Era día miércoles, y, a pesar de que ya era mitad de semana ―aproximadamente―, Itadori no daba para más.
En la clase de matemática prestó toda la atención posible, y, aún con eso, no logró comprender perfectamente la materia. Se cuestionaba por qué unas simples fórmulas tenían que ser tan difíciles si sólo eran eso: fórmulas. Era consciente de que en la aplicación de estas estaba todo. Sin embargo, algunos ejercicios le descolocaban el cerebro y ahí quedaba él, quieto, frustrado y sin poder continuar. A ese punto, el de orbes marrón era capaz de abandonar la asignatura si pudiese, pero como no era así, pues debía conformarse con la realidad.
La situación con el pelirrubio iba bastante normal. Ambos actuaban de la misma forma que hacían antes de que se relacionaran íntimamente. Nada había cambiado.
La siguiente hora tuvo música, en donde no realizó demasiado. Al igual que la clase anterior, todo se le dificultaba al momento de poner en práctica sus conocimientos. Era una situación demasiado desalentadora. Lo bueno era que Yoshinobu-sensei no exigía tanto, en comparación a otros docentes del establecimiento. Pero eso sí, cuando llegaba el instante de evaluar, el mayor se volvía muy firme, sacando su lado intimidante y fiero, hecho por el cual la mayoría de las y los estudiantes solían ponerse nerviosos cuando este debía revisar el progreso que consiguieron durante el trayecto de las clases.
Y para cerrar la jornada de la mañana, tuvo clase con Shoko-sensei, quien en las últimas semanas no paraba de entregarles tareas relacionadas con gráficos acerca de diversos conflictos relacionados a la salud y bienestar ambiental del país.
Así fue que, sin nada más que hacer, Yuuji se quedó en el establecimiento sirviéndose su comida junto a su grupo de amigos, semejante a como hicieron algunos alumnos también, para que luego regresaran a la última clase del día. Y para la mala suerte del pelirrosa, aquella hora la tenía nada más y nada menos que con Geto-sensei.
―Buenas tardes, alumnos ―saludó agradablemente el pelinegro, ingresando al aula con sus libros pegados a su pecho.
Los presentes imitaron la acción.
―Sé que trabajar a esta hora no es tan apetecible, dado que hace poco almorzaron y no tienen tantos ánimos ―declaró el mayor, abriendo su computador―. Créanme que no son los únicos. Pero pondremos de nuestro mayor empeño, ¿de acuerdo? Ahora les pediré que saquen sus cuadernos y, Yuuji, ya que te encuentras cerca del data, ¿podrías encederlo, por favor? ―El nombrado se quedó quieto.
―Yo... eh... me duele el tobillo ―mintió, arrugando su rostro, afligido.
El de ojos café no supo por qué hizo aquello. Fue espontáneo. Realmente no quiso realizarlo. Pero quería evitar tener cualquier tipo de interacción con el pelinegro, incluyendo la de ahora.
―Oh, está bien... ―pronunció el de melena azabache―. Entonces, ¿alguien podría...?
―Yo lo hago ―dijo la pelicastaña, interrumpiendo al profesor. Luego se enderezó de su asiento para realizar la acción, sujetándose la falda al hacerlo―. ¿Qué tanto miran, pedazos de pervertidos? ―bramó, molesta al ver que varios ojos la observaban.
―Chicos, por favor sean más respetuosos con su compañera, y, de igual forma, cuide su vocabulario Nobara. Le agradezco por haber encendido el data.
La de melena castaña regresó a su asiento refunfuñando.
―El día de hoy, chicas y chicos, vamos a hablar sobre las columnas de opinión ―formuló el mayor, abriendo la diapositiva de su presentación―. ¿Alguna o alguno sabe qué es?
De este modo, Suguru dio inicio a su clase, en donde las y los estudiantes apenas podían concentrarse, ya que les había dado mucho sueño.
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Una buena despedida // [itabowl]
FanficItadori comienza a sentir atracción por sus profesores, y, al ser su último año en el establecimiento educacional, aprovecha la oportunidad de llevarse un buen recuerdo con ellos, y, quizás, un poco más... Datos importantes de la historia: 📌 Los pe...