CAPÍTULO 3

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-Quiero hablar con el señor N- dije al hombre que estaba parado en la puerta.


-¿Quién lo busca?- preguntó amenazante.


-Robin, dígale que Robin está aquí- me encontraba nervioso, y, ¿cómo no estarlo? Si me había metido en una cueva de alfas peligrosos.


El hombre se giró y susurró al oído del que estaba del otro lado de la puerta algo que no entendí. Después volvió a girarse y continuó haciendo su trabajo.


Esperé un rato más a que el hombre volviera y cuando volvió abrieron la puerta y me hicieron seguirlo. Todos los hombres que se encontraban ahí me miraban como carne fresca, como algo que podían comerse en el momento que quisieran.


Mi nerviosismo se intensificó en el momento que llegamos hasta donde se encontraba el señor N. -Señor, él se encuentra aquí- el hombre le habló al chico que se encontraba de espaldas.


Noah se giró y me miró con una enorme sonrisa -Pero que alegría, creí haberte escuchado decir que no querías nada que ver conmigo.


-Sé lo que dije, pero necesito tu ayuda.


-¿Si? ¿Qué es tan importante como para que tú hayas venido a mi?


-Unos hombres, ellos desprendían un aroma desagradable, se llevaron a mi madre y a varias personas de mi manada- lo miré -Quiero que me ayudes a recuperarlos.


La forma de su mirada cambió -No puedo- dijo y se giró.


-Por favor- lo rodeé para quedar frente a él -Te lo suplico, hazlo por el favor que me debes.


-Según tu, ¿Cuál es ese favor?


-Te salvé la vida, Noah.



FLASHBACK


Estaba a punto de salir del bosque cuando un aroma a sangre llegó a mis fosas nasales. Me detuve y fui a ver ¿qué cosa era? Creí que era un animal herido ya que, ¿Quién podría estar en el medio del bosque herido?


Al llegar al lugar me di cuenta de que no era un animal, sino que una persona estaba herida y sangraba mucho. Rápidamente me acerqué a él y me hinqué para poder auxiliarlo. El chico era un licántropo, como yo. Pero el aroma que desprendía era el de un alfa.


¿Quién se atrevería a meterse con un alfa tan dominante como él?


Pues la persona que lo hizo debió haber sido demasiado fuerte. Revisé su cuerpo para poder ver de donde salía la sangre, me di cuenta que su costado estaba perforado. Su herida sanaba lentamente, así que el origen de la herida había sido un objeto de plata.


-Te pondrás bien- dije. Aunque él no podría escucharme ya que en ese momento se encontraba inconsciente.


Afortunadamente mi madre me enseñó cómo curar heridas, que hierbas poner para que la herida sane más rápido y cosas de ese estilo.


Lo primero que hice fue hacer presión para detener el sangrado, cuando el sangrado se detuvo fui a buscar algunas hierbas para hacer un ungüento y ayudar a sanar su herida.


Hice el ungüento y luego lo apliqué en la herida. Corté un pedazo de mi camisa y lo utilice para ponerlo sobre la herida.


-Volveré pronto- dije en cuanto terminé de curarlo. No podía moverlo a otro sitio, así que lo cubrí con hojas para que nadie lo viera. Volví a casa y esperé impacientemente a que un nuevo día llegara.


A la noche siguiente volví y en el camino busqué las hierbas y, volví a donde lo había dejado, aún se encontraba inconsciente y es que la herida que le hicieron estaba demasiado profunda.


Cambié el ungüento y ahora le puse una venda que había traído de casa. Me quedé a su lado a esperar a que despertara, tal vez no lo haría ahora, pero tenía que despertar en algún momento.


Las probabilidades de que despertara eran muchas ya que su pulso se encontraba estable. Mi madre me contó que cuando uno de nosotros nos encontramos heridos gravemente entramos a un estado de hibernación para que nuestras heridas sanen más rápido.



Siempre le cuento mis cosas, se que no puede escucharme, pero es al único que puedo decirle lo que siento.


Un día robé algunas de las armas para entrenar y volverme fuerte, las llevé a donde el chico estaba y así hacernos compañía.


Después de una semana la herida que tenía ya había sanado, pero él no despertaba aún. Esta vez decidí en hablar con él, hacia un par de días que no lo hacía y en ese tiempo habían pasado muchas cosas que necesitaba saber.


Me senté a su lado y abrí el sobre de mis galletas favoritas y comencé mi larga charla.


-Hoy mi madre me enseñó cómo preparar una nueva comida, pero en realidad no me gustó hacerlo. Hubiera preferido que me llevara a hacer las compras- suspiré y miré al cielo -Me agradaría que estuvieras despierto y tener una conversación normal, pero creo que si estuvieras despierto no te encontrarías aquí.


-¿Por qué crees eso?- preguntó él. Rápidamente volteé a verlo y se encontraba sentado al lado de mi. Estaba despierto, al fin.


-Despertaste- dije feliz -Que alegría- sonreí.


-Puedo saber, ¿Quién eres?- me miró.


-Claro, me presenté cuando estabas durmiendo- reí -Soy Robin Wilding- me presenté tal cual mi madre me lo había enseñado, estiré mi mano para estrecharla con la suya -Y, ¿tú eres?


-Noah Lawless- estrechó su mano con la mía. -Y entonces ¿tú me salvaste?


-Así es- asentí -te encontré aquí mientras caminaba.


-Debo agradecerte- se puso de pie y luego me ayudó a mi a levantarme -Puedo invitarte algo alguno de estos días.


-Me encantaría, pero no puedo.


-¿Por qué no?


-Es algo complicado de explicar- lo miré -Te lo conté en algún momento y no hace falta que lo sepas.


-¿Por qué no? Quiero conocer a la persona que salvó mi vida.


Sonreí -Bueno, Noah Lawless. Fue un gusto ayudarte, ahora que te encuentras mejor, es hora de volver a casa o sino mi madre se dará cuenta de que no estoy.


-¿Te volveré a ver?


-Tal vez- comencé a correr hasta llegar a la frontera y luego hasta llegar a la casa, entré silenciosamente y fui hasta mi habitación para poder dormir.


A la noche siguiente él me esperaba en el mismo lugar. Charlamos durante horas, el tiempo se pasaba volando cuando estaba a su lado. Todos los días lo veía en el mismo lugar, a la misma hora y sin falta. Bueno, a excepción de los días en los que mi celo llegaba, claro.


Le pedí que me enseñara combate, al principio se negó, pero pronto aceptó. Me mostró unas cuantas técnicas de defensa que podría aplicar si me encontraba en peligro.


El tiempo pasó demasiado rápido, un día nos dimos cuenta que ya había pasado un año desde que lo había encontrado en el bosque. Él me confesó que yo era su Mate y la verdad él también era mi Mate. La diosa luna nos había unido con un lazo inquebrantable. Pronto me di cuenta que el aroma a tierra que salía del bosque era el suyo.


Me presentó con los chicos de su pequeña manada, y me pidió que huyera con él. Estaba dispuesto a hacerlo, era mi Mate, la persona con la que pasaría el resto de mi vida, pero, él supo cómo destruir mis sentimientos por él.


Le dije que no quería tener nada que ver con él y luego le golpeé el rostro. Salí corriendo de la habitación y regresé a mi vida, él no trató de buscarme y creo que así estuvo mejor para ambos.


FIN DEL FLASHBACK



Alfa y Omega   [EDITADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora