25| Y cuando menos lo esperas... sucede

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Cada vez quedaba menos tiempo para terminar definitivamente el último año escolar. Yuuji estaba feliz por ello, aunque un poco triste. Extrañaría las actividades deportivas, a sus compañeros, a sus amigos, la convivencia en sí, los buenos momentos, sus profesores... Debía ponerle empeño si deseaba salir del establecimiento con un promedio que favoreciera siquiera un poco su futura enseñanza universitaria.

A pocos minutos de que acabase la hora de inglés, el celular en su bolsillo derecho del pantalón vibró, quitándole por completo la escasa atención que estaba brindándole a la clase. Lo sacó y escendió la pantalla. Tenía un mensaje de un número desconocido, el cual segundos después supo que era de Naoya Zen'in. Éste le había escrito, ofreciendo su buena voluntad ―y nótese el sarcasmo― para verse un momento en el receso que se hallaba a nada de empezar. Habían transcurrido varios días desde que no se encontraban, casi dos semanas.

Sí Yuuji era honesto, ya no quería seguir teniendo encuentros con el peliverde. A ese punto, lo consideraba innecesario. Él ya estaba cumpliendo su meta, por ende, deseaba continuar con ello. Pero, para proseguir, debería dejar las cosas claras con el de orbes esmeraldas.

Finalmente, Yuuji le aceptó la petición al mayor, recibiendo prontamente un mensaje que le avisaba que se encontrarían en el pasillo donde solían reunirse, el cual justo coincidió con el toque de campana del segundo recreo del día viernes. Así pues, el de melena rosada le mencionó a su amiga que iría a otra parte antes, y que luego volvería donde el grupo.

No demoró en llegar. De hecho, había llegado primero que Zen'in, quien minutos después se dignó en aparecer.

―¿Cómo está mi chico preferido? ―declaró el más alto, a modo de saludo.

―Sí, no quiero tu preocupación ahora ―contestó el menor, con fastidio.

―¿Y ese humor? ―inquirió Naoya, socarrón―. ¿Pasaste un mal día? Si quieres, puedo ayudarte a mejorarlo... ―Se fue aproximando lentamente hacia el de ojos marrón, dispuesto a besarlo.

―Basta ―manifestó Yuuji, haciendo que el mayor quedara perplejo, sin alcanzarle a rozar un poco.

―¿Qué? ―dijo Naoya, atónito.

―¿No escuchaste? Quiero que pares.

―Ja ―se burló el de melena esmeralda―. ¿Y si no qué?

―Mira, hablo en serio, ¿sí? ―explicó el de hebras rosadas, hastiado―. Me cansé de esto. No me encontraba pasando por un buen momento y quería distraerme. Pero ahora ya estoy mejor. Así que te agradecería mucho que me dejaras en paz.

―Claro, ¿y tú me ves cara de objeto? ―replicó el más alto, molesto―. ¿Quién te crees que eres, Itadori?

―No me creo nadie ―respondió el de cabellera carmesí―. Además, ¿por qué te aflijes tanto? ¿Acaso tú no le ves cara de objeto a los demás?

―Vete a la mierda, Itadori ―espetó Zen'in―. No te olvides de esto, porque las pagarás ―advirtió, para después abandonar el lugar, furioso.

El más bajo se mantuvo serio, pero con preocupación en su interior. Naoya era capaz de todo, y cuando se trataba de salirse con la suya, él hacía todo lo posible por conseguirlo.

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Una buena despedida // [itabowl]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora