Jessica
Aquella noche cené la mejor pasta boloñesa que había probado en mi vida, y me había hecho feliz por un rato. Pero en el momento en el que me metí en cama, todo mi mundo se vino abajo. Era grande; inmensa para una persona. Pasé la mano por el lado de la cama que estaba vacío, deseando que Max apareciese para ocuparlo. Pero no iba a pasar.
Llevaba puesta una de sus camisetas blancas. La había metido por error en la maleta, cuando eché lo primero que encontré. Me llegaba hasta las rodillas, y todavía olía a él. Quería aferrarme a aquella prenda de ropa como si mi vida dependiese de ello. Era lo único que tenía para recordar su aroma, yo no quería olvidarme nunca de él.
Me tumbé boca arriba, con las lágrimas cayendo a ambos lados de mi cara, pensando en cómo sería tenerle a mi lado. La cama estaba fría, y cuando eso pasaba, Max siempre estaba pegado a mi para darme calor. Echaba de menos todo de él, incluso el hecho de que se quedase dormido nada más meterse en cama. Era imposible mantener una conversación con él por la noche, pero me encantaba ver sus facciones relajarse cuando se rendía ante el sueño.
-Buenas noches -escuché a la vez que se abría levemente la puerta de la habitación, dejando pasar un pequeño rayo de luz del pasillo en la oscura habitación. Era Daniel, tan atento como desde el mismo segundo que había puesto un pie en aquella casa. Sabía que estaba preocupado por la situación, porque a veces le costaba sonreír. Y cuando lo hacía, tan solo era para intentar sacarme una sonrisa a mi. -Oh, Jessica -dijo entrando mientras yo trataba de secar las lágrimas lo más rápido posible. Odiaba dar pena, y aquel día temía acabar deshidratándome de tanto llorar.
Sin decir nada más, y sin pedir permiso, se metió en la cama conmigo. Y me abrazó lo más fuerte que me habían abrazado en mi vida. Intentaba no llorar, pero Daniel me estaba permitiendo ser vulnerable entre sus brazos y desahogarme en aquel momento que tanto lo necesitaba.
Y lloré a mares, sin parar, sin pensar siquiera en lo ridícula que parecería la escena vista desde fuera. No me soltaba; al contrario, cada vez me estrechaba más contra su pecho, cubierto por una camiseta blanca que yo estaba empapando. Dios, necesitaba tanto descargar todo mi dolor, que incluso me sentía bien llorando. Era una sensación de alivio que se mezclaba con la presión que tenía en el pecho, oprimiéndolo hasta pensar que me quedaría sin aire.
-Le echo de menos -logré decir entre llantos, sincerándome ante una persona que me había abierto las puertas de su casa, había comprado mi comida favorita para hacerme sentir mejor y que, en esos momentos, se encontraba tumbado conmigo en la cama, convirtiéndose en el hombro perfecto sobre el que llorar.
-Estoy seguro de que él también te echa de menos -dijo después de un suspiro, acariciándome la espalda para reconfortarme.
-¡No, no le importo! -exclamé con toda la rabia que llevaba dentro y, en vez de reprocharme dicho gesto, me abrazó con más fuerza. -No le importamos -susurré tratando de coger aire mientras me llevaba la mano a la barriga. -Estoy sola. Sola y embarazada de un capullo al que no le importa nada más que su puto ombligo.
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Dangerous game | Max Verstappen
FanficTen cuidado con los juegos. Algunos pueden ser peligrosos.