CAPÍTULO 32

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Mi Noah había vuelto y eso había aliviado por completo mi corazón.

—Robin— mi madre me llamó, ella estaba parada en la puerta de la habitación. Yo me separé de Noah y me giré para verla.

Después corrí y fui a abrazarla —Mamá— susurré —Que bueno que estás de vuelta— la miré y di una sonrisa.

Ella se rebajó a mi altura y me dio un beso en la frente —Mi pequeño hijo— dio una sonrisa —Tenemos que hablar— me tomó de la mano y me llevó fuera de la casa.

—¿Sobre que hablaremos?— miré a mi madre.

—Yo quisiera que me perdones— se detuvo y me miró —te obligué a hacer lo que no te gustaba, te convertí en algo que posiblemente odiabas— sus ojos comenzaron a llenársele de lágrimas —No tienes idea de cuanto me odio por eso. Creí que hacía lo correcto, pero solo me convertía en mi padre.

—Tranquila, madre— la miré y le di una sonrisa —No hay nada que perdonar, yo no supe como decírtelo y solo evadí el problema.

—Si tan solo yo me hubiera negado ante mi padre cuando me dijo que tú serías el omega que complementaria al futuro Alfa. Yo habría cumplido bien mi trabajo como madre.

—Eso ya quedó en el pasado. Se que odiaba eso y que mi vida era miserable, pero de no haber sido por eso jamás habría conocido a mi Mate, nunca habría conocido a Jan. Debo agradecerte.

—Pero yo aún me siento mal conmigo misma.

—No debes hacerlo— tomé su mano —Eres y siempre serás mi madre. Una madre busca lo mejor para sus hijos y creíste que si yo me convertía en Luna, sería un omega respetable y nadie se atrevería a pasar sobre mi autoridad.

Ella solo se abalanzó a abrazarme con todas sus fuerzas —En verdad lo siento— liberó las lágrimas que se le habían formado —Eres mi hijo y estoy orgullosa de lo que eres.

—También estoy orgulloso de tener a una madre tan poderosa como tú— dije y en seguida me soltó, le di una sonrisa y me giré —Debemos volver, mis cachorras me necesitan.

—¿Cachorras?— cuestionó acoplándose a mi paso.

—Si, madre. Tengo dos hijas.

—Ja— exclamó y me miró —¿En qué momento me convertí en abuela? ¿Quién es el alfa con el que te uniste? ¿Su padre es Noah?— cuestionó.

—Bueno, pasaron muchas cosas— rodé los ojos, e intenté evadir la charla —Huí y luego conocí a Noah, descubrí que era mi Mate y me uní a él, es todo.

—Mi hijo. Tan desobediente como su madre— sonrió. —Ellas deben estar enormes ahora, quiero conocerlas.

—Lo harás— di una sonrisa y nos apresuramos a volver.

Una vez llegamos ella abrió la puerta y entró a toda prisa, fue a las escaleras y las subió rápidamente, después se encaminó a mi habitación y abrió la puerta. Mis cachorras aún se encontraban durmiendo, así que ella entró sin hacer ruido.

—Son tan lindas— las miró y sonrió —Se parecen a ti cuando eras un cachorro apenas— me miró —Aún recuerdo cuando diste tus primeros pasos y dijiste tus primeras palabras, también recuerdo cuando eras bebé, eras una pequeña cosita frágil, un pequeñito que podía romperse en cualquier momento— sonrió.

—Se lo que se siente, tratar de no lastimarlas mientras las cambias de ropa, estar siempre pendientes de que estén durmiendo bien, que el agua del baño no esté muy caliente ni muy fría, pensar que en cualquier momento pueden caer y lastimarse o que en cualquier momento puedes lastimarlas al cargarlas.

—Si, es el peor sentimiento que puedes tener como madre— rio —Por cierto, ¿cuáles son sus nombres?

—Ella es Nora— señalé la cuna de la más llorona —La que nació primero. Y ella es Lia— señalé, ahora, a la cuna donde dormía la más tranquila de las dos —Nació después.

—Sus nombres son preciosos, al igual que ellas— las miró por última vez y sonrió —Como me habría gustado que Aarón las conociera— las lágrimas volvieron a aparecer —si tan solo no se hubiera precipitado, yo pude haberle arrancado la cabeza a ese demonio, pero él se entrometió— liberó las lágrimas que se habían acumulado.

—Mi abuela me dijo que mi padre fue un héroe, nadie arriesgaría su vida de esa manera, nadie daría su vida por alguien más, menos un omega como él.

—Ella es muy sabia— limpio sus lágrimas y me miró —Supongo que no has desayunado, dejemos dormir a tus cachorras y bajemos a la cocina a preparar el desayuno.

Asentí y caminó hacia la puerta. Después ambos bajamos al igual primer piso y entramos a la cocina para que hiciéramos el desayuno. Terminamos y me sorprendió que mis cachorras no llorarán, a esta hora del día Nora ya habría comenzado con su largo llanto. No le di tanta importancia y cuando terminé de lavar los platos, subí de nuevo a la habitación y me llevé la enorme sorpresa de que ambas se encontraban jugando, cada una en su cuna.


(…)


Alisté a mis cachorras y después mi madre entró a la habitación, cargó a Nora y yo cargué a Lia y después salimos de la habitación, bajamos al primer piso y salimos de la casa.

Esta vez iríamos a visitar a Noah, él quería conocer a sus cachorras, lo había dicho desde que le conté de ellas, pero por las condiciones en las que se encontraba no podía recibir visitas.

Yo, por ser su médico, podía acceder, solo para cambiar los vendajes, pero en ese tiempo, charlábamos por un largo tiempo. Le conté todo lo que había pasado en su ausencia y sobre sus hijas, que ellas habían nacido con bien y que la diosa las había bendecido.

C

on cada día que pasaba, su impaciencia aumentaba, pedía, suplicaba que le llevara a sus hijas, quería conocerlas. Finalmente, después de casi un mes, las llevé con él. Sus hijas debían conocerlo. Él debía verlas crecer. Él debía convertirse en un buen padre para ellas y tenía que criarlas y guiarlas por un buen camino.

Al llegar a la casa del Alfa, entramos y nos dirigimos a la habitación en la que él estaba. Tocamos antes de abrir y cuando mi madre abrió la puerta, entramos a la habitación.

Noah miró a sus cachorras, incrédulo de que esas pequeñas fueran sus hijas.

Alfa y Omega   [EDITADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora