XIX. Libres de ataduras

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Jessica

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Jessica

Caminamos por el paddock con nuestras manos entrelazadas, con todo el mundo observándonos. Fotógrafos agolpados a nuestro alrededor hacían que fuese bastante difícil caminar. Mis nervios iban en aumento porque no sabía qué me esperaba en apenas unos minutos. Era la incertidumbre la que me mataba. Note la mano de Max apretando con más fuerza la mía, como si intentase tranquilizarme. No lo consiguió, pero era un alivio sentir su apoyo.

-Qué mierdas hace Kelly aquí? -preguntó un hombre de cabello grisáceo y barba nada más llegar al garaje de Red Bull. Parecía estar más que molesto con aquella situación, y no era el único. Podía ver la ira en los ojos de Max, aumentando a cada segundo. -Oh, hola. Soy Christian -añadió tendiéndome la mano a modo de saludo.

-Jessica -respondí con una pequeña sonrisa, más fingida que nunca. Estaba incómoda. Sentía que no debía estar en aquel lugar y que las cosas se nos irían de las manos de un momento a otro.

-No lo sé, vale. No sé qué mierdas hace aquí, pero se va a ir ahora -dijo Max casi en un susurro para que ningunas de las cámaras o micrófonos a nuestros alrededor captasen lo que estaba diciendo.

Soltó mi mano, rompiendo todo contacto entre nosotros y se encaminó hacia dentro del garaje, donde estaba una mujer alta, de ojos claros. Era guapa, de aquello no había duda. Me hice pequeña en el momento en el que pensé en ello. Noté una mano sobre mi espalda. Era Christian, que me dedicaba una pequeña sonrisa tratando de reconfortarme.

-No te preocupes. Max lo solucionará -dijo tratando de tranquilizarme. Aunque no estaba haciendo ningún efecto, era de agradecer que alguien se estuviera preocupando por mí en aquella situación tan incómoda y desagradable. -Ven conmigo, te voy a enseñar esto un poco -anunció pasando uno de sus brazos por mis hombros, guiándome hacia un lugar, seguramente, lo más alejado posible de aquel escándalo.

Max

-Se puede saber qué hacéis los dos aquí? -pregunté llegando hasta donde estaban Kelly y mi padre, que parecían estar conversando alegremente, totalmente ajenos al revuelo que habían organizado con el simple hecho de su presencia.

-Me encontré a Kelly el otro día y le dije que venía a la carrera, y la invité a venir -confesó mi padre, haciendo que hirviese la sangre dentro de mis venas. Dios sabe que estaba intentando controlarme, y yo no era precisamente conocido por mi poder de contención, pero estaba haciendo esfuerzos sobrehumanos por conseguirlo.

La sonrisa de mi padre, triunfante por lo que estaba consiguiendo, me sacó de mis casillas. Agarré a cada uno de un brazo y nos adentramos en la parte trasera del garaje, donde nadie pudiese vernos. Estaba cansado de aquella situación. No quería que me afectase y, mucho menos, quería que le afectase a Jessica. Ella no tenía la culpa de nada de lo que estaba sucediendo. Había venido para estar juntos, para disfrutar dos días antes de volver a alejarnos. Y eso era lo que necesitaba; disfrutar sin pensar en nada más.

Dangerous game | Max VerstappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora