22| El azúcar para el cuerpo que tanto necesitamos

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⬆ La imagen utilizada al inicio del capítulo corresponde a @/hikonom en Twitter. Créditos al/a la artista.
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Advertencia: Este capítulo contiene escenas con erotismo sexual y romántico, sexo y bondage. Sí eres sensible a alguno de estos temas, por favor, recomiendo leer con discreción. La idea es que te sientas a gusto. Tengamos una lectura segura ;)

¡Disfruta de la lectura!

...

No estaban seguros, pero podían confirmar que, juntos, creaban una unión insuperable.

Y es que, en ese preciso momento, el mayor lo comprendió; él era una bebida amarga, y el pelirrosa, el endulzante. Una combinación quizás no muy necesaria, pero que, de vez en cuando, probarla daba gusto.

La azúcar era buena y mala, al mismo tiempo. Nunca hacía daño consumir de esta cada cierto lapso, después de todo, era algo que el cuerpo necesitaba. Sólo se debía cuidar las cantidades.

El problema era que Kento no consumía azúcar, para nada. Y, sin embargo, aquel encuentro le estaba generando una necesidad por ella, aunque no era cualquier tipo de dulzor el que requería, no, por supuesto que no. Él sólo anhelaba degustar uno; el dulce llamado Yuuji Itadori.

―Es usted tan delicado... ―formuló el de melena rosada, cuando halló la oportunidad de separar su boca de la del contrario, dando extasiados suspiros.

―¿Prefieres que sea rudo? ―interrogó el mayor, pausando el beso para contemplar al más bajo.

El menor aun se mantenía sentado sobre su regazo.

―No lo sé. Me gusta la forma en la que se comporta conmigo. Es todo un enigma. No puedo descifrar sus movimientos ―dijo el de orbes castaños, posando su mirada en el semblante tranquilo del pelirrubio―. Y por eso me fascina.

Kento le dedicó una sonrisa débil, otorgando una suave caricia en el pómulo izquierdo del menor.

Prontamente, el hombre de anteojos continuó con su trabajo, atrapando una vez más los labios del más bajo. Asimismo, mientras se besaban, Nanami se enderezó de su asiento con el pelirrosa rodeándole de la cadera con esos fuertes muslos, para ir a cerrar la entrada del aula y colocarle seguro a esta. Hecho eso, se encaminaron al final de la sala, deteniéndose justo en el puesto del de ojos avellanas. Allí, Nanami recostó suavemente al menor, quien extendió sus piernas de lado a lado, permitiendo la intromisión de su profesor, el cual, gustoso, aceptó la bienvenida.

Las almohadillas rosadas del mayor se plantaban con sumo cuidado por el rostro del más bajo, formando un tierno trayecto, empezando por la frente, luego los ojos, mejillas y nariz, bajando con lentitud hasta llegar a la boca de éste; donde finalmente sus labios se unieron y, telepáticamente, esa rosada serpiente que descansaba en el interior de la boca del pelirrubio pedía autorización para acceder a la cavidad bucal del contrario, consentimiento que obtuvo con facilidad; generándose así una feroz danza entre sus lenguas.

El bailoteo no acabó allí, sin embargo, continuó en un suave y ardiente descenso por el cuello del pelirrosa, lamiendo, succionando y mordiendo a lo largo de esta zona.

Nanami podía asegurar que aquel joven aumentaba los niveles de azúcar en su cuerpo, y, sí fuera por eso, él se volvía diabético sólo por el chico. ¿Y cómo no? Sí esa mirada chocolatosa, casi miel, aquella piel caliente, esa naturaleza salvaje, tan peligrosamente cariñoso. ¡Ay! Ese muchacho estaba muy sabroso.

Una buena despedida // [itabowl]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora