XLI. Adolescentes

6.8K 347 124
                                    

Max

-¡Esto es una mierda! -exclamé tirando una de las piezas de la cuna al suelo, harto ya de las carcajadas de Daniel. Me había prometido a mi mismo que iba a ser yo el encargado de montar y preparar todo, pero se me estaba haciendo un mundo.

-Sigue las instrucciones -sugirió Daniel, todavía entre risas, tratando de coger un poco de aire. Pensé que se moriría si seguía así.

-Las instrucciones también son una mierda -dije pasándole el papel para que pudiese comprobarlo. Vale que era la primera vez que trataba de montar un mueble, pero aquello era demasiado complicado. Había números y piezas por todas partes, y una hoja prácticamente incomprensible. Acabaría volviéndome loco antes de poder entenderlo.

Me senté en el suelo al lado de Daniel, que escaneaba las instrucciones con el ceño fruncido, tratando de comprender lo que había escrito. Su mirada pasaba del papel a las piezas, y de vuelta al papel. Parecía tan perdido como yo, por mucho que tratase de ocultarlo. En mi caso era más difícil. Nunca me había caracterizado por mi paciencia, y aquella no iba a ser una excepción.

Recorrí la habitación con la mirada. La habíamos pintado de blanco el día anterior. Daniel me había ayudado para evitar que me volviese loco. En realidad, llevaba días ayudándome. Me había acompañado a comprar la pintura, los muebles y había escogido las cortinas, blancas con unas nubes azules. Incluso había comprado algún que otro peluche. Según él, era su deber como "tío".

Sonreí orgulloso de mi mismo. En el fondo, no nos estaba quedando tan mal. No era perfecto, pero eso es lo que lo hacía especial. Estaba hecho como habíamos podido o sabíamos pero, sobre todo, estaba hecho con cariño. Visualizar aquello me hizo darme cuenta de cuánto habían cambiado nuestras vidas en los últimos meses. Íbamos a ser padres, y yo estaba cagado. Me sorprendía la tranquilidad y la serenidad de Jess al afrontar una situación de semejante magnitud. Era más que obvio que por dentro llevaba aquellos miedos, pero parecía estar tan segura que me hacía admirarla.

-¡Lo tengo! -gritó Daniel sacándome de mis pensamientos, uniendo dos piezas de la cuna. -Ahora solo quedan otros quince pasos -bufó dejando el papel en el suelo, alcanzando los tornillos para sujetar las dos partes. -Por cierto... Jess me ha dicho que tenéis una cita -comentó sin levantar la mirada. Me sorprendía la enorme confianza que habían construido entre ellos, hasta el punto de contarse todo.

-Eh... si -logré decir entre titubeos. Nunca había sido una persona a la que le había gustado hablar de sentimientos ni nada relacionado con ellos. -Vamos a dar una vuelta por el puerto.

-Bien... -esta vez sí levantó la mirada, clavándola en la mía. -Solo te lo voy a advertir una vez, porque sé que eres muy inteligente y lo entenderás a la primera sin necesidad de que tenga que repetírtelo. -tragué saliva, pues era de las pocas veces que lo veía tan serio. -Como vuelvas a hacerle daño, te corto las pelotas. Y no estoy exagerando, Max -dijo empuñando el destornillador que estaba usando para montar la cuna. -¿Me has entendido bien?

-Si -respondí rápidamente, algo impactado por sus palabras. ¿Cómo no iba a entenderlo si estaba amenazándome directamente a mi cara?

-Perfecto, porque lleva desde ayer ilusionada, pensando en qué va a ponerse, y no quiero que vuelva a decepcionarse -sonreí levemente al saber que estaba tan impaciente como yo por volver a vernos.

-No la voy a decepcionar -dije, por primera vez en mucho tiempo, seguro de mi mismo.

Jessica

-¿Qué te parece? -pregunté a Daniel en el mismo momento en el que entró por la puerta. Me había puesto un vestido blanco suelto, de pequeñas flores naranjas, y con la cintura ajustada justo debajo del pecho. Los vestidos eran de las pocas prendas de ropa que me servían, y aquel me encantaba. A pesar de quedar por encima de las rodillas, era de manga larga, perfecto para mediados de octubre en Mónaco.

Dangerous game | Max VerstappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora