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Zafiro

—Zafiro— me llamó mi madre y rodé los ojos por centésima vez en el día.— De verdad quiero que bajes.

—Tengo trabajo que hacer, madre— le respondí con el mismo tono frívolo de siempre y la escuché suspirar de manera pesada antes de cerrar la puerta pero maldije a los mil infiernos cuando ella no se fue.

Mi madre siempre era insistente con mi fiesta de cumpleaños y después de todo lo que sucedió se volvió aún más insistente, era insoportable, pero eso no evitaba que la amara inmensamente y por ello soportaba sus insistencias, sin embargo, no estaba de ánimos suficientes como para fingir que no me importaba y lo único que quería era estar sola en la oscuridad de mi oficina.

—La reina aquí soy yo así que levanta tu trasero de aquí, irás a vestirte y bajarás a celebrar tu cumpleaños junto a tu familia y amigos que hemos hecho esto para pasar tiempo contigo— me regañó con tono maternal pero al mismo tiempo advertía un lío bien gordo si no obedecía.— Por favor, solo quiero pasar tiempo con mi hija.

Era un fastidio cuando esa mujer se encaprichaba con algo, el año pasado me hizo bajar con una pijama de encaje solo porque no quise bajar en tres horas y este año no estaba dispuesta a tal cosa.

—No quiero recordar esta fecha, lo sabes— hablé rompiendo mis corazas frente a esa mujer que conocía mis más grandes debilidades y su mirada evidenció el gran dolor que reflejaba la mía porque ella había sufrido tanto al verme convertida en polvo años atrás.— No quiero recordar cuanto perdí un día como hoy, me niego a celebrar este maldito día que solo me lleva al pasado al no tener entre mis brazos a quien de verdad merecía vivir y no pudo.

Suspiré ante el largo silencio que se instaló en la habitación y continué trabajando aún cuando ella tomó asiento.

—Es el día en que naciste— habló luego de varios minutos y entonces supe que no se iría de mi oficina sin un sí.— Fuiste lo más esperado y deseado para mí y para tu padre durante doscientos años— me recordó una vez más logrando que mirara sus ojos entristecidos.— No es justo que la vida opaque una fecha que es tan especial.

—La vida no la opacó— susurré con la voz quebrada al hacer el intento de no llorar por lo que ella se levantó solo para posarse frente a mí con el fin de abrazarme.— Fue la muerte y no hay manera de corregir lo que ya pasó.

—No te pido que olvides y tampoco que celebres, solo te pido tiempo en familia— susurró acariciando mis mejillas de forma suave y cerré mis ojos cuando sus dedos limpiaron las lágrimas que me habían traicionado.— Solo están tus amigos, tu familia y tus compañeros.

Solo con esa última palabra mi madre volvió a levantar mi coraza y me levanté de manera brusca alejándome de su tacto como si me quemara.

No los quería cerca, no a ellos, no este día. ¿Qué nadie podía entender el significado de paz, tranquilidad y silencio?

—Si querías que bajara no debiste haberlos invitado— solté de manera fría y su mandíbula se tensó al ver como convertía mis manos en puños mientras el lugar se tornaba blanco debido a la reacción de mis poderes ante lo que sentía en ese momento.— Sabes que lo que menos quiero es hablar con ellos. Al menos no hoy.

Me di vuelta para retirarme del despacho a paso firme sabiendo que no me dejaría en paz si no me largaba del palacio pero antes de cerrar la puerta una pulsera de fuego me detuvo.

—Hija...— susurró con la voz quebrada y suspiré de manera pesada antes gruñir furiosa. No tenía el corazón lo suficiente frío como para ignorar a mi madre y sus intentos por mejorar mi ánimo, no creía tener la fuerza necesaria como para arruinar algo que ella con tanto amor había preparado y por ello, aunque me resultaba fastidioso, asistía todos los años aunque fuese solo por unos minutos.

El Corazón de la princesa cazadoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora