XLV. Unión

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Jessica

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Jessica

-¡Ya estoy en casa! -exclamó Max cerrando la puerta. Daniel y yo nos encontrábamos sentados en el sofá, sus brazos rodeando mi cuerpo. -He comprado todo. Bueno, casi todo. No entiendo muy bien qué pone aquí... -sequé las lágrimas que todavía corrían por mi cara en el momento en el que Max se acercó al sofá, y su mirada se volvió oscura. Sus ojos se movieron de Daniel a mi, y de vuelta al australiano, que se negaba a soltar su agarre. -¿Qué coño ha pasado? -preguntó dejando el papel sobre la mesita del salón. No sabía muy bien cómo explicarlo. Era más que obvio que había cometido un grave error al dejar entrar a Jos en casa, pero lo había hecho por Max. Pensé que sería bueno para él recuperar la relación con su padre, pero me di cuenta a los dos minutos de que aquello sería imposible. Ese hombre jamás cambiaría.

-Tu padre; eso es lo que ha pasado -respondió Daniel por mi, que claramente era incapaz de encontrar las palabras correctas. -Mira, sé que no soy quién para decirte lo que debes hacer o no. Ya eres mayorcito, pero ese... hombre va a acabar con tu vida, con tu familia y con todo. Así que tú verás lo que haces.

-¿Te ha hecho algo? -preguntó Max ignorando por completo a su amigo, agachándose delante de mi, agarrando mis manos, haciendo que me soltase del agarre de Daniel, el cual tan solo suspiró. Yo negué a su pregunta con la cabeza, incapaz de mirarle a los ojos.

-Está mintiendo -apuntilló Daniel a mi lado, y le dediqué una mirada asesina. -La agarró del brazo y quería obligarla a abortar -subí la mirada para encontrarme con los ojos de Max, que estaban más abiertos que nunca. El dolor se reflejaba en ellos, y su cuerpo estaba rígido como una vara. Sus manos agarraron las mías con más fuerza, y supe que la furia se estaba apoderando de él.

-Daniel, vete -pidió dirigiendo su mirada al suelo, esperando a que el australiano le hiciese caso. -Por favor -añadió al ver que no hacía ningún ademán de levantarse. Pero finalmente lo hizo; cogió sus cosas y se marchó sin decir ni una palabra.

Los dos nos quedamos callados, quizá tratando de encontrar las palabras correctas. Todo estaba bien antes de la llegada de Jos, y de repente había dejado todo por los suelos. El ambiente era tenso, y sentí las lágrimas que volvieron a correr por mis mejillas. Estaba más sensible que nunca.

-Jess, no llores, por favor -susurró Max todavía agachado a mis pies. Pero sus palabras tan solo hicieron que llorase con más intensidad. El agobio estaba empezando a causarme un dolor agudo en el pecho, y respiraba con dificultad. -¿Qué te ha dicho? -me abalancé sobre él, rodeando su cuello con mis brazos, llorando sobre su hombro. No quería responder a su pregunta, porque significaría rememorar lo sucedido, y me hacía daño. Me quemaba por dentro. -Jess, ¿Qué te ha dicho?

-Me ha dicho... -cogí aire entre el llanto, tratando de seguir hablando. -Me ha dicho que tu creías que todo esto era un error, y que el bebé sería una carga para ti, y que te acabarás marchando cuando te des cuenta, y yo me quedaré sola, y-

Dangerous game | Max VerstappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora