XXV. Sincerándonos

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Jessica

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Jessica

-Estás embarazada? -preguntó Max jugando con la caja en sus manos. Estaba tanto o más nervioso que yo. Y no era para menos. Nuestras vidas podían estar a punto de cambiar para siempre. Yo tan solo me quedé en silencio. No sabía qué decir. Estaba completamente bloqueada. -Joder, Jess, di algo! -exclamó tirando la caja al suelo, levantándose de la cama para quedar a mi altura, mirándome directamente a los ojos. Le aparté la mirada, porque era incapaz de enfrentarme a todo aquello. -Estás embarazada o no? -preguntó ésta vez intentando no levantar la voz. Se notaba que estaba intentando controlarse; estaba intentando no ponerme nerviosa, pero yo ya llevaba en aquel estado durante siete días. Siete largos días con sus siete largas noches en las que la cabeza no había parado de darme vueltas. -Respóndeme, joder! -su voz inundó cada milímetro de aquella habitación de hotel.

-No lo sé, vale? -grité yo en este caso más que él. Lo último que necesitaba era que me gritasen y me pusiesen todavía más histérica. -No lo sé... -repetí ésta vez en un susurro que ni siquiera sé si llegó a escuchar. Vi cómo se giraba, con las manos sobre su cabeza, dándome la espalda. Mis lágrimas amenazaban con brotar, y tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano por controlarlas.

-Cuando pensabas decírmelo? -dijo girándose para volver a mirarme a los ojos. Estaba furioso, y se reflejaba en su rostro. Y no tenía nada que reprocharle. Tenía todo el derecho del mundo a sentirse así. Le había ocultado una de las cosas más importantes que puede pasarle a alguien en su vida.

-Ni siquiera sé si estoy embarazada. No me he atrevido a hacérmelo -expliqué intentando que me comprendiese aunque fuese un poco. Pero su cara de frustración era más que evidente a ese punto de la conversación.

-Y desde cuándo lo sospechas? -sentí un nudo en la garganta que me impedía comunicarme. Sabía que la había cagado. Había metido la pata hasta el fondo al esperar tanto tiempo a decírselo, y ya no había vuelta atrás. -Jess, desde cuando -repitió esta vez poniendo su mano en mi mentón obligándome a mirarle a los ojos. Sabía que, de esa forma, era imposible que le mintiese.

-Hace una semana -confesé con los ojos lagrimosos. No quería derrumbarme, pero su reacción no estaba ayudando. Rompió todo contacto que había entre nosotros, alejándose mientras maldecía en un idioma incomprensible para mi.

-No me jodas, Jess, no me jodas! -gritó todavía más fuerte que antes. Había perdido los nervios y yo no podía reprocharle nada. Ambos la habíamos cagado; éramos unos irresponsables, pero yo se lo había ocultado. -Por qué no me lo has dicho? -preguntó girándose hacia mi, haciendo aspavientos con las manos. Era la primera vez que lo veía de aquella manera; fuera de si.

-Porque no sabía cómo hacerlo -dije siendo completamente sincera. -Estaba jodidamente cagada y no sabía cómo decírtelo. Simplemente estaba buscando el momento correcto -confesé, aunque sabía que mis palabras no servirían de mucho. A esas alturas Max ya me miraba con incredulidad; con decepción.

Dangerous game | Max VerstappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora