XLVIII. Saliendo de dudas

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Jessica

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Jessica

Era un lunes lluvioso en Mónaco. La noche anterior habíamos vuelto a casa, y debo decir que las cosas no habían ido nada mal con la familia de Max. Luka había sobrevivido a una noche con nosotros, y aquello me había dado confianza. Me había relajado poco a poco, pensando en que aprendería con el tiempo, y que la perfección no era tan importante cuando las cosas se hacían con cariño. O así me gustaba pensar para no acabar tomando ansiolíticos.

Max y yo nos encontrábamos en ese momento en la sala de espera del ginecólogo, sabiendo que la de ese día era la ecografía de más importancia. Si había algo mal, se sabría ese día. Había estado deseando aquella visita durante días, porque necesitaba saber si todo iba bien. Max se había mostrado impasible, como si estuviese completamente tranquilo, pero es verdad que su agitación había ido aumentando en el instante en el que pisamos la clínica. Porque aquel era el punto de no retorno.

-¿Crees que podrán decirnos el sexo? -preguntó mientras yo pasaba historias de Instagram sin ni siquiera prestar atención a lo que estaba viendo. Había pensado que estar con el teléfono me ayudaría a distraerme, pero era incapaz de centrarme en algo que no fuese la ecografía.

-Puede ser -respondí metiendo el móvil dentro del bolso, asumiendo que nada haría que me calmase.

-Estoy seguro de que será niño -susurró al ver que la gente en la sala comenzaba a mirarnos mal por hablar en voz alta. Enarqué una ceja ante su afirmación.

-¿Estás seguro? -pregunté prácticamente riendo.

-Sí. Estas cosas un padre las sabe -me hizo gracia su expresión facial y la suficiencia que había en sus palabras, a pesar de que era obvio que no tenía ni idea de lo que iba a suceder. Nadie lo sabía.

-¿"Un padre lo sabe"? ¿Cómo lo sabe? -susurré sonriendo. Definitivamente Max era de más ayuda para la distracción que el teléfono móvil. Sabía que estaba a punto de soltar una de sus estupideces, de esas que me hacían replantearme el hecho de tener un hijo con él. Pero en el fondo me encantaba escucharlo.

-Pues he leído que si la barriga está inclinada hacia abajo, es un niño -dijo señalando mi tripa, que para nada tenía aquella forma que acababa de describir, pero que para él tenía todo el sentido del mundo. -Además, si tienes mucho apetito y tendencia hacia el dulce, es otro indicativo de que va a ser un niño.

-Ya... -susurré tratando de aguantar la risa ante la sarta de estupideces que acababa de soltar. -¿Y eso lo has leído en tu libro? -pregunté haciendo referencia a aquel que tenía en su mesita de noche y el cual, cada día antes de dormir, leía un capítulo en voz alta para hacerme saber lo que le sucedería a mi cuerpo y a nuestro bebé en los próximos días. Era tan gracioso, y a la vez tierno, ver la ilusión en sus ojos que, a pesar de que siempre me burlaba de aquella tradición, me encantaba que lo hiciese. Me ayudaba a dormir, a tranquilizarme.

Dangerous game | Max VerstappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora