CAPÍTULO 1

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—Robin, es hora de levantarse— como cada día, mi madre entró a mi habitación para que me levantara. Siempre me levantaba a las ocho de la mañana, para que, cuando mi padre y tres hermanos mayores se levantaran, el desayuno ya estuviera listo.

Me puse de pie y fui a cambiarme la ropa, mi madre siempre dice que debo estar presentable, entonces en cuanto me levanto, me cambio y me peino ese largo cabello que tengo.

Luego voy a recorrer las cortinas para que la luz entre. Me pongo los zapatos y salgo de mi habitación. Bajo a la cocina y le ayudo a mi madre a preparar el desayuno. Media hora después, mi padre y hermanos mayores bajan y toman sus respectivos lugares en la mesa. Ayudo a mi madre a poner la mesa y luego ella sirve el desayuno. Ambos nos sentamos en nuestros lugares y comenzamos a desayunar.

En cuanto acabamos de desayunar mi padre sale de casa y va a hacer su trabajo como Beta de la manada. Mis tres hermanos mayores toman sus cosas y salen a entrenar o a hacer lo que sea que hagan, mi madre toma su bolso y sale a hacer las compras para la comida. Y entonces, la casa se queda vacía, algo que me encanta en realidad, puedo hacer lo que yo quiera, por solo media hora, pero puedo hacerlo.

Lo primero que hago es ir por un sobre de galletas a mi habitación y salir al jardín trasero, se que si mi madre me descubre me irá mal, pero por eso solo salgo por diez minutos, me gusta inhalar el aroma a tierra, ese hermoso aroma que sale del bosque. Destapo el sobre de galletas y comienzo a comerlas una por una mientras miro al cielo.

Un suspiro sale de mis labios —Ojalá mi madre supiera lo maravilloso que es mirar el cielo— susurré. Tomé la envoltura y me levanté del suelo, habían pasado los diez minutos y mi madre llegaría pronto.

Entré de nuevo a la casa, tiré la envoltura en el cesto de la basura y luego subí a mi habitación para comenzar a asearla. En cuanto terminé volví a bajar y me quedé sentado en las escaleras para esperar a que mi madre volviera.
Cuando ella llegó y abrió la puerta yo me puse de pie y luego me acerqué a ella para poder ver que había comprado. Había traído algunas verduras y carne.

—¿Qué me compraste?— pregunté emocionado.

Ella sacó de dentro de su bolsa un paquete de mis galletas favoritas y también un nuevo libro —Toma— me lo entregó y comenzó a caminar hacia la cocina —Lávate las manos y ven a ayudarme a preparar la comida— asentí y corrí hacia mi habitación para poner mis cosas sobre el escritorio.

Volví a bajar y me acerqué al fregadero para lavarme las manos —¿En qué te ayudo?

—Lava las verduras— me las entregó y luego yo comencé a hacer mi tarea, mientras que ella partía la carne.
Ambos hicimos la comida para que, cuando mi padre y hermanos mayores llegaran, ya estuviera lista y comer. Cuando terminamos de hacer la comida mi mamá fue a su habitación para asearla y yo me quedé aseando la sala y la cocina. Mis hermanos mayores siempre asean  sus habitaciones, así que por eso no tengo que preocuparme.

Al darse las cinco de la tarde, mi padre y hermanos mayores llegaron a la casa y, después de que se lavaran las manos, comenzamos a comer. En cuanto mis hermanos mayores terminaron de comer agradecieron y luego cada uno se puso de pie y fueron a sus habitaciones. Mi padre también agradeció y luego fue a su despacho.

Mi madre y yo recogimos la mesa y lavamos los trastes. Cuando acabamos, yo fui a mi habitación y comencé a leer el libro que mi madre me había dado.

El resto de la tarde me quedé leyendo, hasta que anocheció y todos fueron a dormir. Me acosté debajo de las cobijas y luego mi madre entró a mi habitación para darme las buenas noches, yo sonreí y ella salió de la habitación y fue a dormir.
Cuando estuve seguro de que nadie se encontraba despierto, o al menos que no notarían mi ausencia, me puse de pie y salí de la casa silenciosamente para que no se dieran cuenta de mi ausencia por las próximas tres horas.

Al salir de la casa por la puerta trasera tomé mi forma y me adentré al bosque hasta llegar a la frontera, a la cual, desde niños, nos prohíben pasar. Me gustaba romper las reglas, aunque claro, mis padres y nadie de la manada lo sabían. Entonces, como lo hago desde que cumplí la madurez, salí del territorio de la manada y me dirigí a la ciudad.

Antes de llegar volví a mi forma humana y me vestí. Luego salí del bosque y me dirigí a ese bar al que siempre iba de vez en cuando. Y bueno, ¿cómo es que consigo el alcohol? Pues es algo simple, el dueño del lugar era mi amigo, mi confidente, la única persona que sabía lo que pasaba y lo que era.

—Hola— saludó.

Lo miré y le sonreí —Holi— puse mi mejor cara —¿cómo va el negocio?

Él me sirvió un trago y luego se acomodó en su banco para comenzar a hablar conmigo —De maravilla— sonrió —Aunque estoy pensando en cambiar de trabajo, este me está sacando canas verdes— gruñó y le dio un trago a su bebida.

Yo le di un trago a la mía —¿Me llevarás a tu nuevo trabajo?

—Como si pudiera. No quiero ser la cena de tu manada— me miró y sonrió —Pero no estaría de más, acabarían con mi sufrimiento.

—No creo que tu sufrimiento se compare al mío— le di otro trago a mi bebida. —Ya no lo soporto y aún falta mucho para que llegue la luna llena.

—Entonces, ¿Por qué no huyes antes? ¿Por qué no ahora?

—No es fácil como tú crees. Si me voy cuando la luna llena llegue podré eliminar mi rastro y así ellos no podrán encontrarme.

—Solo espero que logres cumplir tu cometido.

—Yo también— susurré y terminé de beber el contenido del vaso.

Él bebió el contenido de su trago y se puso de pie para ir a atender a sus clientes. Yo permanecí sentado por un rato más hasta que miré el reloj de mi muñeca, misma que indicaba que ya era hora de volver a casa, fui a despedirme de Jan y luego regresé a casa tomando el mismo camino que siempre. Llegué a casa y sin hacer ruido subí a mi habitación para dormir y que nadie se diera cuenta de lo que hacía.

Ahora mismo estás pensando que desobedecí a mis padres y salí de la casa sin su permiso, pero creo que pasar toda tu vida encerrado y sin poder salir te orilla a hacerlo. No quería pasar el resto de mi vida encerrado, así que opté por hacerlo.

Al principio solo salía a unos metros, después mis ganas de explorar me llevaron hasta la frontera, al principio dudé en cruzarla, ya que mis padres siempre decían que si lo hacía los de la manada se enterarían y me atraparían, pero mi instinto me llevó a salir y conocer el resto del mundo. Entonces eso me condujo hasta el negocio del que ahora es mi mejor amigo, aunque él es humano y mis padres dicen que ellos son traicioneros, yo no lo creo ya que Jan es muy amable conmigo.

Y si ahora me preguntan que ¿si me arrepiento en salir de la frontera? Mi respuesta es No. No podría arrepentirme de salir y conocer a mi mejor amigo.

Alfa y Omega   [EDITADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora