada menos que sus dos hermanos, Matteo y Dante—. Mucho gusto, muchachos, soy Guillermo García Amor, para servirles.

Ambos hermanos se acercan y saludan amablemente. Este los invita a pasar a su humilde morada mientras escudriña el actuar de los hombres. Se da cuenta que ninguno actúa con impresión o sorpresa, al contrario, la naturalidad con la que se desenvuelven en ese ambiente no le pasa desapercibido. Es de más decir que gente de dinero o clase alta visitando a pobres no es algo que pase muy a menudo, y, sin embargo, ahí están.

—Hola, Tita —saluda Andrés a la anciana, quien se acerca para darle un fuerte abrazo y luego un fuerte pellizco en la mejilla—. Que gusto ver que me extrañara tanto como yo a usted.

—No te creas, alguien aquí te ha extrañado más que yo a ti —revela Tita haciendo que tanto Andrés como Zil se sonrojasen.

—¡Suegra! —reprende Lucía ante el comentario y se ríe, de hecho, todos se ríen, menos los involucrados—. Que gusto verte de nuevo, Andrés, ¿cómo sigues?

—Pues no se puede decir que, en perfecto estado, pero mejorando —abre los brazos para que le vean, la dueña de su afecto no desaprovecha la oportunidad y le repasa con la mirada—. Quisiera presentarles a mi otro hermano, Dante —este se acerca y va saludando a cada uno de los miembros de la familia mientras dicen sus nombres—. Y bueno, a Matteo ya le conocieron.

De igual manera, Matteo Vitale saluda a todos y se queda parado al lado de su hermano menor. A pesar de que Andrés es el más pequeño de la camada Vitale, se puede decir que es el más alto y atlético de todos. Doña Rosa dice que a su padre y recuerda con nostalgia las veces que este la cargaba a ella en brazos. «Has abueliado» repetida muchas veces.

Mientras Dante se acomodaba a su izquierda, Matteo a la derecha. Don Memo les ofrece a sentarse, pero se niegan.

—Muchas gracias, Don Memo. Ustedes siempre son muy amables. Pero como les dije, mi venida acá tiene un propósito.

—¡Habla, muchacho, que me tienes el alma en un hilo! —dice Tita desesperada, lo que provoca una risa socarrona de este.

—Bueno, yo al irme no fui conforme. No solo porque me salvaron la vida, sino porque el conocerlos, aunque sea poco, impactó mi vida —Andrés traga duro, pues siente un nudo en la garganta—. Una vez que llegué a casa me di cuenta de que había algo, algo que es más allá de una ayuda material, o de un rescate en medio de la nada, es lo que ustedes tienen como familia.

Los García estaban conmovidos por sus palabras y a su vez azorados. No entendían que era lo que pasaba o la finalidad de eso. Aunque Zil reconocía esas bellas palabras por la carta que este le había escrito.

—Debo confesar que me comporté como un estúpido al inicio, pero me bastó conocerlos para cambiar ese concepto que tan erróneamente tenía en mi vida. Ustedes tienen el más grande tesoro que nadie les puede arrebatar y es el amor que se tienen como familia, no he dejado de pensar en ello y en la forma en que podría recompensar tanto de lo que han dado.

» Sé que hacer algo por uno sería hacer algo por todos, pero ese no es el chiste, mi único deseo y mi único anhelo es conocerlos mejor y mientras lo hago, me gustaría que conociesen al resto de mi familia. Por eso hemos venido mis hermanos y yo, queremos invitarlos a pasar año nuevo con nosotros. Si es que aceptan, les aclaro que esta invitación no es en "pago" por lo que me ayudaron, es porque realmente quiero que nos conozcamos y que mejor que conviviendo juntos.

Don Memo observa a Lucia, está a él y luego a su suegra, quien yace ignorándolos a todos mientras observa fijamente la cara de su nieta.

—Creo que la que debe decidir eso, es Zil —expone Tita haciendo que todos la miren incluso la susodicha.

—¿Qué, yo? No —niega con la cabeza.

Su hijo que al por fin entender la situación se da una cachetada mental, así que responde por todos.

—Es una propuesta maravillosa, Andrés —confiesa poniéndose de pie—. Creo que todos estaríamos encantados de ir con ustedes y curiosamente es la segunda propuesta parecida que recibimos el día de hoy... sin embargo, en este momento no creo conveniente que sea yo o mi esposa, o mi madre —se gira a verla y esta lo ignora—, quienes debamos tomar la decisión.

Andrés comienza a asentir con la cabeza, cuando se da cuenta de que Don Memo se va acercando a él. No llega a murmurar, pero se acerca lo suficiente como para que solo él escuche.

—Deberías hablar con ella a solas primero —Andrés asiente ante el comentario, aunque por dentro siente un volcán a punto de ebullición, no se puede creer que tenga una oportunidad más de hablar con ella.

De nuevo se siente adolescente, esas mariposas en el estómago y esa sensación de ansiedad. Por un momento le gustaría salir corriendo, pero es más poderoso lo que siente por la chica que apenas conoce que toda la ansiedad acumulada.

—Zil —la llama y esta levanta la cabeza—. ¿Me acompañas?

Andrés extiende su mano en espera de que esta la tome y aunque duda por un momento lo hace. Toda la familia ve cómo es que ella acepta el tacto de la mano de él. Los Vitale no ven nada extraordinario, pero para los García ven su mundo que se retorna en colores.

Tanto Dante como Matteo se quedan charlando con los García mientras son entrevistados por la curiosa de Tita, quien no se cansa de ofrecerles cosas para comer.

Zil dirige a Andrés por el camino que va por detrás de su casa, aún siguen tomados de la mano y él no sabe a dónde es dirigido, pero reconoce el lugar. Lo vio desde la ventana, suben una pequeñita colina y entonces él puede ver todo, los pinos, el arroyo con el agua clara y la nieve junto a esta.

Ahí antes de la empinada, entre los pinos yace un pequeño lugar hecho de madera, un pequeño escondite en donde Zil aprovecha para pensar, cantar y a veces hasta escribir. Ninguno dice nada hasta que llegan al lugar y ella le invita a sentarse en un ancho tronco que usa como para ello. A pesar de lo majestuoso del sitio, hay una sola cosa que ocupa su mente y esta es la maldita sensación de sentir piel con piel la mano de ella.

Es como si pasase una corriente eléctrica y le saturase la energía.

—¿Leíste la carta que te deje? —pregunta Andrés al estar solos.

Siente como las mariposas están por ahogarlo y el nerviosismo se instala hasta en sus manos.

—Sí, es hermosa... —confesa Zil, ella no es muy afectiva con las personas, pero sabe que algo está cambiando por qué se siente nerviosa estando con él—. El cheque... lo he quemado, no era necesario.

—No te preocupes, me imaginé que algo así harían, sino tú, tu familia —se ríe con pesar, realmente esperaba que aceptaran la ayuda que les brindaba.

—¿A qué has venido, realmente? —inquiere ella, pues que sea joven no la hace tonta.

Andrés se ríe y murmura un «Me atrapaste».

Zil internamente baila emocionada, pro fuera mantiene esa actitud seria.

Él nota como es que ella intenta zafar su mano, pero comienza acariciarla y esta se calma.

—La verdad, vine por ti —confiesa mirándola fijamente a los ojos—. Quiero conocerte mejor, Zil. Me gustaría que me dieses la oportunidad de hacerlo, soy más que ese hombre que te dijo aquellas cosas, soy más que eso y además me gustas...

Él se ha dado cuenta de lo que ha dicho y no puede borrarlo, los ojos de Zil se abren igual de asombrados que su corazón.


Seducida por el italianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora