—No quiero bajar— suspiré frente al espejo y odiando lo que veía allí pero no tenía ánimos de arreglarme como en verdad me gustaba.Tenía puesto un vestido sencillo con transparencias del color que mejor me representaba, el negro, además de ropa interior color piel que tenía debajo y que hacía parecer que no llevaba nada puesto bajo la fina tela del vestido. No tenía nada de maquillaje puesto, solo me había peinado para dejar mi cabello suelto y enfunde mis pies en unas sandalias plateadas con un tacón ligeramente alto.
Tenía dos horas metida en mi habitación y no me atrevía abrir la maldita puerta sin importar si se trataba de mis hermanos e incluso de mis padres. No quería bajar para ver la hipocresía de algunos y la lástima de otros, me enfurecía que me vieran como si fuese una princesa que necesitaba ser salvada de la torre del dragón... eso distaba mucho de quien era yo.
¿Acaso era demasiado pedir que este día no me molestaran? Lo único que quería era completo silencio, tranquilidad y una botella de aguardiente frente a una pequeña hoguera en mi biblioteca secreta pero esto no podía pasar debido a mis antecedentes psiquiátricos y a la paranoia de mi madre.
—Empiezo a pensar que debí haberte obligado a quedarte en el infierno— escuché detrás de mí y sonreí de forma sarcástica la ver a mi abuelo sentado en mi cama como siempre lo hacía.— Por lo menos allí te tendría bien ocupada con Sammael.
De todos los que en el mundo conocían mi pasado mi abuelo era el único en quien tenía la seguridad para confiarle mis más oscuros secretos con el fin de recibir concejos de su parte pues, como dicen por ahí, más sabe el diablo por viejo que por diablo y no saben cuanta razón había en esas palabras.
—La idea estúpida de esta fiesta ha sido de tu hija y sabes que no le agrada para nada que le mientan así que debo bajar al menos para darle un saludo a los malditos que vienen todos los años— le hice saber retirándome de enfrente del espejo.
—Sabes que ella solo trata de distraerte, no lo hace para molestarte— defendió a la reina y suspiré de manera pesada sentándome a su lado para recargar mi cabeza en su hombro.— Es tu madre y desea que seas feliz, que vuelvas a ser la Zafiro sonriente y cariñosa de antes.
Él me comprendía más que nadie y era una idiotez comportarme como un cubo de hielo cuando estábamos a solas los dos aunque a veces odiaba que mi abuelo fuera tan comprensivo.
—Lo sé— suspiré de manera pesada.— No puedo culpar a la reina por hacer lo que cree que es mejor para mí— expresé con la mente en otro lugar, uno donde era feliz con una pequeña que estaría a punto de cumplir once años y con la cual jugueteaba haciéndola reír mientras me decía mamá.— Sin embargo, ya es hora de que acepte que no volveré a ser esa niñata ingenua y condescendiente, no puedo y no quiero.
Era doloroso perder un ser que había sido tan deseado a pesar de la corta edad que yo tenía. Mi más grande sueño desde que tenía uso de razón fue ser mamá y ahora era mi más grande temor porque literalmente me volví loca al perder a mi hija.
Fueron años traumáticos los que le siguieron a esa pérdida pues traté de suicidarme en varias ocasiones en las que mi padre y Lucían me salvaron, después pasé por un periodo de depresión severa que terminó conmigo en un hospital psiquiátrico por casi tres años y cuando salí de allí fue porque me planteé buscar a Khail para hacerle pagar por una muerte que jamás debió provocar.
Hoy cumplía 27 años de edad pero los sentía como toda una eternidad maldita en la que el sentido de mi vida se había hido por el retrete en menos de un parpadeo. Así de perra era la vida en ocasiones pero a las malas aprendí a salir adelante y a no esperar ni confiar en nadie.
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El Corazón de la princesa cazadora
WerewolfZafiro Evans, nieta del mismísimo Lucifer y princesa de la especie más temida y respetada en un mundo futurista que había sido devastado por una guerra entre países. Ethan Dark, el alpha lider de los licántropos, y Lucían Demian, el señor de los m...