11| Una repentina adicción

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⬆ La imagen utilizada al inicio del capítulo corresponde a @SH_N_juju en Twitter. Créditos al/a la artista.

Sukuna, te amo.

¡Disfruta de la lectura!
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Tras el terrible enfrentamiento, Sukuna se llevó a Mahito e Itadori, mientras que Nanami era ayudado por el director, a la par que Geto y Tsukumo sujetaban a Jogo y Hanami.

Prontamente, los encaminaron a inspectoría, la zona principal del establecimiento, dado que allí se decretaba todo y era el centro indicado para la organización de la preparatoria.

Primero, ingresaron a la oficina del director los causantes del desastre; el trío conformado por el de melena grisácea y sus dos aliados. En tanto que Yaga se dedicara a conversar con ellos; éste le pidió a Ryomen que fuera a tratar las heridas y dolores del pelirosado. Quedaron de acuerdo que, en el regreso de la tarde, hablaría con Itadori.

En el establecimiento no había un sitio específico de enfermería, por lo que tuvieron que recurrir a una sala cualquiera, trayendo, por supuesto, un botiquín de primeros auxilios que Masamichi le otorgó a Sukuna. Una vez dentro, el menor procedió a tomar asiento en una de las tantas sillas, casi echándose en esta.

―Quién diría que Itadori Yuuji se vería envuelto en semejante pelea ―comentó el de tatuajes, salpicando sus palabras con ese característico toque socarrón―. ¿Qué diablos hacías allí, mocoso? ―expresó el mayor, demostrando al fin su curiosidad y preocupación por el acontecimiento.

―Fue un malentendido, sensei ―expuso el más bajo, desviando su mirada a otro punto que no fuese el rostro del contrario, ya que, a través de sus orbes rojizos, éste lo reprochaba. Además, no deseaba inculpar a Junpei―. Cosas triviales, pero nada más.

El de tatuajes realizó una mueca, cruzándose de brazos, al mismo tiempo que analizaba el estado físico y psicológico que denotaba su alumno.

―Como sea ―habló Ryomen, soltando un suspiro al final, para luego ir a la pequeña caja de plástico y retirar de ésta unos materiales medicinales.

Sin algún otro preámbulo, Sukuna agarró un pedazo de algodón y le vertió una cantidad moderada de alcohol líquido; después se aproximó a la figura del menor, centrándose en la desastrosa cara de éste.

―Diablos, estás horrible ―habló el de orbes rubíes, viendo los moretones que se formaron en la piel trigueña del contrario, al igual que los ligeros cortes.

De cierta forma, aquel comentario por parte de su docente molestó a Itadori, provocando que su ceño se frunciera.

―Sólo por ahora ―replicó el pelirosado, ofendido―. ¿Verdad que sí, profesor Sukuna?

El mayor rio suavemente, negando entretenido con los movimientos de su cabeza.

―No, no has cambiado ―contradijo el de tatuajes, posando la delicada nube humedecida en la comisura de los labios del menor―. Sigues igual que siempre; torpe y espantoso.

Yuuji iba a objetar ante el contraataque verbal, sin embargo, sólo consiguió que de su boca se emitiera un grueso quejido, debido al ardor que sintió cuando su docente apoyó la almohadilla blanquecina en su fino labio.

―Aguanta un poco ―ordenó el mayor, continuando con su trabajo.

Las escarlatas llenas de concentración provenientes del de tatuajes hacían que el interior de Itadori se estremeciera en un extraño regocijo. Era como ver a un pintor acabando los últimos detalles de su obra maestra, temiendo arruinar su creación en el proceso. Aquella imagen mental lo hizo sentirse especial, teniendo toda la atención de Sukuna en él. Una verdadera fortuna.

Una buena despedida // [itabowl]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora